¿Qué es lo que empuja al ser humano a la hipocresía?
¿Cuál es la necesidad celular, física, de mentir, exagerar, atribuir?
Imposible responder sin meterse en un pantano filosófico, en absurdas teorías morales… además… ¿Qué es mentira o verdad?
Finalmente, todo pasa por ser un punto de vista, nada puede asegurarse o confirmarse con certeza, salvo que estamos vivos para experimentarlo.
Pero igualmente, si nos centramos solo en el círculo de las relaciones sociales, humanas, y sin dejar de ver que la única mentira realmente dañina es la que se hace a uno mismo
¿Cómo es que se pone tanta energía en algo así? Cotidianamente, podemos ver, en los demás, ya que no en nosotros, como se fuerzan las relaciones sin causa ni beneficio, como nos detenemos (yo… y ellos, no vos jajaja) en presentaciones que preferiríamos obviar, en saludos y fórmulas de cortesía, en un interesarse por el buen o mal curso de los negocios y la vida ajena, en desplegar simpatía hasta el último segundo.
Basta con dar vuelta la cara para que la situación cambie, y la información recabada sea usada para destruir, la voz para censurar y blasfemar, la imaginación para inventar crímenes en aquellos en los que vemos un peligro por su sola forma de vida.
Pero eso no obsta que en otro encuentro volvamos a ser aún más solícitos, y así podríamos estar toda la vida salvo el caso que otras personas que se comportan tan hipócritamente como nosotros hagan un mal uso de la información que les brindamos para destruir a otra persona, volviéndola en contra nuestra a través de una indiscreta devolución.
¡Y ahí seria cuando las relaciones se ponen tirantes! Pero el ser humano es tan elástico que seguramente en vez de enojarse, increparnos, el o la perjudicada se arrime a nosotros con dulzura fría y maquiavélica, buscando el medio de hacernos daño…
Y es tal y tan absurdo el mundo de las palabras que así se definen muchas cosas, que a fuerza de ponerles tiempo y energía llegan a parecer importantes, aunque no sean más que una cascara vacía.
Pero entonces la vida se desgasta, y hasta el éxito llega a tener un sabor amargo de recelo, de paranoia, de inevitable fugacidad.
En la cima de esa pirámide de redondeadas piedras, sabemos que solo basta un resbalón, que hemos usado a nuestros semejantes como viles y descartables medios para llegar a nuestras efímeras metas.
Aun en el caso de que nunca se den cuenta, nos aterra la soledad de no poder efectuar una confesión que realmente nos redima, y solo podemos seguir atando los hilos, asegurando un poder apócrifo basado en imágenes distorsionadas de los demás y de nosotros mismos.
¿Es que tanto nos empuja a eso la sociedad del confort, el consumo, los mandatos ineludibles del sistema capitalista o cualquier otro?
Nuevamente, no lo sé, tal vez no, tal vez solo el sistema judicial que pena con la supresión de la libertad a la coerción física contra nuestros semejantes, lleva a tanta gente a comportarse de esa manera, así como la ignorancia de las formas y etiquetas, la falta de paciencia o la fobia llevan a otras tantas a comportarse de la manera contraria.
O tal vez, solo sea la necesidad, en un mundo reducido, lo que nos hace adaptarnos al disimulo para lograr nuestros más básicos fines.
Luego se hace costumbre y tradición pero ya no importa, porque no vamos a juzgarnos a nosotros mismos, solo a los demás, y ahí radica el anzuelo de la maledicencia, en la impunidad, en la falta de una contraparte simultanea que nos haga de freno y contrapeso.
Tal vez solo nos mueva la envidia, la percepción de las acciones ajenas como las que quisiéramos realizar, el otro como lo que no podemos ser… en realidad, esto tampoco vale porque un ser humano no tiene límites más allá de sus miedos, así que bien pudiera lograr cualquier cosa concebible, igual o mejor que cualquier otro.
Entonces, ¿Será por energía?
¿Será que a una cascara vacía de persona ya le resulta combustible hasta la energía oscura de consumir a los demás, de manipularlos?
Es necesario esquivar estas necesidades, y
ponernos objetivos, parámetros y límites claros para relacionarnos con el mundo
de las personas, o correr el riesgo de terminar adictos a esas venas ajenas
como vampiros modernos, de terminar corriendo de un lado a otro rompiendo por
aquí, robando por allá, sin llegar nunca a un modelo sustentable de nosotros
mismos, frágiles como ventanas de papel, livianos como una hoja en la tormenta.
A pesar de las apariencias… un ser humano se nutre de mucho más que de autoaprobación, así que si observamos bien, se notan hasta en la forma de caminar los síntomas y las secuelas de la oscuridad, de la falta de objetivos sanos que apunten a un crecimiento desde adentro…
¡Pero bueno, hay que convivir, voy a arrimarme a esta rondita a ver de quien
están hablando ahora!
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