Pero sin embargo sigo sin entender, como no nos da vergüenza la forma en que vivimos, como podemos seguir alimentándonos de la más pura hipocresía, palabras vacías, gestos preparados, operas primas bien sincronizadas.
Esperamos aferrados al telón, con la aprehensión y el temor al fracaso de un nuevo debut, a que liberen el escenario y podamos practicar nuestras monerías finalmente aprendidas. Todo lo que escuchamos con verdadera atención en la vida son los aplausos y las monedas cayendo en la gorra, y ocasionalmente alguna información al vuelo que nos lleve al mismo fin.
No importa cuánto más tengamos que fingir, cuanto más mirar para otro lado cuando se lleven al matadero a los que tenemos alrededor, de cualquier modo, posibles competidores y rivales(¿tal vez ellos estaban esperando que nos lleven a nosotros?).
Vivimos sin preguntas, con miedo de perder la motivación, la aceptación, y el prestigio de marchar al frente del ejército invasor acorazado.
Como todos los ejércitos modernos, el peligro
es tan insignificante, que la sociedad se espanta cuando un soldado de uniforme
bien planchado -con polvo artificial de los caminos bien pegado- muere de
indigestión.
La guerra de hoy sirve para fabricar esclavos dóciles materiales y más materiales, mas que nada. Incluso esta marcha hacia las banderas plantadas en el futuro, esta simbólica carrera hacia el éxito que encaramos arrasando todo lo que quede bajo nuestras ruedas.
Y obviamente lo primero que arrasamos es nuestro propio sentido de humanidad, nuestra capacidad de ver en el otro un ser valioso para el mundo, antes que un competidor, ladrón de nuestros posibles recursos.
Lo primero que dejamos de lado es toda capacidad de evaluación, toda visión crítica, toda necesidad de hacer alguna pregunta… ¿Qué está pasando?
¿Cuánto cuesta el triunfo estándar de una sola persona? ¿Quién valido estos parámetros de funcionamiento del mundo? ¿Quién toma las decisiones? ¿Porque no me consultan?...
Y así miles por el estilo,
pero al evitarlas vamos perdiendo la capacidad de generar una respuesta propia,
y un día nos damos cuenta que cualquier desperfecto en el funcionamiento
perfecto dela maquinaria nos llena de angustia, de un miedo químico que no nos
deja dormir, el miedo a que “el cielo se nos caiga sobre la cabeza”
Pero no íbamos por otro camino cuando decidimos callar, ante todo, ante todas las pruebas, ante cada atropello.
Lo que antes fue una sorpresa y fruto de encendidos debates, hoy ya no sorprende a nadie: se acepta como parte de la vida que las corporaciones mientan impunemente, sobornen a los fiscalizadores, engañen al público, y nos vendan mentiras programadas para adormecernos.
Alimentos elaborados para envenenarnos, medicina dedicada a mantenernos en un estado de mediocre convalecencia, y todo adornado con un circo de políticos enriquecidos ostentosamente ¿hay algo a lo que no nos hayamos acostumbrado?
Un club de millonarios corrompidos y asesinos, viles, impunes, banqueros y financistas dispuestos a todo, y una ignorancia que solo rivaliza con la indiferencia en el común de la gente, dedicada a pensar que sus problemas vienen de factores temporales y no de la raíz misma de su estilo de vida.
Pero buscamos remedios en vez de salud, y diversión en vez de libertad, somos tan manejables como una tropa de vacas… ¡Pero ellas todavía eligen el pasto, bocado a bocado! Lo único cierto es que ya no hay excusas para definirnos ¿De qué lado estamos?
¿Somos esclavos o asesinos? ¿Podremos mirar a nuestros hijos a la
cara dentro de diez años? ¿Podremos siquiera mirarnos al espejo sin mentirnos?
Están exterminando a la raza humana y no me importa nada, me quedo en casa y espero, el futuro traerá televisores táctiles para tapiar las ventanas… mañana podremos votar por el nuevo partido verde, que luchara por el acceso al exterior de las ciudades, por el derecho a plantar un árbol, por el antiguo recuerdo de los ríos.
Pero mientras hacemos oídos sordos, y dejamos que la realidad camine de la mano de los más cínicos comerciantes, claro, tenemos todavía dinero para comprarles, pero hasta cuando el aire será gratis a este ritmo, nadie lo sabe, nacer ya es prácticamente un delito en la mitad del planeta, y siguen condenando a la mujer que aborta…
¿De qué lado estamos?¿Tienen nuestras manos un cuchillo o un pedazo de pan?¿De dónde sale la harina?¿De quién es la semilla de trigo?
¿Y el molino?¿realmente nos han prohibido que todo lo importante nos importe un carajo o solo son sugerencias para adultos obedientes?
¿Es obligatorio vendarles
los ojos a nuestros niños, socialmente, apenas empiezan a ver?...
La decadencia organizada no tiene precio, damos lo que sea para mantenerla en marcha, auto amordazados, temblamos de miedo con solo soñar con el caos y la pérdida de tiempo que pudiera suponer tener que tomar nuestras propias decisiones como dueños de la comunidad, como ciudadanos, con solo imaginar que alguien nos explique que son las siglas y números que figuran en los ingredientes del 90 por ciento de lo que comemos…
Más vale dormir…tranquilos, y a los niños llevarlos al pelotero, aséptico, a que les enseñen como jugar, solo como premio a quedarse tranquilitos mirando televisión todos los días. Ya ni siquiera los mandamos a dormir a la hora del noticiero ¡que se formateen con nosotros, así no hay disputas familiares!
Vivamos en paz, y cerremos la puerta con llave, antes que entre alguien a matarnos, a esclavizarnos, a robarnos el pedazo de pan mojado enleche que comemos como pichones de paloma, y sigamos caminando a los saltitos para practicar a que ya nos cortaron las alas.
Así es mejor,
así no duele, así podemos simular, jugar a que nacimos así…
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