03 mayo

Tábanos

 



  El presidente mantenía su postura despreocupada a base de pastillas especialmente formuladas.  A través de la química farmacológica, podría atravesar el fuego sin dejar de sonreír, o hasta lanzarse en paracaídas -su mas viejo miedo- para demostrar sus multifacéticas capacidades, su audacia y su fortaleza a toda prueba, estrictamente necesarias para conducir a la nación. 

  Su magnificencia y omnipotencia no podían ser puestas en duda jamás.  Su seguridad artificial y el  exitismo producto del levantón químico, le jugaba en contra a la hora de tomar las peores decisiones posibles, que luego deberían ser respaldadas por un emporio militar obsoleto y en decadencia.  

  Este viejo y cansado emporio de la guerra, había logrado llenar los cuarteles de escoria de las calles como solución temporaria a la inevitable muerte en combate.  Esto reducía el conflicto social y las quejas de las viudas de guerra, a la vez que mantenía a las grandes ciudades con un índice de criminalidad aceptable.

  Una de las consecuencias inevitables, había sido la inundación de armas de guerra ilegales entre la población, producto de la imposibilidad de controlar los inmensos arsenales y depósitos, cuya vigilancia estaba a cargo de dudosos soldados, extranjeros resentidos eximidos a tal efecto de las contradictorias y autoritarias leyes de inmigración, delincuentes comunes indultados a toda prisa en aras de la seguridad nacional, adictos y pandilleros recolectados en redadas que atravesaban todos los suburbios del país. 

  Por supuesto, este era un tema manejado por los generales, últimos responsables del stock y de su rendición de cuentas, quienes parecían conformes con permitir un constante goteo de materiales, a cambio del reclutamiento asegurado de nuevo personal.  

  La oficialidad, en cambio, sometida a un problema de indisciplina permanente, permanecía en un estado de frustración y desmotivación, que resolvía a través de represalias violentas, asignaciones de misiones y tareas suicidas, o asesinatos selectivos en el interior de las bases, que buscaban descabezar anticipadamente cualquier liderazgo espurio que pudiera poner en riesgo su trabajosa autoridad.

  El presidente era ajeno a todos estos pequeños problemas, su responsabilidad era el Gran Juego, donde en vez de un recluta incorregible tenía que lidiar con líderes o países enteros.  Por suerte estaban los médicos, y su magia.  De vez en cuando, algún coletazo químico lo hacía transitar mundos imaginarios por un par de segundos, minutos o hasta horas, durante las cuales no dejaba de hacer declaraciones y amenazas confusas, erróneas o mesiánicas, que luego debía desmentir, ignorar o corregir, descaradamente escudado en la seria cara de aprobación de sus funcionarios.

  En realidad no era para menos, la tensión que tenía que soportar cotidianamente era monumental, con los organismos de derechos humanos, que durante décadas habían seguido el juego, desbocándose en declaraciones ofensivas y condenatorias, y amenazando con liberar pruebas al público, con CEOs de inmensas empresas, que habían lucrado y crecido a la sombra del poder militar, desafiando e imponiendo condiciones de igual a igual, con una diplomacia descaradamente independiente que pretendía resolver problemas internacionales, en vez de generar excusas para invadir y saquear como había sido siempre.    

  Ya no se trataba de problemas que pudieran solucionarse con dinero, o con mucho dinero -que perdía cada día su valor- sino de una rebelión interna que amenazaba con reestructurar completamente el entramado complejo del ecosistema interconectado de agencias, organismos, instituciones y gobiernos afines, sobre el que se apoyaba la indiscutible hegemonía de tantos años, ahora en imparable caída.

   El presidente miro la pequeña pastilla circular con atención, admirado de que tantas sustancias pudieran concentrarse en un formato tan inofensivo, despues de lo cual se la tragó, acompañada de un vaso de agua.  Un minuto despues estaba bailando en su despacho, lo cual fue advertido por su secretaria personal, que enfiló sus pasos hacia el bar, conocedora de las rutinas de su jefe.

   El teléfono sonó.  El General Mike lo invitaba amablemente a una reunión, aunque su reticencia a dar detalles, hacía suponer que los últimos desarrollos habían sido un éxito.

  Atentamente, sin dejar de dar pequeños sorbos a su vaso de agua (los médicos le habían advertido del peligro de -a su edad- deshidratarse), enfoco sus ojos en la pantalla que ocupaba la mitad de la pared, en el íntimo salón.  Mas allá de eso, solo había una pequeña mesa ovalada y ocho sillas.  El general de cuatro estrellas intentaba captar su atención con algunas monerías como un perro que juguetea delante de su dueño, sabiendo que va a regalarle un hueso.  

  Un soldado inmóvil en una trinchera desconocida, seguramente filmado por un dron de observación... un destello plateado que se acercaba revoloteando, la indiferencia primero y despues el asombro del combatiente, el impacto, la explosión.  Un cuerpo muerto.  Desactivado.

  Tal vez era su cabeza sobrepasada de estímulos o tal vez era un intento de engañarlo para forzar nuevos presupuestos.  Con un gesto, hizo que volvieran a pasar el corto video, ahora en cámara lenta.  De reojo miró al aviador, que sonreía orgulloso, sin poder ocultar su satisfacción, consciente de la total sorpresa que estaba causando. La película seguía pasando, cada vez dando lugar al descubrimiento de un nuevo detalle.

  _Son pequeños como pajaritos...

  _Aun más, casi como tábanos...algo así -dijo el General Mike, extendiendo su mano, hasta ese momento escondida en su bolsillo- Pequeño y letal, unipersonal, y por el precio de un solo avión de sexta generación, aun en diseño, se pueden manufacturar, en menos de seis meses, unos sesenta mil...  

  _Todo un enjambre eh! 

En ese momento de triunfo, Mike jugo su carta secreta, enviando una señal al pequeño artefacto que descansaba en la palma de la mano izquierda del presidente, sometido a su mas minuciosa observación, con lo que empezó a hacer un zumbido que rápidamente aumento de volumen... 

  No pudo evitar la tentación, la oportunidad que el destino le daba de equilibrar tantas humillaciones, al ver la cara del presidente volviéndose blanca de repente, y se tiro al suelo en un instantáneo "cuerpo a tierra" que provoco un grito histérico y afeminado del poderoso dirigente mundial, al tiempo que tiraba el diminuto artefacto contra un cortinado, para imitar su defensivo gesto, tirándose trabajosamente al suelo...

  Unos segundos despues, estaba claro que la broma no solo había sido de mal gusto, sino que toda esperanza de poner en marcha el proyecto, quedaba completamente descartada.  El presidente salió caminando sin siquiera mirarlo, despues de levantar su cuerpo lentamente del suelo, ayudado por dos espantados y desorientados asesores, mientras, el resto de los testigos, abandonaba la sala evitando pasar siquiera dos metros a su lado. 

  Despues de casi tres años de impecable y poco reconocido servicio, se había convertido automáticamente en un paria...

  Su pesado desasosiego, corría a la par de su amarga satisfacción, ya que había visto al anciano jefe claudicar y salir rengueando de la habitación.  Nada mal para ser su última pelea...

  Como buen soldado, al no recibir orden o pedido alguno, permaneció en su lugar, jugando con el artefacto tecnológico que había sido su perdición.  

  A las 12 en punto, entró su gran amigo, el General John, para avisarle que había sido designado como su sucesor.  Con las encuestas al rojo, había sido estúpidamente imprudente, convirtiendo una oportunidad de gloria militar en un deshonroso final, y en una anécdota infantil, que sin embargo, jamás podría ser contada.

  Su colega, ascendido a tal efecto, lo reemplazaba automáticamente, aunque la designación no se haría sino un par de meses despues.  Sin embargo, como un gesto de lealtad, intentó poner en marcha algunas pruebas del novedoso desarrollo, que rápidamente fue combatido en las trincheras con palos y culatazos, dado el pequeño poder explosivo del lento insecto de metal plateado. 

  La última oleada había sido desactivada electrónicamente, y ahora esa tecnología seguramente estaba en las manos del enemigo, que la desmenuzaría pacientemente en sus talleres.  Nadie supo jamás de estos eventos, ni se revelaron pruebas desde ninguno de los dos bandos.

  John atravesó el cambio de gestión sin mayores contratiempos, aunque la burocracia lo enfermaba.  No podía pisar una pista sin añorar el puesto de piloto, libre y absoluto señor de los cielos... Ahora, en medio de estas turbulencias económicas, habían perdido completamente la capacidad de innovación, mientras intentaban simular la puesta en marcha de un nuevo modelo, aunque la vieja fábrica no podía siquiera terminar de ensamblar el nuevo avión presidencial.

  Todo el mundo hablaba de Mike nuevamente, y su profecía de una guerra con China, que parecía a punto de cumplirse... pensó en él todo el día. Estaba a punto de llamarlo cuando ingreso un mensaje suyo, el asunto era: Tábano.2

  El general de cuatro estrellas se quedo mirando la pantalla mientras sentía su corazón acelerarse rápidamente...





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