07 diciembre

Escalada

 



  No es imposible detener la guerra.

  Solamente...habría que dejar de fabricar armas y proyectiles y la guerra se detendría sola por causas naturales.  La falta de recursos haría que los contendientes cedieran a sus aspiraciones violentas y encararan vías de negociación y convivencia pacífica, de coexistencia.

  Aaay, que hermoso! Casi parece que porque se puede pensar, porque se puede decir en voz alta con un tono solemne, es una simple cuestión de intencionarlo, al estilo de los gurúes de la nueva conciencia, para que todo sea amor, paz, prosperidad, felicidad mutua y alegría universal.

  En la práctica, la guerra no se detendría por eso, a un bando se le acabarían las armas o las municiones primero que al otro, aunque, de hecho, la abundancia de proyectiles, armas y variadísimas máquinas de guerra es tan descomunal que esperar que la guerra se detuviera solo por dejar de fabricarlas hoy, significaría una espera de entre veinte a cincuenta años.

  Esa es la situación, porque quien tiene poco, no lo desperdicia, aunque el odio y la sed de venganza, las ambiciones imperiales o la necesidad de libertad, jamás se apagarán.  Es la especie humana lo que está haciendo que esto pase, un acervo cultural, genético, histórico, que nos lleva inevitablemente al conflicto, porque es lo único que conocemos, lo único que se nos enseña universalmente, lo único que se aprecia y premia, lo único que se respeta.

  Si la guerra se detuviera porque uno de los bandos no tiene armas o no quiere pelear, no existirían las masacres y los genocidios, esa vieja costumbre que nació con la humanidad.  Si la guerra se pudiera frenar con justicia y leyes, con acuerdos y alianzas, con conveniencias mutuas y beneficios equivalentes, no se seguirían invadiendo países ni destruyendo hogares y sembrados, asesinando hasta las vacas, los perros y gatos, envenenando los pozos de agua y arrasando los bosques, como pasa desde que el primer ser humano se elevó con sus dos piernas sobre el horizonte continuo del suelo de su pasado cuadrúpedo.

  Si la guerra se detuviera por la asimetría de fuerzas y recursos, por el hastío y la fatiga de la muerte, por la devastación de los territorios, no existirían las guerrillas ni las resistencias ciudadanas. Si fuera así, no habría nuevas personas que, sin haber tocado un fusil en su vida, aprenderían a disparar sin piedad, a matar, aunque toda su historia anterior consistiera en la dedicación a dar la vida, trabajar honestamente, y sembrar el futuro en base a esperanzas cotidianamente renovadas.   

  Esto es porque la vida misma no es el último valor, el mas deseable y grande, ante la libertad, la autodeterminación, o la ambición despiadada y el sadismo de los conquistadores.

  Es por eso que derrotar a un enemigo de una forma ejemplificadora y profunda, arrasar sus bienes y asesinar o encarcelar a sus líderes, no garantiza mas que la continuidad de la batalla, mañana más encarnizada que hoy, más amplia, más permanente.

  Porque la victoria no derrota las aspiraciones, las alianzas, la historia común de un territorio, la memoria histórica y los recuerdos colectivos.  La victoria no extermina el deseo ni las intenciones, siempre subyacentes y a la espera, aun en el marco mas estricto de sumisión y opresión, de violencia y saqueo, de expulsión y genocidio. 

 Si fuera así, no tendrían que volver a intentarlo, una y otra vez, durante cientos y miles de años, una y otra vez.

  La única forma de detener la guerra, y que no resurja como los brotes tiernos de un tronco recién cortado, es la asimilación cultural, que es la forma mas despiadada y cruel de guerra, y por eso, solo se acepta cuando todas las derrotas se han acumulado y cada batalla ha reducido al oponente a la única opción de morir o escapar para siempre.

  El único hecho que se comprueba desde hace miles de años, es que la guerra es un gran negocio, y como tal, seguirá en marcha mientras sea rentable(para siempre), ya que no hay nada mas barato que la vida humana.  Lo que nadie se pregunta, casi nunca, es como fortalecer la paz, en vez de detener la guerra con mas guerra.

  El único hecho que se comprueba, es que cualquier estrategia o medio para fortalecer la paz, deriva por concepto e inmediatamente en una atomización del poder, en una soberanía individual, en un recupero del poder de decisión sobre la propia vida y el propio destino.  Por lo tanto, una afrenta directa al poder mundial y una declaradamente inútil y perniciosa utopía que jamás va a ser apoyada ni permitida por las élites dominantes que mantienen sometido al planeta entero.

  La única manera de detener la guerra es detener la guerra en nuestros corazones y mentes, en nuestros hogares y cuerpos, en nuestras familias y vecindarios.  Porque mientras sigamos intoxicándonos con sustancias altamente nocivas y adictivas, para escapar a la sensación de impotencia que nos produce  caernos de la cama para insertarnos en el yugo del trabajo, o en la desesperación del desempleo, no vamos a solucionar nada.

  Si todo lo que hacemos es descargar nuestra frustración, castigando a los mas débiles e indefensos que nosotros, o incluso a nuestros propios hijos, cuando no podemos patear al perro, la violencia renace y se multiplica a nuestro alrededor, siempre, cada día.

  Si preferimos criticar y condenar, antes que crear y sembrar, si elegimos castigar y someter antes que integrar y resolver, la violencia y la guerra brotan desde nosotros mismos como agua, para regar cada nuevo conflicto por venir.

  No hay un camino del medio, solo se puede construir, restaurar, sembrar y amar, o arrasar, someter, oprimir y aniquilar.  Si no estamos haciendo una cosa, estamos permitiendo la otra, aunque no nos importe, aunque no lo veamos, aunque no suframos las consecuencias inmediatas sobre nuestras cabezas.

  La realidad es que el mundo es uno solo, no hay lugar donde escapar, ni donde tirar la basura, no hay lugar donde esconderse para siempre, ni una forma de vivir mejor eliminando o humillando a los disidentes, competidores, críticos o a los que simplemente, parecen o piensan distinto.  

  No existe lo distinto, todos estamos entrelazados de miles de maneras, y no hay forma de borrar o dañar nada sin que un hilo de nuestra propia trama quede acariciando el aire, listo para deshilacharnos, desarmarnos, designificarnos...

No podemos ser si no dejamos ser.  Recíprocamente.  Cotidianamente.  Hoy, mañana, siempre...














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