13 marzo

Sólo estamos dentro de nosotros


    Aborto, tres definiciones:

    Es una palabra. No es tan simple como una palabra. Es mucho más que una palabra.

  Claro, inmediatamente se abren las aguas para dejar dos orillas bien diferenciadas, casi sin matices: a favor o en contra.  Desde las personas que se manifiestan en contra del aborto, su arsenal de conceptos acompañantes incluye palabras como “asesinato”.  

  Es que es tan fácil hablar que pareciera que cualquiera puede atribuirse el privilegio de tomar las decisiones de otra persona, con el vidrioso derecho que dan la supuesta defensa de la vida, o la moral religiosa o los prejuicios de clase de la mecánica social imperante. 

  Tomada cualquiera de estas causas, individualmente o separadas, no hay fisuras en su argumentación puesto que evita poner el acento o siquiera tomar en cuenta o mencionar que toda su batalla se da sobre el cuerpo de otra persona y no el propio.  

  Partiendo de esa base y de que todo el territorio es ajeno, obviamente, que con mayor o menor hipocresía, la lógica es de conquista y sumisión, de imposición y disciplinamiento, y se da de esta manera porque ya se encuadra en una mecánica de opresión en que viven el cien por ciento de las mujeres humanas, sin distinción de clase de ningún tipo…o sea, una lógica y una mecánica que alcanza en este tema -el aborto legal y gratuito- a las mujeres que están a favor tanto como a las que están en contra.

  Dado este esquema inicial, debería partirse del respeto, antes que del prejuicio, como marco primario, porque ninguna opinión se emite desde una cercanía que se involucra con los hechos sino desde las alturas asépticas de la desvinculación total.  

  Pero además, no podría darse una discusión sobre un hecho consumado o a consumar, bajo el discurso de que se está a favor de la vida, mientras, tantas veces, toda la vida alrededor es destruida e imposibilitada sin ningún tipo de discusión al respecto.  

  Lo mismo puede decirse de la auto entronizada ética o moral en que supuestamente se encuadran las acciones y efectos humanos, una ética y una moral ciega sorda y muda el cien por ciento del tiempo ante todo lo demás.  

  Es decir ¿Cómo es que se está hablando de aborto antes que dar información, educación sexual temprana, posibilidad de acceder a métodos anticonceptivos, educar a la sociedad desde valores fundamentales como el respeto, la libertad y la igualdad de géneros? ¿Cómo enfocarse en el aborto antes que en las embarazadas desnutridas, viviendo en un contexto asesinante que acorrala por igual a personas adultas, niños y niñas…? 

  ¿Cómo hablar de esta manera cuando miles de bebes y/o niños y niñas pequeñas habitan en las calles sin nadie que hable por ellos? ¿Cómo pretender tomar la decisión de una madre sola que no tendrá ni tuvo nuestra compañía, nuestra protección y nuestro apoyo, sino solo nuestro juicio? ¿Cómo condenar de esa manera mientras seguimos fortaleciendo una sociedad machista y misógina, que puede ver el abuso sexual y la violación como simples y ajenas contrariedades?

 Empezar a hablar seriamente de estas cosas, hasta poner en marcha los recursos y acciones que mejoraran el trayecto que una mujer hace desde que un espermatozoide fecunda un ovulo, sin dudas evitarían, per se, la mitad de estos desenlaces, sino todos. 

   Porque claro, también… se evita abrir el enfoque de este necesario aporte de dos, o sea, supuestamente, debería haber, compartiendo la responsabilidad y la decisión, un hombre, primariamente involucrado desde ese choque celular que origina todo esta situación que luego ponemos frente al hipócrita y vengativo tribunal social.  

  O sea, sin aborto legal y gratuito, seguimos inclinando la balanza, hacia las peores condiciones y riesgos hacia quienes no puedan pagarlos: mujeres pobres suburbanas, que en su invisibilidad y vulnerabilidad ni siquiera son alcanzadas muchas veces por el mismo movimiento feminista, mientras el discreto pero extendido y redituable negocio de abortar en una clínica privada resuelve todo con el poder del dinero… porque a pesar de las teorías, no es un deporte, como para pretender que la legalización del aborto traería una… ¡Abortología Deportiva! 

  Es una operación (cuando es una operación formal) invasiva, riesgosa, de consecuencias y contextos no siempre predecibles, tanto como lo son, muchas veces las condiciones durante el embarazo y el resto de la vida después del parto. 

  Pero eso es secundario, en ese acto de nacimiento termina muchas veces la batalla y la doctrina completa, en cuanto el territorio deja de ser un cuerpo ajeno y pasa a la real cotidianidad de la calle o el entramado social que compartimos, todos.  

  Entonces puede ser que el niño o la madre, o ambos, dejen de revestir cualquier tipo de interés social para los mismos defensores de la vida, pudiendo penar y morir sin trascendencia pero también sin perder, en última instancia, tampoco, la etiqueta de la culpa y la responsabilidad por los efectos de su vulnerabilidad. 

  Como especie, no protegemos la vida en ninguno de sus estados, solo hacemos apuestas económicas tendientes a la acumulación de poder, que resultan en la destrucción del mundo y la naturaleza, en la marginación y la violencia programada, en la discriminación y el asesinato selectivo, la exclusión de sectores enteros de la población.  

  Y las elites que se adueñaron del mundo, pretenden que en el mismo movimiento pueden adueñarse de los conceptos y los valores para siempre, para seguir sometiendo al resto a su yugo implacable y mortal sin ser contestados.


  Entonces lo que falta es una política contundente de protección de la infancia y de la adolescencia, como para empezar con una base que pueda sustentar el futuro, enfocarse antes en los tantos embarazos adolescentes por desinformación, tantas madres niñas que apenas empiezan a entender que les está pasando.  

  Deberíamos enfocarnos en la vida como un valor real, cotidiano, un valor del que solo podemos ser activamente responsables en la acción generadora, no en la estigmatización y marginación social que permiten adosar seudo verdades moralizantes a prácticas que compartimos con todas las especies de mamíferos del planeta, y que nacieron con la misma humanidad.   

 

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