Hay
gente que se dedicó a construir el mundo que conocemos durante 20, 30, 40, o
cincuenta años… hasta que un día mira un video o escucha una noticia, o es
afectada por los acontecimientos de una forma tan inusual que no tiene
respuestas, que no puede mantener siquiera su permanencia como detentadores del
permiso para que suceda de esa manera.
No hablemos de resolverlo, sino de que un día se dan cuenta que el piso no es el que se mueve sino que nunca existió, era una trampa, solo estaban siendo engordados para ser digeridos por las grandes fauces del sistema, y están al borde de la extinción, en todos los sentidos.
Entonces se plantean sobrevivir, cambiar el mundo, y pretenden hacerlo con el mismo tipo de pensamiento con que lo degradaron… entonces lo primero que hacen es buscar una “institución” con la etiqueta “cambiar el mundo” donde poder integrarse de alguna manera, sin darse cuenta que jamás van a cambiar nada mientras sigan observando con sus viejos ojos, con sus viejas miradas, con sus viejos hábitos de entrega, delación y encajonamiento del espíritu.
Pero sus viejos ideales caducos están tan arraigados, tan
formados a su imagen y semejanza que no tienen herramientas, ni capacidad de
generarlas. El miedo a perderse que les inculco cada cuento para
niños que leyeron en libros de tapa dura, les impide de mil maneras distintas
deshacerse de los hábitos, de los condicionamientos, de las rutinas, los
mandatos, etc. Pues no conocen otra cosa.
Entonces ante la opción de quedar desnudos y vulnerables eligen seguir protegidos por una farsa que represente el germen de sociedad que pretenderían construir si realmente se permitieran elegirlo, y por supuesto esa elección es determinada por todos los parámetros sociales dominantes que generan el mundo tal cual es.
Es más deseable y practico mantener una farsa como marco de relacionamiento que despojarse de todo para mantener la esencia intacta. Esta decisión necesita inclusive combustible externo. Ante esta dicotomía de la conciencia, solo pueden adquirir más insatisfacción y frustración, pues no ven resultados más que en el diseño visual, estructural, jerárquico, territorial.
En fin: dada la
repetición de los viejos esquemas solo pueden aspirar a reproducir sus viejos
errores, en instituciones erróneas, aunque ahora con la pretensión de
renovación y cambio, como si hubiera un cambio real renovando lo mismo de
siempre… el efecto es en definitiva, obviamente el contrario…
Dada esta espiral mágica de volver una y otra vez a combatir el enemigo con sus propias armas, para tomar sus baluartes y hacerlos propios, como hemos sido adoctrinados para que seamos buenos soldados y nada más, no hacemos más que reproducir el ideal de nuestra propia dominación.
Con las facilidades que brinda una vida de acumulación, de elecciones condicionadas sumado al temor de perder todo en un golpe de manos equivocado, era cuestión de tiempo para que el sistema dominante genere muy fácilmente sus propias realidades aleatorias, sus propias verdades alternativas, sus propias oposiciones y sus propias enfermedades auto curables.
Como un buen medico, se autovacuna, y genera la reacción
controlada que no llegara a producir enfermedad que ponga en riesgo el cuerpo
social.
Como cualquier virus
artificialmente inoculado, carece -por concepto- de fuerza vital para
autogenerarse y multiplicarse, y solo aspira a descubrir el lote de punta que
sirva para administrar los recursos humanos hacia su propio desperdicio o, en
todo caso, urgente, poco deseable y raro, su exterminio, en razón de cortar de
raíz un salto cualitativo hacia la variable inesperada del descontrol y la
autogestión, la multiplicación en base a parámetros inútiles a la
hegemonización, la independencia del aparato de producción y consumo o
cualquier otra desviación del estándar esperado.
Entonces por cualquier vía, todo vuelve lentamente a sus cauces, las lecciones son asimiladas y sin salir de sus parámetros completamente, se dan el lujo de no sentirse responsables de nada, poniendo el alivio de haberse salvado por un pelo, al servicio de cualquier actividad relajante y caritativa que les permita desahogarse.
Renacen sin dejar de pertenecer a la estructura caníbal,
que clementemente les da otra oportunidad de redimirse, en agradecimiento a su
aporte en sangre nueva y ajena.
La frustración, la angustia, el estrés, se ocultan solo el tiempo suficiente para juntar la nueva cuota, la que finalmente será pagada, sin haber movido un solo parámetro de lugar, sin haber cedido un milímetro a la presión interna que los reclama como seres humanos, como individuos conscientes, responsables, convivientes del mismo planeta con las demás formas de vida.
Finalmente pagan el precio a su forma de
vida. La gran boca abierta nunca dejo de estar allí donde estaba, en
el mismo exacto lugar debajo de sus pies, y los traga. Y así otra
forma de vida lanza un brote nuevo en la dirección correcta, acaparando el tímido
rayo de sol que queda libre en esta intrincada selva que se hace llamar la
sociedad de consumo.
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