Los unos y
los otros
Estaba hablando en serio y no me creías, me
vas a creer cuando te mienta pensé, y pase a contarte:
Yo vivía ese día con la misma intensidad de siempre, con la tranquilidad del que no rinde cuentas ni detalles a nadie, libre. Y se me ocurre llevar a arreglar el mp3 que hace rato se me había roto, con lo cual termino al azar, en un comercio bastante grande, en una calle céntrica.
Luego de sacar número y esperar mi turno, planteo mi problema a la chica que me atendía, que me explica rutinariamente que debía dejar $ 15 de seña para hacer el presupuesto, y que de no ser aceptado, perdería sin devolución, así como lo estoy contando.
Esta declaración, dicha con esa
facilidad pasmosa, desde atrás de un mostrador al que teóricamente yo no tengo
acceso, la sentí como la fría y escamosa piel de una víbora, caminándome
dormido.
sonriendo por cortesía, amén de la gracia que me causaba lo que acababa de escuchar, me abstengo de saltar el mostrador y aprehenderla hasta que llegue la policía y civilizadamente le digo que no hacía falta el presupuesto, que eran dos puntos de soldadura que había que dar y que me dijera cuanto salía, con lo que empezamos a desmenuzar el marco teórico sobre el que se paraban para someterme sin elegancia a semejante chantaje.
Para ese momento la señora estaba respondiendo mano a mano, y la gurisa se fue a acomodar los auriculares, como para escapar sin mancha, y siguió después atendiendo a otra clienta, que escuchaba atentamente la discusión: que mi tiempo de obreros especializados, que la mano de obra, que el riesgo que dejen las cosas tiradas y no las vengan a buscar más, que acá es así y sino podes ir a cualquier otro lado…
No recuerdo los argumentos pero yo les oponía los míos, llegando a un punto muerto, donde me despedí después de expresarles mi opinión sobre sus burdas maniobras fraudulentas a la señora y al dueño del local, que también se había sumado a refutar las bases de la vida en sociedad.
Yo salí con una sensación de indignación, más bien
rabia, más bien asco, que me estaba empezando a dar ganas de incendiar ese
negocio, pero por suerte todo está en Facebook así que comente el incidente a
ver que pensaban mis amigos.
Sólo un kirchnerista, con su particular lógica propia, se dedicó a defender al comerciante, pues habría que aguantar esas cosas en aras del futuro proyecto nacional y popular, que obviamente era más importante que las pequeñeces del ciudadano común y corriente.
Los
demás pusieron un manto de humor y sarcasmo y uno se ofreció para soldar el
artefacto, lo que en otro momento hizo. En fin, que me calme un poco ese
día, y desistí de todo acto vandálico, después estuve con mis hijos y ya lo
olvide.
Lo más lindo de todo es que el aparato
estaba en garantía, igual que el equipo donde conecte después el mp3 con mi
música favorita, ambos papeles por supuesto, habían sido molidos para las
lombrices, que son muy útiles a la sociedad.
Así anduvieron las cosas bien por un tiempo pero tal vez el calor o algún golpe en esa liviana carcaza china provocaron alguna falla en el equipo: ahora no reconoce el mp3 ¡uy ahora no prende mas! ¡¡no tengo ni radio!! Bueno, cuando pueda lo arreglo pienso ¿pero adonde llevarlo? Olvido el asunto por un tiempo, hasta que un par de sucesos increíbles me sorprenden de la gente y de mí mismo, haciéndome sentir ser y estar mejor, y digo
¡¿Por qué no este obeso sinvergüenza no puede haber
cambiado y ser mejor?! Y un día meto el grabador en la mochila, que no se vea
en el barrio, solo por las dudas, y arranco para el local conocido.
Una vez me dijeron que nadie cambia, no
creo que sea así y el gordo me da la razón, ahora cambio el monto del chantaje
a $ 35 ¿o será tarifa personalizada?
No vamos a discutir otra vez por lo mismo, le digo mientras miraba las gotas de sudor condensarse en la piel dentro del cuello de la remera, mientras veía subir la presión en su cara, temiendo tener que hacerme cargo de algún accidente cardiovascular.
Después de
cerciorarnos que no habíamos cambiado de opinión, y dado que él se resistía a
denominar extorsión a su forma de hacer reparaciones, prometí volver cuando
encontrara la palabra adecuada para su actividad.
Ya ni siquiera me importaba, en la primera oportunidad regale el equipo y me deshice del problema, ahora podría escuchar mejor los ruidos de la cuadra.
Ahora tendría la cabeza más tranquila para mirar a los gurises, vecinos también, que pasan todos los días rumbo quien sabe a dónde a estafar robar y extorsionar a la gente, solo para drogarse más, viviendo como perros perseguidos, apaleados, arriesgando su vida además de la de sus víctimas, para lograr cada puta moneda.
¿Sin futuro? Eso todavía está por verse, seguro sin su lealtad vendida a ningún político, puntero, o capo de ninguna especie, hay gente que francamente, no se roza mucho con el sistema…
Suspiré tranquilo porque sé que nunca voy a tener de
vecino a ese comerciante, por otra parte encerrado, lleno de miedo mirando
películas de acción rodeado de cervezas, gaseosas, chizitos, palitos,
manices… entre almohadones que no lo mantienen suficientemente
cómodo como para olvidarse de lo precarias que resultan la alarma y las rejas
de su casa para su sensación cada vez más grande de inseguridad.
Entonces prefiero toda la vida una horda de rastreros audaces, que no aprendieron a defenderse con un mostrador ni la sociedad de comercio, que no le deben la habilitación ni el asado a ningún concejal ni bombero piola, que seguro no mueren de un infarto, aunque si tal vez antes que el otro, a este tipo que lucra injustamente sin moverse un ápice de su posición impune, soberbia, inescrupulosa.
Sé que con los otros se puede hablar, y que a pesar de la intensidad de su vida, no dejan de lado el amor, y pocas veces se paran en una posición completamente individualista, roban para dar, además de intoxicarse. Y una vez que estaba haciendo pozos, uno me pregunto si no necesitaba uno, como buscando una veta en su situación de marginación permanente del mundo del trabajo.
Entonces a veces nos saludamos con los gurises, o a veces estoy trabajando en mi huerta y pasan hablando de fierros, que hay que conseguir ¡Dos balas! Pedidos de captura, matar, y robar… a veces pasan vendiendo alguna, cualquier cosa, a veces pasan corriendo, persiguiendo o escapando, a veces los siento mil veces más humanos que el otro, sé que si me roban, será corriendo el mismo riesgo que yo, cara a cara, en la misma vereda.
Y nadie va a llamar
a la policía, que solo defiende al otro delincuente, a quien todos saludan
por manejar de ropa nueva, por caminar sobre baldosones lustrados por menchos
sin contrato.
Mientras ahí vienen los pibes mirando
para acá. A ver qué quiere este…
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