Claro, cada cual depende de su trabajo.
Los analistas de seguridad: de avizorar amenazas ficticias, o mucho antes de que se produzcan realmente. Los "Youtubers" e "Influencers", de que las aguas sigan revueltas, de que la gente siga siendo estúpida.
Los políticos, de generar el temor y la desconfianza social que les permita configurar alianzas inexplicables, presupuestar obras inconcluíbles, y pedir prestadas sumas impagables -y de más está decir, que de cada peso tienen sus diez centavos de comisión-.
Los industriales sueñan con grandes contratos y los generales con grandes montañas de armas. Las empresas aseguradoras, las constructoras...crean dinero. Ganan, sin trabajar.
Los mercenarios del dinero, los sicarios económicos... se relamen imaginando nuevos territorios y recursos a esquilmar.
Los presidentes prefieren aprovechar para entronizarse en el poder, y los delincuentes comunes para hacer stock de armas de guerra a precio de ganga.
Los presidiarios esperan ser liberados para combatir, los banqueros prestan dinero virtual a cambio de oro real.
Los periodistas se llenan los bolsillos publicando noticias falsas mientras se adaptan a la verdad que más les convenga.
El público solo consume, espera ver pasar todo por la TV sin correr riesgos. Cómo mucho, espera agazapado en la redes sociales, para decir algo que lo haga creerse mejor que el de enfrente.
Cada cual espera que nada cambie, gane quien gane, y que la alarma del reloj no deje de sonar a las seis de la mañana. Sin embargo, cada cual exige represalias que manos desconocidas descargarán lejos de casa.
Pero la guerra no se trata de líneas en un mapa, o en el suelo. No se trata de banderas rojas, verdes o azules, de grandes intereses. Se trata de personas.
Somos la hegemonía, por eso existe la guerra.
Personas que disfrutan el sufrimiento infligido a desconocidos, como disfrutan una película. Personas que valoran el precio de su comodidad igual que la muerte y la desolación que costaron.
Personas sin rostro que mueren alrededor de cada campo de batalla, entre toneladas de hierro inútil, o quedan como despojos de un mundo que ya no existe.
Millones de personas que pierden la guerra del hambre, cada día.
Millones de personas que vagan y divagan, expulsadas de casa, sin hogar.
Mientras los hombres de negocios recorren el planeta, las fronteras detienen al resto.
El tiempo se apresura. Cada límite se arrasa. Todo se acelera con la propaganda.
Los miserables sonríen como niños.
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