19 diciembre

Involución

 


 



  Somos seres sociales.  Como las hormigas o las abejas, con la diferencia de que en estos insectos, cada individuo trabaja y vive para el bienestar y la supervivencia de la comunidad completa.

  Somos seres sociales, como los gorilas o las hienas, como las ballenas.  La diferencia es que estos animales no perjudicarían a su pequeño grupo para obtener una ventaja individual.

  Somos seres sociales, como los pájaros, aunque estos no pelean para acumular y desperdiciar, no cantan para silenciar a los demás.

  El adelanto tecnológico que nos parecía mágico se volvió nuestra peor prisión.  Primero fue el fuego, y despues todo lo demás, cada vez mas intenso, mas absorbente, cada vez peor...hasta que llegamos a ser la única especie que duerme en una jaula.  Una jaula que no solo es de barrotes y ladrillos, no solo de horarios y estilos, de modas, sino de conceptos.  

  Cuando nadie nos mira, incluso en la mas estricta soledad, seguimos encadenados a prejuicios, a ideas absurdas.  A antiguas interpretaciones de un mundo que ya no existe, que se esfumó!  Nuestros actos y pensamientos son diseñados en una cinta de montaje industrializada para seres humanos.  Ya ni siquiera podemos vivir sin etiquetas ni instrucciones, somos inertes, inermes, inútiles

  Construimos zoológicos para contrastar.  Para que animales orgullosos nos miren con tristeza, así podemos sentir que si, que nosotros si, estamos en libertad.  Aunque ellos sepan que no es cierto.

  Y desde ese lugar tenemos sexo, procreamos, generamos vida, y traemos a nuestros hijos al mundo.

  Somos conscientes de nuestra esclavitud.  Somos conscientes casi tanto como somos conscientes de la libertad con que viene al mundo un nuevo ser humano: la misma libertad de los tigres o los osos polares, los ratones de campo o las libélulas.

  Así que los llenamos de miseria, a nuestros propios hijos.  Los vamos envolviendo en hilos cada vez mas ajustados, como una araña con su presa, porque tenemos derecho, para cuidarlos, para que no corran peligro...

  Como si no fueran seres humanos completos, los vamos cercando con nuestro miedo, con nuestras inseguridades, con nuestra permanente frustración.  Como si no fueran individuos los atamos a nuestros pies (para que no tropiecen) como si su vitalidad pudiera sentirse cómoda recorriendo nuestro gastado camino.

  Tememos que se equivoquen, que sufran, que sean felices, que... tememos que pongan en juego nuestra escala de valores haciendo su propias huellas en el suelo.  Porque todo lo que les enseñamos fue para que aprendan a detenerse antes de dejar el nido.

  Somos felices cuando van de la cama a la televisión, y de ahí al teléfono, a la mesa servida (dejá mi amor no juntes los platos, mamá nació para eso)  porque eso les impide volar: como si fueran pájaros enjaulados, disfrutamos viendo a nuestros hijos volver siempre al comedero.

  Si no lo cumplen los padres, estarán atentos los abuelos, lo importante es hacer que se vuelvan inútiles, fofos y gordos, o en su defecto, adictos, esmirriados y zombis.  Lo importante es no dejar que evolucione la especie humana, impedir la experiencia, la visión, la decisión propia.  Lo importante es generar obediencia y desinterés sobre la propia vida, sobre la profundidad de la propia vida.  

  Y enfrascados en esa profanación permanente, intentamos no darnos cuenta de que también nuestra vida, se va erosionando de significado y propósito, porque también hemos sido educados para amar la superficialidad y el confort.  

  Llegamos al final de nuestros días convertidos en un montón de polvo con el que el viento juega, y sin embargo sonreímos.  Llegamos a la meta final, pero nuestro mandato ha sido cumplido.

  Hemos convertido en idiotas útiles a la próxima generación!


  



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