11 diciembre

Matar

 



  Esta sociedad te permite matar.  Asesinar a otras personas, legalmente.

 Algunos podrían sorprenderse pero es la verdad, y no es necesario anotarse a un curso acelerado de alguna de las innumerables fuerzas represivas o de seguridad.  No es necesario hacerse soldado o mercenario y aterrizar en una guerra cualquiera.  Ni siquiera necesitamos ser los terroristas favoritos de ningún imperio.

  Vivimos en un sistema capitalista.  Todo tiene un precio.  Y el precio depende de que pueda ser pagado, de que su costo final contemple todos los materiales, todo el tiempo invertido, todas las etapas del proceso de manufactura.  

  Somos mercancías.  Somos un producto más de la sociedad tecno-industrial.  Pero a la vez somos consumidores! Nuestra vida o nuestra muerte tienen el mismo valor, la misma capacidad de intercambio en una balanza que, constantemente, es empujada de un lado o del otro, ya que tiende eternamente al desequilibrio.  

  Esto es así porque el formato antinatural en que un universo total a nuestra absoluta disposición es cuadriculado y seccionado, empaquetado, cercado, enlatado y etiquetado, desnaturaliza y aliena, y hace inevitable tensiones, malestares y retrocesos:  la convicción de haber nacido para convertirse en un esclavo no tiene cohesión por si misma, y debe ser revitalizada constantemente. 

   Entonces todo se nos oculta, se nos dificulta, todo se enajena, se distorsiona, para que su obtención sea causa de comportamientos y decisiones que no tomaríamos de otra manera.  Claro, esto genera un desfasaje inevitable, en el que el ser humano vuelve a buscar nuevas maneras de acceder gratuita y universalmente a lo que por derecho le corresponde: todo lo que lo rodea.

  Entonces, la industria logra nuevas maneras de acceder a lo mismo, nuevos caminos y productos innovadores, novedosos esquemas de pertenencia, atrayentes formas de pago...Una mierda.  Todo es igual a si mismo desde que comenzó la revolución industrial.

  Bueno, me disperso, cual era el tema? Ah...matar.  Matar.  

  Matar, así, con mayúscula, no escapa a la dinámica de proceso-producto, al esquema de costos-beneficios, financiamiento-deudas, subvenciones-impuestos.  Entonces? Por qué se condena el hecho de brindar la muerte a nuestros semejantes?

  Se condena cuando no es rentable.  Se condena porque la salvajada de matar a otra persona con un cuchillo de cocina sin invertir un centavo, no genera nuevos pedidos en las líneas de producción que afanosamente fabrican costosas armas, cerraduras, sistemas de seguridad, empresas de protección y custodia... etcétera.  Se condena la estupidez de matar sin generar nuevos gastos, nuevos ingresos.  

  Se condena la ofensa social de matar sin mover la economía, sin generar empleo, riqueza, poder.

  Se condena el asesinato impulsivo y desesperado, no porque haya menos pruebas que en los crímenes de un millonario (al contrario) sino porque su ejecución apenas mueve la aguja del dinero, y por lo tanto, debe rendir algún beneficio a través de la industria carcelaria.

  Cualquiera puede matar con impunidad si invierte lo suficiente, lo único que importa es cuanto mueve la aguja del dinero, cuanto equilibra la balanza que permite que cada uno de los integrantes de la sociedad tal como la conocemos siga empecinándose en su interminable intento de trepar por las lisas paredes del frasco donde se le ha asignado permanecer.

  Un médico, un abogado o un empresario pueden matar.  El estado les facilitará todas las herramientas, todos los pasos y procedimientos necesarios para quitarle la vida a alguno de sus semejantes, con solo cumplir con las formalidades pertinentes y tramites adecuados, necesarios, para la tenencia o portación de un arma. 

 Invierten en seguridad, invierten en la industria armamentística, incluso, algunos son coleccionistas de armas, cuyo costo implica superar largamente los beneficios esperados por sus fabricantes, por lo que es natural y deseable que estas inversiones redunden no solo en contraprestaciones, sino en demostraciones practicas que permitan promocionar los productos usados.

  El producto puede ser esa pistola calibre 45, o ese juzgado penal donde comprensivos magistrados se apenarán de los contratiempos que la sociedad le hace pasar a una persona honrada, solo por defender su hogar y su familia de reales o presuntos delincuentes.  El producto es la misma democracia, cuyo malfuncionamiento permanente necesita de una promoción igualmente totalizadora. 

  Vamos...!  Es que la justicia no se hizo para todos! Es que las leyes no se hicieron para todos! Es que, las cárceles no se hicieron para todos!  

  O se creen que saldría lo mismo!!  Construir calabozos climatizados con baño en suite, mucamas y mayordomos, servicio de mensajería, nutricionista, masajista, personal training, conectividad total, paredes de vidrio espejado para no dejar de tener buenas vistas al parque, comida gourmet 24 horas...etc. 

  No!  No sería productivo!  Llevaría mucho papeleo, mucha inversión y mucha formación de los idóneos cuidadores.  Y no por eso conformaría a nadie.  

  Lo mejor es que un asesino acaudalado y sostén del sistema sea declarado inocente y siga libre haciendo lo que mejor hace: dinero, poder, relaciones...

  El mejor remedio contra la depresión, es dejar la puerta entreabierta, las llaves del auto puestas, y agazaparse atrás del armario de los sombreros.  Y apenas llegue un menesteroso, aun sin intenciones de robar, descoserlo a tiros.  En solo unos cuantos segundos podemos pasar nuestros aburridos limites y ser atravesados por ese ramalazo visceral de adrenalina que pone todo en su lugar, que resignifica todo: Por esto valía la pena estar vivo!

  Ni siquiera es necesario llamar inmediatamente a la policía, podemos acercarnos al moribundo y obtener algunas palabras realmente significativas.  Porque es al limite de la vida, en el portal que la muerte va abriendo hacia la oscuridad cuando los pensamientos son mas claros y libres, la humanidad mas fraterna y los sentimientos mas puros. La luz que se escapa de un cuerpo que se apaga puede derrotar nuestra propias tinieblas.

Luego nos ocuparemos de que estos honestos policías que se ocupan de limpiar la escena tengan mas patrulleros, mejores armas, uniformes y botas nuevas, mas balas... lo que sea.  Nuestro dilema social no pasa por la culpa o la necesidad, sino por la mutua conveniencia y la productividad, la rentabilidad.

  Es así como funciona el sistema, y es por eso que antes de apretar el gatillo, los medios masivos de comunicación desvalorizan la vida de nuestras futuras víctimas, mientras no dejan de publicitar cada ostentoso producto de lujo, completamente redundante, innecesario, para que vayamos sumando monedas al futuro equilibrio de nuestra balanza de intercambio.

  Así que ya saben! No se trata de justicia, no se trata de ética o moral, de absurdos principios de igualdad y todo eso...solo es economía.  El sistema puede absorber inmediatamente cualquier masacre y convertirla en ganancia, en nuevos productos, nuevas ventas...  En souvenirs!

  Lo que no puede tolerar es la improductividad, la falta de liquidez, la acumulación de stock, la intolerable y gratuita paz.  

  Ahora que ya lo saben, al mercado!  





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