Cuando la realidad es un mar revuelto que se consume a sí mismo, cuando el porvenir es un pasillo oscuro donde se robaron los focos…
Aun en este vacío de sentido, en este cansador viaje a través de la nada, un ser humano encuentra una isla, por azar o destino, donde no flameen banderas que no sean de libertad.
Es entonces cuando la fuerza de su
irrevocable tenacidad en llegar a un lugar que desconocía, encuentra por fin el
fruto de sus afanes a su alcance, con la única certeza de saber sin vergüenza
que no estaba preparado.
Es allí en ese lugar fuera del tiempo, fuera del mapa, donde un segundo se crea ajeno al tiempo para enfocarse en otra dirección aparte de la marcada por los poderes facticos e históricos que hasta ese momento, tanto apoyaban como resistían su viaje, aleatoriamente o por contradictorias conveniencias.
Pero el sujeto ha devenido ser, y todo eso pasa a formar parte de la historia, y al poner pie en tierra, por más desconocidas y salvajes que puedan ser, no volverá a talar un árbol para construir una balsa que lo devuelva a las aguas calmas de la metrópoli ideológica, sino que usara su visión para diseñar un refugio, y a eso se aboca con todas sus fuerzas.
Es con esta visión defectuosa por el cansancio que
empieza a construir, demasiado cerca de la costa, y erige un tinglado que
replique la hegemonía cultural dominante el tiempo suficiente para poder
descansar, y planta incluso las bases de su nueva nación, sin saber que
solo está reflejando la contradicción con el sistema que acaba de abandonar,
oponiéndose a lo que rechaza, lo reconstruye negativamente y vuelve a
alienarse.
Es en ese momento en el que debe seguir su viaje, y perderlo todo, alegremente, y caminar desnudo, hacia el encuentro de su identidad como especie, hacia el centro desconocido de las tierras no tocadas por la sistematización del conocimiento, por el catalogo recalcitrante de los evaluadores.
Ahí, cuando el miedo y la incertidumbre se hacen carne,
cuando llega al punto de agarrar su propio corazón entre las manos para poder
contemplarlo en calma, cuando las necesidades y problemas irresolubles vuelven
su tecnología algo tan desconocido y nuevo que olvida incluso su viaje, es
cuando empieza a acostumbrar sus ojos a la interpretación del nuevo mundo, y
genera entonces las bases donde elegir con certeza la posibilidad de volver a
construir, esta vez de una manera completamente distinta.
Es en este camino donde se encuentra sin saberlo, volviendo a un lejano origen, y por lo tanto, empieza a cruzarse con diferentes viajeros que voluntariamente o no, han dejado sus seguridades a un lado, y por obligación y convicción cuentan antes que ninguna otra, con las herramientas de la humildad y la cooperación.
Entonces los proyectos se
juntan y algo más grande empieza a delinearse trabajosamente, y aunque parezca
imposible por la ambición de su trascendencia total, la sola permanencia brinda
satisfacciones y metas que poco a poco se van sumando a la satisfacción
individual de ser artífices de su propio destino.
Todo esto no es un sueño, ni mucho menos una utopía romántica, sino que ha llegado la hora, y es menester tomar el camino del cambio y la revolución total de los conceptos, de los recursos y la energía interna, de la mirada vieja y gastada sobre las relaciones humanas, sobre la responsabilidad con que creamos nuevas miradas y nuevos seres humanos.
Y entre las prioridades esta nuestra propia creación, esta vez sin las
interferencias de un molde social tan ajustado como inútil, de una cultura
sistematizada, de un sistema jerárquico a ultranza que destruye al ser humano.
Entonces manos a la obra, poca mochila y a remar, que el viaje es largo, y no vale la pena llevar provisiones que no nos representan… un día nos encontramos mirando un pensamiento como seres humanos, y aprendemos a confiar en que vamos por el buen camino…
En marcha, que
lo peor es la inmovilidad cómplice que nos deja a merced de lo ajenamente
preestablecido.
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