01 septiembre

Lauchas


 


 

Dos delantales 

Tarde un rato en darme cuenta de que no era un sueño, o mejor dicho, de que no era un sueño muy común: la Yani me estaba mordiendo la yema de los dedos y yo que la miraba espantado, cuando empiezo a sentir lo mismo en los pies: marce me mordía despacito también y los dos tenían ese brillo en la mirada que me daba tanto miedo, por eso mismo me desperté…

  Cuando me quiero tocar la oreja, que me dolía, pensando en quedarme un rato más en la cama, agarro una pequeña masa de pelo que tironea y me muerde, no sé si salto antes que yo, o si se despegó en el aire, pero la rata seguro que estaba despierta, yo gritaba, y pataleaba en la cama, pateando y destapando a los demás que saltaban a su vez arrinconándose como lauchas, sin saber en realidad que estaba pasando.  

  Ahora prenden la vela, los niños todavía lloran, mama pregunta que paso, dice que prenda el fuego y nos durmamos, solo el tío Ramón duerme a pata suelta, de zapatillas y tapado hasta las orejas, nunca le dio lugar al roedor, pero seguro que sabía lo que estaba haciendo cuando propuso comerse al gato  ¡muy rico! Mejor que  el pollo, bueno, por suerte salimos de la dieta única, ya estaba cansado de comer solo batata, y la otra semana fue papa y cebolla.  

  El frio no me deja pensar, arrimo unos palitos al montón de brasas y soplo, mientras castañeteo con los dedos de los pies para alejar esa sensación de mordida inminente, se levanta un poco el fuego y se arriman Shakira la Pacha el Cone y Carlitos, todos desvelados, todos asustados.

  Ahora tengo que calmarlos, la oreja no era nada, ni sangro, hago magia pasando las manos por arriba del fuego y se ríen cuando soplo y me revuelvo de la quemadura, no tengo que actuar tanto, me queme de verdad, tratando de distinguir los ruidos en la pieza semioscura por el humo, parecen chasquidos de las recortes ardiendo pero son los pasos apresurados de las ratas corriendo de rincón a rincón, entrando por entre las tablas, mordiendo la madera, cercándonos.  

  Para espantar el miedo les canto la canción del sapito, Shakira me acompaña enseguida y seguimos hasta que amanece.

  Apenas caliente el sol saldremos a quemar basura, papa no vuelve, se fue a ver si  conseguía otro caballo ya hace tres días, mama llora, el tío Ramón la abraza mucho rato, no les importa que miremos… 

  Salimos de la mano a ver que encontramos de comer, afuera ya anda el Chino mandoneando y haciendo fuego, cazan una rata inmensa, la tiran a la parrilla, el humo me hace vomitar en la basura, pero el Gitano me sonríe y me hace sentir mejor.  

  Extraño al Marce, cuando era como antes, y nos secaba las lágrimas cuando nos despertábamos soñando cosas, antes de tomar esa porquería, siempre nos traía alguna fruta, y la última vez que paso trajo un lechón, y el gato, que entonces estaba flaco, el muy astuto. 

  Después se perdió, solo los policías preguntan de vez en cuando por él, pero mami les dice que hace rato no viene, igual entran y revuelven todo con los perros, siempre, como si se pudiera esconder abajo del platito de la vela. Y cuando se robaron el caballo dijeron que si no había sido el, capaz lo habíamos comido, y que dejáramos de llenar de piojos la comisaria. Milicos piojosos.

  Bordeamos la colina negra y la ciberchoza, seguimos hasta la parte nueva, un camión empieza a descargar, esperamos de la mano, los niños tienen que entender que es peligroso, los recolectores se ríen y gritan, se nota que viven felices, suben al camión y arrancan a fondo llenándonos de tierra.  Tenemos un ratito hasta que lo vean pasar por el barrio, por la zona verde, rompo una bolsa negra bien grande y desparramo todo ¡fiesta carioca! 

  Entre las serpentinas y las colillas hay hamburguesas aplastadas y pedazos de panchos desarmados, comemos como locos, espantando los perros, que se cansan rápido de ladrarnos y empiezan su propia búsqueda. Solo el colita espera, y se liga una hamburguesa.  

  Cuando nos llenamos la boca, nos guardamos todo lo que podemos entre la ropa, porque ya se escucha al Chino a los gritos viniendo para acá.  Saltamos y corremos antes de ligarnos un rebencazo, Carlitos ya está cansado, la Shaki lo arrastra del brazo,  yo corro con la Pacha a caballito, el Cone viene atrás mío arrastrando una bolsa… ¡por favor que no nos vean!

  cruzamos por el otro lado para escondernos, los Termita están seleccionando, la madre tapa el viento con su pollera, ellos están enojados con nosotros y empiezan a tirarnos piedras apenas nos ven, les devolvemos las que caen cerca, la Shaki encuentra un pedazo de fierro y lo largo para abajo con todo, se lo doy al Tonito en la canilla y queda saltando en una pata mientras 

  La Gorda lo caza del pelo, porque está loca nomas, apenas podemos caminar de la risa, Shakira baila y le brilla el pelo rubio, duro, ¡hermosa!

  Nos sentamos a comer en la montaña de gomas, caminando atrás del alambrado, se ven los pequeños que van al jardín, saludan contentos, la Pachi y Carlitos se los quedan mirando hasta que se pierden atrás de los árboles, sale humo de la laguna,  cuando vuelva papa le voy a pedir para llevarlos de nuevo, aprenden muchas canciones, la Shaki empieza a cantar El Avión, pero no convence, pienso en los delantales colgando en la pared, ¿comen tela las ratas?

   Me pregunta Carlitos, tal vez pensando lo mismo, no si no tienen mucha hambre le digo, y él se guarda un pedazo de pan en el bolsillo, lo como a besos cuando trata de escaparse, y terminamos los cuatro enredados entre las cubiertas en una guerra de cosquillas, prometo llevarlos mañana mismo, hoy no quiero estar triste, voy a hablar con mama.

  Llegamos, mama no está, el tío manda a la Shaki a comprar una caja de vino, quiere acariciarme la cabeza y me escapo, nos miramos con bronca.  Vamos Tato, me dice ella, y arrancamos los cinco, mejor no dejar a ninguno solo, en un ratito se fue el sol y unas nubes frías se corren carreras arriba, nosotros las corremos también pero van más rápido.

  El Diego nos regala caramelos, volvemos mientras empieza a lloviznar, corremos la última cuadra bajo lluvia hasta la puerta donde el tío espera el vino.  Pasamos y le meto una bolsa antes que se apague del todo el fuego, el Ramón se queja pero no hay madera seca, quemo los cajones de la alacena y nos calentamos mientras el putea, el agua empieza a llenar todo, ahora llueve bien fuerte, el fuego se apaga, nos subimos a la cama.  

  El Ramón toma vino sentado mirando por la puerta, las patas en la correntada, nos abrazamos, el frio empieza a ser picante, nos tapamos con la frazada que no se mojó, también miramos la puerta, me pregunto si estará vivo el Marce, si volverá papá, adonde habrá ido mami… 

  La Shaki canta, yo me acuerdo de la cara del Tonito y me rio solo, el tío se da vuelta y me mira, solo para cagarme a puteadas, un día voy a tener un revólver… sigue lloviendo a cantaros, una gota empieza a caerme en la cabeza…

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