Cuando el -luego depuesto- vicealmirante alemán* propuso olvidar Crimea, hablaba de realidades, de aceptar límites actuales, desescalar la guerra, pero también de la clase de desempeño que sería posible de parte de su armada, si tuviera que garantizar cada tanquero regasificador o petrolero surcando los mares en un contexto de hostilidades abiertas. Y esto, a cambio del suministro de estos recursos por tuberías actualmente en funcionamiento?
La propuesta era de una pureza lógica implacable: olvidemos Crimea, evitemos la guerra en nuestro vecindario, disfrutemos del Nord Stream
Lógicamente, fue despedido.
El Partido de la Guerra, en todos los países, actúa unificadamente hacia un objetivo común, que es medir sus límites a través de la más destructiva confrontación militar posible.
Para ello no vacilará en poner a prueba el consenso y el alcance de su propaganda, asesinando embajadores y primeros ministros, encarcelando presidentes, despidiendo generales o destruyendo cualquier otro impedimento encarnado en una intención de paz: La guerra es la paz.
Y así, con este viejo axioma, que no duda en desmantelar o enajenar las bases industriales o sociales de sus propias naciones, en aras de impulsar un conflicto que destruya todo, se rediseña el consenso social a golpe de martillazos mediáticos, falsas banderas, neohistoria, y una cada vez mas descarada participación como socios, accionistas, y facilitadores, de los billonarios del mundo.
El mejor negocio del mundo es la guerra, el mas rápido y de instantánea devolución. No solo goza de subsidios y subvenciones estatales, sino que por lo general se cobra por adelantado, no requiere de permisos ambientales o sociales, ya que se impone por su propia fuerza, y asegura una continuidad y un crecimiento exponencial de las manufacturas... y luego: el negocio del rearme, de la reconstrucción, y el reparto de recursos y bienes, tierras y personas, entre los vencedores
Todo parece rutinario en el lento caminar de los imperios, aunque, al día de hoy, la única garantía real, es la de la total derrota de la vida en el planeta.
Es que... vencer es una palabra antigua, de cuando se usaban espadas y catapultas, arcos y flechas. Vencer, es una palabra inaplicable en el contexto actual, en el que la guerra es solo un blanqueo de capitales, influencias e intereses, garantizado por la total debacle de las sociedades que se involucran en ella.
Nadie vence. Nadie vencerá. Solo estamos a las puertas de un desmesurado negocio, al que aportamos sentido poniéndonos de uno u otro lado, como si tuviéramos algún interés real en ello. Como dos caminantes que discuten que marca de auto es mejor, tomamos partido por unos u otros, legitimando una masacre lejana y nebulosa, mientras los jugadores reales apuestan y se divierten desde sus modernos castillos de cristal blindado.
Bueno, todo aparenta normalidad: lideres paternales luchando contra monstruos marinos y molinos de viento, imponiendo carencias y restringiendo libertades, exprimiendo las economías, sacrificando chivos expiatorios diariamente en aras de una victoria que nos devolverá la gloria y el liderazgo merecidos.
Y millones de personas aplauden y se babean por anticipado, como si en algún momento fueran a dejar de pagar los daños para empezar a recibir los beneficios.
La realidad es que, cuando caiga la primera bomba nuclear, el mundo entero se convertirá en un inmenso campo de refugiados de nueve mil millones de personas.
Por fin, habremos unido a la humanidad.
* Kay-Achim Schönbach, Vicealmirante, jefe de la Marina alemana hasta el 22 de enero de 2022
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