10 agosto

Pobreza, responsabilidad, beneficios

 

  El enemigo implacable del hombre no es el hombre, como especie, el enemigo es la estupidez: la necesidad de transformar la vida y los hechos palpables y firmes en conceptos relativos faltos de fuerza, la realidad en imágenes fotográficas perfectas, asépticas, inofensivas, el dolor en romanticismo, excusas y planes, motivos y explicaciones.  

  Cuanto más fácil sería si respondiéramos de otra manera, y a la realidad le aportáramos compromiso, si a los hechos consumados le respondiéramos involucrándonos en vez de mirarlos con indiferencia, permitiéndolos.  

  Si al entorno le aportáramos nuestro corazón, respondiendo con sensibilidad en vez de parámetros estéticos,  sensibilidad y respuesta, no sensiblería, lágrimas de cocodrilo y pose.

  Pero el enemigo más feroz del planeta es la pobreza, que se promueve crea y defiende como herramienta, como campo de cultivo, como generadora eterna de mano de obra desesperada para lo que se necesite.  

  Porque desde que aceptamos como especie la vida en comunidad, y con ella la comodidad “sin responsabilidad” de aceptar que decidan por nosotros, dimos luz a las elites voraces y cínicas, al poder como fin en sí mismo, y a nuestra sumisión como condición de funcionamiento y pertenencia al sistema.  

  Y el sistema, cualquiera sea su nombre, funciona de la misma manera a lo largo del planeta, promoviendo la destrucción de la autonomía allí donde todavía se la encuentre, para echar las bases de la uniformidad, de la hegemonía.  

  Desde ese punto, cuando la dignidad pasa a ser un recuerdo, la manipulación se vuelve cotidiana y hasta necesaria, aunque no por ello menos áspera, menos incomoda, como lo demuestra el malestar subyacente en nuestra mente aun después de haber conseguido todo, todo, todo lo que se ofrecía a nuestras manos a cambio de entregarnos dócilmente como pichones mojados. 

  Pero el contrapeso a nuestra vida de indefensa pasividad asesina crece y se multiplica amenazando trastornarlo todo, y en la desesperación de sus carencias totales, recurre a cualquier medio para subsanarlas, cuando la ética, la moral, las buenas maneras, la legalidad, ya son recuerdos de los que nunca recibieron ejemplo.  

  Igualmente, este mismo estado de indefensión no deja muchas opciones más que morir o revolver la basura o pedir, mendigar a quien sea, lo que pueda rasguñarse.  Este contrapeso a los sueños estériles de la sociedad perfecta, se conoce con el nombre genérico de “la pobreza”

  Pero si la selva en galería que rodea al rancho congelado en invierno debe desaparecer para dar calor ¿cuál era la otra alternativa? 

  ¿Morir de frio por la ecología?  Y los miles de metros cúbicos de desperdicios y bolsas plásticas que se amontonan, consecuencia del cirujeo informal, o, en el “mejor” de los casos, se terminan quemando… de que otra manera se podría resolver un déficit alimenticio sin recurrir a las sobras del consumo desmedido de las clases favorecidas por el diagrama social de oportunidades.

  ¿Hay alguna propuesta? Sobrevivir es un arte dramático, cuando el hogar se transforma en una isla donde los náufragos no tienen derecho a construir un bote, y la libertad no llegara con los paracaídas dejando caer bolsones de comida o lo que fuera, si la isla sigue en el medio del mar imposible.  

  ¿O es que hay opciones? Las habría… pero como cachorros que hubieran nacido atados, no saben dónde enfocar el instinto.  Hasta un preso sabe que existe la libertad, tras los muros y las alambradas, y mira a los guardias en las garitas día tras día, esperando una oportunidad… 

  ¿Pero quién se imagina que el planeta no termina en un muro cuando jamás se conoció el otro lado? ¿Cuándo las políticas eternas de todos los grupos dominantes siguen la mecánica de pegarle en la cabeza al que la levanta y tirar migas al piso para que se arrastren las masas empobrecidas?

  Pero es fácil juzgar cuando no somos conscientes de nuestras propias migajas preferidas, de la forma en que nos arrastramos, de los muros que preferimos ignorar antes que intentar escalarlos, claro que es más fácil mirar hacia abajo y estancarse, antes que arriesgar un segundo intentando superarnos. 

  Y así es como sembramos y cosechamos prejuicios y aislamiento mutuo, totalmente imposibilitados de percibir una realidad que no comprendemos. 

  Claro, es fácil emitir veredictos de culpabilidad, por vivir en la margen del arroyo, que después se inunda, y alguien me dijo, como si la verdad fuera evidente “y porque no construyen sus casas en otro lado entonces” jajaja, a veces, el solo escuchar las opiniones ajenas es un ejercicio de la democracia, explicarlas en su real dimensión, sin embargo, un arte que se vuelve imposible, a veces… 

  ¿Cómo entender que hay personas que no comen, por días enteros, familias enteras acosadas por el hambre, día tras día sin posibilidades más que recibir las miradas de asco dela sociedad en su conjunto?¿Mirando el documental de la hambruna en África? 

  Seguro que no.  

  Como entender que a la hora de tener sexo, jamás se accedió a ninguna información más que el llamado del cuerpo, en un contexto donde cada cual se vale por sí mismo, y el embarazo es el menor de los riesgos, cuando no se puede comprar un preservativo… y el SIDA es un monstruo que vive a la vuelta de la esquina.  

  Nadie va a fijarse si esas criaturas hambrientas, donde el estómago manda pero no es el rey, son educadas con mucha más atención, amor y libertad que la mayoría de los que los desprecian… ¿O…cuantas veces, los envidian? 

  Pero si hasta comer un choripán en un acto político se transforma en una afrenta y un crimen, cuando el resto dela sociedad acomodada aspira a ser sobornada con mucho más que eso.  

  ¿O será el miedo de que alguna vez decidan por nosotros, los bien pensantes burgueses acomodados en la historia familiar educativa que camina por el cenit  del adoctrinamiento y la hegemonía del curso incambiable de la raza humana?  

  Cada punto de análisis no resiste el menor análisis, vivimos encajonados en prejuicios mutuos, como nos han embozalado desde que nacimos para que nada cambie. 

  Para que la vida de los animales domésticos sea lo único que aspiremos a cambiar, y nos enternezcamos por los cachorritos esponjosos en la vidriera de la veterinaria mientras esquivamos al niño hambriento y sucio.

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