19 septiembre

¿Quién tiene fuego?



 


 

Los astros dicen… 

El día ya venía cruzado, inaceptable en sus fundamentos, todo mal.  A veces pasa, y volvía al oasis de mi barrio, para encarar lo que quedaba por hacer.

  Unas cuantas cuadras antes de llegar, haciendo volar las piedras de la calle, un manchado lechón pasa a toda carrera, sin mirar, achatando hasta las orejas en su enloquecida carrera, rumbo a su chiquero.  Seguramente escapando de una olla clandestina.  Pobre gente, ¿Cómo habrá sido? ¿Robar comida para que se vaya corriendo el botín? ...Debe ser deprimente.  

  Pero son señales, en el barrio, no importan las estrellas ni la luna, hay un día que todo empieza a acelerarse, y de repente se vive en tierra de nadie, la muchachada arrecia en las calles soleadas, recorriendo hasta la ropa de las cuerdas, levantando guerra adonde pasa, se siente en el aire.  Días de zozobra, de concentración, de cacería, hasta que todo pasa, hasta que las puertas se abren y los niños vuelven a salir a jugar afuera, y las caras extrañas son expulsadas a su territorio. 

  En los bordes quedan la cenizas de las grandes fogatas… los perros descansan, los caballos salen al  pasto otra vez. Por un momento, vuelve a ser una gran aldea, donde el narco charla con la ama de casa, y el sol rebota sobre el cuerpo de los niños y los pescadores. 

  Por un momento, el silencio comunica que todo está en calma. Pero antes de llegar ya venía el Moca-Moca corriendo, con un revolver en la mano, de lejos parecía un 32, yo iba a su encuentro, pero tranquilo, nunca había tenido problemas con él. ¡Ey! Le grito, porque ni siquiera me había visto ¡guarda eso!  ¡¿A cuál mataste?!  ¡…a todos…! Me grita sin dejar de correr ¿Y porque corres entonces? ¡Ya salen los gurises de la escuela! ¿Tenés tu bicicleta? No, me la robaron ayer. 

  Ahí frena y me pregunta ¿acá?  No, en el centro ¡qué bajón! Exclama torciendo la jeta y los chisporroteantes ojos, seguramente triste por no poder matar a nadie más.  A buscar a sus hijos a la escuela, y darles un beso antes de perderse por un tiempo, en la casa de algún pariente, o en la costa, hasta que la policía se olvide de su cara, igual a todas las caras como se ven pasar desde un patrullero, cada vez más artillado, mas enrejado.  

  De a poco, la realidad se va comiendo la ficción en un segundo, en una semana… la sociedad moderna exige que los carceleros también vivan encerrados y sean perseguidos como liebres, porque el altar de los medios exige sacrificios rituales, cada vez más virtuales, cada vez.  

  Pero en los caminos y las encrucijadas pasa corriendo el mundo y alza a los que no le dan la espalda, sentándose a mirar películas que luego compararan con las versiones más antiguas de las mismas películas.

  Pero no estoy para reflexionar tanto, camino y miro, todo está a punto de estallar, y faltan seis cuadras para llegar a casa, los pibes saludan ampulosamente, confirmando la amistad que permita dejar el revolver en la cintura, por un rato más,  algunos caminan adelante, recortados contra la rojiza tarde, dos más se le suman desde el costado, finalmente paran en el medio de la calle, cuchicheando en ronda, me siento una presa, busco el cuchillo en mi bolsillo, y lo apreto afirmando el pulgar en la hoja, es fundamental que al sacarlo ya vaya bajando a uno, pienso, transpirando frio, pero paso sin mirar ni ser molestado. 

  Unos metros y me chistan: ¡Gringo! ¿No tenés fuego? Me tranquiliza el color de su voz, retrocedo y los saludo, mientras busco el encendedor ¿Estan por salir? Sí, hay un cumpleaños de quince (estos guachos viven en otro mundo) ¿Se quedaron sin fuego?...Te lo regalo, ¡en casa tengo otro! ¿Querés un pucho? Me ofrecen, no gracias no fumo tabaco… ¡Gracias vieja! ¡Un día que cruces por allá te invitamos a fumar un churro! Ni hablar, ya vamos a echar humo juntos, nos vemos gurises, y sigo contento de aumentar mis aliados en este maremoto.

  Llego a mi casa solo para encontrar la policía, la ventana en el suelo, ropa y papeles personales volando en el pasto, corro para llegar a tiempo, pero ya un milico alumbra adentro con su linternita, ¡buenas noches! Grito para desviar la atención ¿que pasó? Pero ya el milico llama a otro y los dos alumbran y me miran, a punto de responderme con un artículo del código penal. 

  Corro antes de decir nada más, valla manera de perder la casa, por algún rastrero puto, y los vecinos de mierda que llamaron a la policía, que solo viene cuando tiene todo resuelto. Los milicos me gritan atrás pero sé que no pueden tirar, cruzo de nuevo los pibes que iban al cumpleaños, a toda carrera, que me alientan a los gritos también, con lo que los cansados policías se frenan finalmente para acosarlos. 

  Me meto en un pasillo al vuelo y mando un mensaje urgente al pelado que incendie mi casa ya mismo, siento como me espían entre las maderas, sigo viaje antes de comerme un tiro, mas sirenas, ahora empezaran a buscarme, si el pelado reacciona, esta misma noche me entrego, para aclarar todo ¡si no tienen nada! Llego a la escuela y me pierdo a través de las rejas, acovachandome entre las plantas del jardín florecido. Rezo cada segundo, esperando la respuesta.

   Llega un mensaje: ¡Hecho! ¡La lancha también!  Por dios gracias, este animal incendio hasta el patrullero ¡Te debo una pelado! Aunque tu exageración me impone un cambio de planes.  Ahora salgo y camino tranquilo, ya estoy cerca de lo del Moca-Moca, espero no haya salido así lo acompaño, va a estar contento, es solitaria la vida del fugitivo…

 

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