Lomo al sol
Hace
tanto tiempo que todo esto empezó de la misma manera en que está planteado hoy
día, que es casi imposible rastrear otras intenciones, otra dirección que la
tomada con arrogancia, corporativamente, por los que llevan el volante de las
políticas agropecuarias de nuestro país, y no quiero decir y del mundo, porque
tal vez exista un país diferente...
Voy caminando por la ruta y veo alambrados que encierran todo tipo de explotaciones, grandes superficies son mal trabajadas y peor administradas, en aras del ahorro en personal, en tecnología, en estructuras etc.
La tradición del santo patrón se llevó el
progreso por delante, y la ineficiencia se disimula rogando más y mejores
beneficios al estado, mientras se restan al mencho ignorante y bruto, como se
lo catalogo hace doscientos años para siempre, porque así está bien, las cosas
funcionan y los bienes se dirigen hacia las personas más capacitadas para
apreciarlos y disfrutarlos, para aumentar la codicia la ambición y la falta de
escrúpulos.
Por suerte, como para decir ¡hay
semilla! No se puede generalizar, no todo funciona igual, y también hay gente
que decidió encarar las cosas de otra manera, muy pocos, estadísticamente, aunque
claro que completamente significativos en sus consecuencias individuales porque
estoy hablando de producción limpia, sustentable, de responsabilidad social, de
humanidad…
También esporádicamente se han dado políticas de apertura, de generación de valor, de arraigamiento y progreso, de colonización, de desconcentración etc. Y generalmente estas políticas extremas terminaron cayendo con los gobiernos que las fomentaban. La mayor parte del tiempo, el sector que logro controlar los recursos naturales, a través de la masacre insensible de los antiguos ocupantes de la tierra, logro con ello el control de la sociedad toda, a través de la economía, generando así mas concentración, mas soberbia ciega.
Es así como el colono o el pequeño propietario se va pauperizando por dejar de acceder a la tecnología y luego a la técnica, al conocimiento, siquiera a la información, herramientas fundamentales para lograr los buenos frutos de la tierra.
Y
dejan silenciosamente de pertenecer al ámbito de aplicación de las políticas
gubernamentales, que cuidan al tambo(o a algunos tamberos, claro) pero no a la
vaca sola, que cuidan la leche industrializada pero no al niño que la toma, y
finalmente dilapidan un país entero en aras de empresas fantasmas y un modelo
exportador que termina esclavizándonos a todos, porque malgastan el ambiente y
manipulan la tierra y sus ocupantes, curtidos, resignados, indiferentes al fin
a lo que pase afuera, olvidados para todo menos para pagar impuestos.
¡Y ahí viene el patrón en su camioneta!, en la estancia de al lado, levantando polvareda, con esa verde felicidad de la soja, no le importa si las casas se vuelven ranchos, o si los ranchos se convierten en taperas, el arsenal químico arrasa con todo, y los desechos se cuelan en los arroyos y las napas de agua.
Cuando ya no se encontraban mulitas ni liebres, menos ñandúes ni venados, ahora desaparece hasta la tararira y los patos, pueblos enteros envejecen (pues los jóvenes se van, y no vuelven) y se enferman de cáncer, cuando no desaparecen: en el departamento concordia se comete el mismo error que en Arkansas o Nebraska, y el futuro será tema de las siguientes generaciones, que, de todas maneras, por las dudas no accederán al mando hasta los cincuenta años, cuando todas las ideas se hayan acabado.
Mientras, el señor Monsanto impone leyes sobre producciones transgénicas
a todo lo largo y ancho del mundo, y de su mano, por cierto, el gran productor
argentino pretende seguir llorando, con el frasco de glifosato en una mano y con
el Manual del Estanciero, de Rosas, en la otra, que ¡Caramba! ¡Era muy bueno!
Pero ha pasado el tiempo, sin dudas, y todo debe hacerse ya de otra manera, y
el planeta reclama que el costo ambiental se reduzca, no solo se dirija hacia
los indefensos, no solo se oculte ¡No solo se socialice!
Por eso es deseable que siempre haya rico pasto en un pedazo de tierra, y no polvo seco volando con el viento, agregando un poco de trabajo, cualquier país se levanta de sus ruinas sin más recursos ni autoridad que su territorio, sin más cohesión que un puñado de ideales y necesidades comunes, pero ese pasto debe ser bien aprovechado.
De no ser así, etnias y especies enteras (cientos de pastos nativos, vegetales
y animales silvestres) desaparecen del ambiente haciéndolo más vulnerable, más
polarizado, como se puede ver desde un avión, con mantos verdes o amarillos de
agricultura intensiva, separados por las cañadas de nuestro paisaje
entrerriano, cuando no, sembradas hasta la cárcava erosiva, en el campo
arrendado.
Y pocas vacas y menos ovejas entre los campos sobre pastoreados y los retazos de monte “sucio” enmalezado, y miles de hectáreas sin más que algunas “taperas” porque la “soja para todos” se llevó a la gente a sufrir a las ciudades (y de la peor manera).
Y aunque algunos
viejos se guardaron un caballo de recuerdo, ensillado, para el desfile, la
mayoría de sus hijos perdió para siempre la pertenencia a un sistema de vida y
de valores que usaba a la tierra para sumar, no para restar: ahora el agua
inunda su casa en vez de hacer crecer los cultivos, ahora el viento entra por
las rendijas en vez de sacar agua del molino.
Y así, los expulsados nunca
volverán a la tierra, olvidándose para siempre de ordeñar su vaca, comer sus
verduras y sus huevos, y ver salir el sol, salvo que, con mucha suerte, logren
mantener un contacto a través de una pequeña huerta y algunas gallinas, aunque
casi seguro que faltara espacio para eso, como para todo lo demás, ahora, donde
sobra espacio es en la olla.
Por suerte, paradójicamente nos tocó ser el granero del mundo, así que no hay más que profundizar este modelo, y sin complicarnos agregando valor o diversificando demasiado la producción, tenemos mucho futuro en esta veta, siempre y cuando los chinos no abran sus propios silos al consumo interno, porque ahí se viene el paro agropecuario y esta vez ya no me quedo con las ganas…
Voy a incendiar todas las camionetas que tengan la
absurda calcomanía “el campo somos todos”, desde ya les agradezco su ayuda, a
veces ando sin fuego.
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