25 junio

Crecer

 


Cual es el  problema con la especie  humana  que llegamos al punto de confiar en Inteligencias Artificiales como última esperanza para resolver los problemas  humanos causados por seres humanos?

  Claro que los problemas que solo afectan al ambiente en general, a la naturaleza de la cual no nos creemos  parte, no necesitan soluciones, pero eso es, por supuesto, otro problema, únicamente relacionado a nuestra permanencia como especie y como ecosistema común.  Y cómo las Inteligencias Artificiales no serán adiestradas para esto, afortunadamente, no van  a brindar sus humanizantes reparaciones...  

Sin  embargo, cada día, desplegamos nuestro asombro, nuestro deleite, hacia la tecnología: cruel, irracional herramienta humana para aumentar las diferencias, las inequidades y las injusticias, para establecer y eternizar  la opresión  y la violenta dominancia de unos pocos sobre el resto. 



 Porque, tenemos que empezar a reconocerlo, desde que se invento la espada, la rueda, la escritura, la religión, (Que, por cierto, no deja de ser una tecnología, en todo el sentido de la palabra en cualquier acepción! Tecnología: 1-Conjunto de los conocimientos propios de una técnica. 2-Conjunto de instrumentos, recursos técnicos o procedimientos empleados en un determinado campo o sector.) el ser humano no ha dejado de usarlas como herramientas para oprimir y someter a sus congéneres, y esto desde hace cientos y miles de años. 

 Claro, a través de determinadas técnicas, procedimientos y artefactos varios, la historia puede ser reinventada, los ciudadanos engañados, creados a imagen y semejanza, adoctrinados, multiplicados, clonados, reproducidos, sin más gasto que unos pocos temores, premios y castigos! 

  Dos de los descubrimientos mas fundamentales y revolucionarios de la Física moderna: uno, que la inercia mantiene el movimiento inicial con relativamente poco esfuerzo, así que con solo poner el peso adecuadamente en ciertos sectores de la sociedad, se asegura que nada cambie jamás, ya que  los descontentos no sumarán la fuerza para torcer o detener el rumbo! Y claro, porque todo esto empieza  mucho antes, prácticamente desde que nacemos (o antes)

Otro, la ley de gravedad, esbozada por Newton a través de los descubrimientos de Galileo, nos dice que los cuerpos se atraen, en relación a su masa.  Esto llevó a las conclusiones de que quienes se adueñaran del estado y sus instituciones, quienes tomaran al asalto exitosamente cada centro de poder, se garantizarían la lealtad automática y acrítica de todos los interesados en representar un papel u obtener un beneficio de tales instituciones.

Pareciera entonces que ya no hay nada más que resolver.  Habiendo asegurado el teatro, la farsa incesante, al punto de vender o regalar los boletos, de elegir quien sube al escenario a representar qué, el flujo de poder estaría garantizado suave permanente y uniforme para siempre, pero...

  Cuando le decimos a un niño: "No lo hagas!" El niño va y lo hace.  La niña, va y lo hace.  No es maldad, no son desobedientes ni traviesas.  Simplemente, se resisten a ceder gratuitamente a nuestras convicciones de que el mundo es un espacio ya completamente definido, establecido, enajenado, hasta  el punto de negarles el derecho de construir su propia percepción y su singular experiencia.  

  El hecho natural de la propiedad  privada, del monopolio, del imperialismo, del autoritarismo que aprendemos a  defender cada día, en la mente de un niño es mucho más incomprensible que la muerte o el dolor, que la  soledad o el aburrimiento, ya que como todo ser vivo, nació sin  ataduras, sin prejuicios ni complejos de grandeza, sin racismos o estereotipos de clase.



  Los niños no saben agachar la cabeza, hay que obligarlos, no se resignan a atacar sus propios intereses, hay que agotarlos mediante chantajes, restricciones, y castigos permanentes.  Oscurecerlos, mediante el miedo, durante años.  En eso radica todo el objetivo del aprendizaje escolar, de la interacción social vigilada, y en nada  mas. 

  ¿O  alguien todavía supone que imponer una perspectiva utilitaria sobre la naturaleza o las  relaciones humanas, las matemáticas o un cierto conocimiento de datos históricos manipulados va a representar una ventaja  en un mundo dominado por el favoritismo, la corrupción perversa de la clase gobernante, la violencia estatal y la aristocracia? Seguro que no, pero  otra cosa es decirlo... años de adoctrinamiento nos lo impiden con un temeroso escalofrío. 

El espíritu gregario que  en  todas las  especies de mamíferos se nutre del cuidado de la madre amamantante y se amplía al cuidado y la protección dado por el resto de la  manada, en la degradada  especie humana, se ha instrumentalizado,  lográndolo  transformar a través de la educación y la convivencia, en miedo aprendido al destierro, a la marginación, a la  pobreza, a la falta de patria, de banderas de colores por las cuales matar y morir.

  Claro, no podemos elegir otros caminos y otros consecuentes resultados, somos pequeños, niños, niñas, estamos "a  cargo" de personas mayores, responsables por nuestra educación.  Y qué hacen? Lo mas  simple, rápido, fácil  y  efectivo, nos ponen a cargo del estado, el jefe indiscutible, líder de la manada...  El gran padre y madre que define todos los conceptos y todos los formatos en que serán impresas las más maquiavélicas tergiversaciones como si fueran verdades totales. 

Y así nos enseñan a amar la bandera sobre la que daremos nuestra vida(supuestamente sonriendo) después  de matar a todos los desconocidos que podamos, para imponer el concepto de nacionalidad y territorio con  el  que juegan las élites para revitalizar sus negocios y su siempre ávida industria de la guerra, que, además de maquinas, produce a la par, la gran tijera con que serán cortados nuestros derechos en pos de la Victoria. El Honor.  La estúpida, póstuma, Gloria de los muertos en vano.

  Entonces nos enfrentamos al  mundo  mientras nos obliga a desarmarnos pieza por pieza, deshaciéndonos de cualquier concepto útil a nosotros mismos, a nuestra propia independencia y desarrollo.  Autoamordazados, transitamos en puntas de pie innumerables años de institucionalización forzada, solamente para adaptarnos a la espantosa institucionalización voluntaria que supone elegir y adaptarnos a cualquier papel disponible que el teatro social todavía nos ofrezca. 

Hemos "madurado".  Cómo una jugosa fruta estamos listos para que el sistema nos consuma, nos saque el jugo.  Los reguladores autorizados y extraoficiales nos declararán cada día aptos para ejercer las más antihumanas actividades, recompensándonos con antihumanas gratificaciones y esclavizantes retribuciones. 

  Somos parte del  sistema, ya no nos interesa cuestionarlo, sino  obtener lo más y mejor que podamos antes de que se nos agote el tiempo.   Y  siguiendo la brújula del "más por menos" aprendemos maravillados que podemos saltar las reglas sin demasiadas consecuencias, si obedecemos  la regla fundamental de pagar nuestra comisión al poder dominante y perjudicar a los inferiores en vez de  a los superiores.



En la simpleza del juego también están sus riesgos, no podemos quejarnos de los que tenemos arriba o  seremos devaluados, volveremos a la primera casilla sin más que vergüenza y desolación.  Sea cómo  sea, si  todo iba mas o menos bien, habremos dado nuestro más precioso tributo al sistema: carne nueva, nuestros hijos, nuevos hombres y mujeres que retomen el esfuerzo sobre las manijas que hacen marchar los engranajes.

    Y  el recuerdo de la infancia, de la cual bloqueamos casi todos los recuerdos de coerción y violencia, nos parece un cumulo de fantasías  alocadas, una  maravillosa etapa de felicidad y despreocupación que disfrutamos inocentemente, ignorando el costo tremendo  que pagaríamos después.

  Y así retomamos nuestro ultimo deber: adoctrinar a los pequeños cachorros de ciudadanos, mientras los premiamos con golosinas tóxicas, con rutinas que los destruyen en cuerpo y alma, y los chantajeamos para dar y recibir amor a cambio de objetos o sumisión o violencia. 

  Y orgullosos, los entregamos al gran adoctrinador con una orgullosa sonrisa de triunfo: hemos pagado nuestra deuda.  Somos libres.  Podemos esperar nuestra muerte con la satisfacción de haber  brindado lo mejor.
















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