27 septiembre

Pornografía para todos


 

 

 

  Que belleza de perfección total se esconde en un cuerpo, bajo la ropa de invierno.

  Que dulce es una caricia, y como tiembla la piel cuando una lengua la aprovecha sin hablar, cuando la arrasan de amor dos manos, ardientes, furiosas, o la recorren apenas las puntas de los dedos, que universo eterno abre en nuestra vida un beso…

  ¡Pero que trabajoso!  Y que poco tiempo, también, disponemos para llegar a eso, sumergidos por completo en la voraz persecución del dinero, en la impiadosa guerra santa del consumo, del lucro que consume nuestros ideales, nuestra tolerancia y capacidad de entender a los demás a tiempo, antes de pisarlos como cucarachas porque se oponen a nuestros designios…

  No está de moda el amor, ni  la libertad para ejercerlo claro, nunca lo estuvo, porque no da réditos, no es confiable, destruye sin piedad las endebles bases del sistema, y produce mucho miedo…

  Entonces estamos en la era de la autosatisfacción, de la masturbación sicológica y mental, de la estupidez colectiva garantizada, como salvaguarda empresarial, del consumo y la representación de la diversidad en el aislamiento uniforme y globalizado que nos aleja del reconocimiento mutuo.  

  Y así nos paramos en la en la era de la imagen morbosa y perfecta, del montaje de cuerpos sublimemente esclavos, que supera ampliamente nuestras posibilidades, nuestros parámetros, y cada vez más, sobre todo, nuestra realidad, ya que terminamos atados a la pantalla.  

  Como si fuera una gangrena lenta que corroe nuestro cuerpo, completamente absorbidos por la burbuja surreal, nos alejamos de nuestra posibilidad de relacionarnos con otra persona de carne y hueso, para dar lugar al espejado mundo de la fantasía predefinida, donde ninguna variación, ninguna perversión será imposible ni prohibida…  

  ¿Y eso molesta tanto? No, si estamos en la era de la egomanía, de la hiperdiversión…  Porque podemos encontrar a través de la autopista virtual, lo que nos gusta, lo que no nos gusta también y lo que le gusta a la vecina esa que con esa cara de actriz porno… 

  ¡Ay, ay, ay! ¿Pero para que le vamos a decir ¡Hola!? Si no tenemos ganas de hablar, ni tiempo para relacionarnos, y ¿Por qué vamos a alterar la comodidad de nuestra casa donde todo es perfecto?…

  ¿De qué estética orgullosa y posmoderna del individualismo y el aislamiento venimos que llegamos a esto? ¿De qué adicciones y desmedidos consumos sacamos esta idea del ser humano como producto?

   ¿De qué anemia sensorial estaremos enfermos que podemos disfrutar de la visión de un cuerpo esclavizado? Porque, claro, es la cara que no queremos ver, el tráfico de personas y la prostitución, la violencia y la corrupción que imperan en cada escalón y sin excepciones, del negocio del porno, del comercio sexual, son el lado B de nuestro placer solitario.  

  No muy diferente al acto de ponerle precio a una persona, al levantar una prostituta que se convierte en propiedad nuestra, con un simple contrato de alquiler, cuya letra chica dice que será esclavizada sin opciones hasta que la dejemos ir, sin preguntar edades, sin averiguar causas, sin tolerar ninguna falta. 

  Pero…nada de eso parece pasar en la inocente pantalla, donde todas y todos sonríen, felices, satisfechos, en una danza de consoladores y juegos lésbicos, de cuerpos aceitados agitándose en medio del lujo, de anos, penes y vaginas, de lenguas y bocas mezclándose sin cesar y sin pausa, de semen chocando contra sonrisas de morboso placer y alegría perfecta... 

  Claro, es frustrante de antemano pensar que no vamos a llegar a eso en nuestra vida real ¡Pero como lo disfrutamos haciéndolo correr en la pantalla!  …Que ahora reemplaza a la foto en el papel, que antes reemplazó a nuestra imaginación, que nunca terminaba de suplantar a un contacto real, al color de la voz en una conversación, a el simple acto de intentar salir de nuestra burbuja, de nuestro agujero interior, porque… ¡Seguimos siendo personas de carne y hueso! 

  ¡De energía y sentimientos! ¡Seguimos viviendo en un mundo que se compone de espacio y tiempo! Pero claro, eso está alrededor de la pantalla de nuestro último celular y es más difícil de encarar, y nunca nos conformará.  Entonces convertimos la soledad en adicción, el cuerpo en un blanco táctico, el deseo en un trámite a ser ejecutado mecánica y burocráticamente… 

  Esto es así al día de hoy, porque está al alcance de cualquier niño o niña de doce o trece años, que aprende los fundamentos de la amistad y el amor, del sexo, de la misma vida en sociedad desde una pantalla inteligente.  Táctil.  

  La pantalla es táctil, el teléfono es inteligente, nosotros no, solo caminamos hacia la insensibilidad de la máquina, hacia el tiempo automáticamente reglamentado de la fábrica de humanos que provee al sistema de lo que sea útil, de lo que reste de nosotros… 

  Y ahí, en el barro seco de las huellas de las caravanas quedara, siempre pisoteada, la caricia del amor, porque es el último reducto donde puede resurgir la especie humana, de su propia barbarie de exterminar sonrisas, de vender cuerpos propios y ajenos para acumular inútiles objetos… 

  Tal vez algún día, así como se pone de moda el reciclaje, sea bien visto revolver nuestros parámetros actuales para reencontrarnos con nuestras más básicas características humanas…

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