Sangre entre
el pasto
…Pero anoche estábamos charlando en la esquina, tranquilamente, como a las tres de las mañana Por la calle no andaba ni el viento, éramos como quince y estábamos tomando desde el mediodía. El barrio parecía una foto, ni perros se veían, tenía roto el cierre de la campera y el frio se me colaba molesto.
Todos estábamos bien, chamuyando y haciendo planes menos el Cabeza de Perro que había quedado sentado, callado y cabizbajo, después de una discusión por pelotudeces con el Meado, entonces se levanta y empieza a saludar a todos uno por uno.
Yo en ese momento vi que tenía un
tornillo en la otra mano, pero no le di importancia, una pavada ¡quién
iba a pensar! Al último que fue a saludar fue a él, que todavía lo miraba
sobrador, recostado contra un auto.
Y capaz fue al único que lo miro a la cara, levantando la vista del suelo: el Meado se iba a enderezar, pero el Cabezón ya se había acomodado el tornillo entre el pulgar y el otro dedo, y le tira un viaje al cogote, con tal saña y hiel que le ensarta la yugular y queda enganchado.
El Cabeza queda como congelado como por una milésima de
segundo, como esperando la reacción del otro, mientras el Meado queda flotando
flojo y blanco, con la boca y los ojos bien abiertos, entonces se apoya en la
cara del otro y tira del tornillo con esa cara de saña y venganza que todos le
conocemos. Catoshe, que recién se enteraba de lo que estaba
pasando, salta de al lado mío, mientras todos nos quedábamos mirando como si
fuera una película como la piel del cuello se estiraba con el largo tornillo
clavado que no terminaba de desengancharse.
Pero salió, y atrás un chorro de sangre y el Perro salió corriendo por la calle de la agencia mientras el Catoshe lo agarraba al Meado que se iba sentando despacito, y le quería tapar el puntazo con la mano en el cuello que se le iba llenando de sangre, y gritaba que llamen a una ambulancia mientras se iba arrodillando con el cuerpo que se desmoronaba, y se escuchaba el gotear de la sangre que ya le empapaba la manga de la camisa.
Miraba al Negro que se iba cada vez más lejos con los ojos grandes como si todavía estuviera pensando que contestarle al Perro, y todo duró la mitad del tiempo que te lo estoy contando. Ahí como que bajamos todos y nos desparramamos corriendo para casita, nos quedamos un ratito en la otra esquina, la de la casa de piedra, con La Gringa y el Orejón, mirando a ver qué pasaba.
Y sale el milico Martínez con la radio en la mano y sin camisa con la nueve en la cintura y mira para nuestro lado que estábamos escondidos atrás de unos yuyos y el Catoshe seguía gritando, ahí donde apenas se dio vuelta el milico salimos corriendo ahora si más rápido que antes, y llegue a casa y me metí en la cama
La Yeni me pregunto que había pasado pero no le dije
nada, al rato se escuchan las sirenas de la policía y las de la ambulancia y no
pude dormir mas, me quede mirando los agujeros del techo hasta que se hicieron
las siete y sonó el despertador.
Me levante para ir a la escuela bien temprano, pero mama llego cuando estaba haciendo el mate cocido, los enanos tenían frio y no querían salir de la cama. Yo temblaba del cagazo pero parecía frio, y me grito que me ponga las zapatillas que arruinaba las medias y me iba a enfermar.
Calenté un poco de pan, me queme con el mate cocido y salí para acá, en la esquina estaba cerrado con cinta de peligro y había unos viejos comentando así que seguí derecho por la cuadra del Pool. La Yami va a averiguar que paso, si no me andan buscando entro en el primer recreo, así me pierdo la prueba de matemáticas, total, la semana pasada no vine ni un día. Igual voy a tener que conseguirme un fierro por las dudas, un 2-2, que en casa tengo cuatro balas.
Ahora va a haber quilombo con los hermanos, seguro. Tenés
un tabaco que me convides, estoy re nervioso, ese Cabeza de Perro siempre hace
lo mismo…Che, y vos ¿Entendés algo de geometría?
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