Bueno, “perdón” por decirlo, pero el machismo
es tan malo como el feminismo, o viceversa, tan soberbio, tan inútil, tan falto
de propósito real…
Si el nuevo mundo que adquirimos al meternos de lleno en la sociedad de consumo, no tuviera su punto fuerte en la incomunicación, tal vez no existirían.
Y punto fuerte antes que nada y sobre todo en la incomunicación entre los distintos sexos, como forma de impedir una complementariedad primaria que genere cohesión y fuerza en su mismo estilo de relación.
Como personas nos volvemos -elegimos- volvernos egoístas y mezquinos, y plantarnos en una posición que genere los parámetros elegidos por ingenieros sociales hace doscientos años, y apuntamos a todo lo que viene decidido, predefinido, como si nos gustara o nos llamara desde nuestro nacimiento. Como si el llanto primigenio de una criatura estuviera pidiendo desesperadamente un televisor y una estufa eléctrica, en vez de la teta y el calor de un corazón.
Vivimos pensando en comprar zapatillas nuevas, y en tachar de nuestra vida lo que no corresponde, sean los guachiturros o el capitalista de la esquina, porque así nos educan en la escuela primaria, uniendo con flechas lo que está bien, pero no nos dicen que nuestro lugar es irreal, que el fanatismo que cumplimentamos asistiendo puntualmente a su autoritaria consagración, nos es impuesto según sea necesario equilibrar una relación de fuerzas cualquiera.
Obviamente esta relación
de fuerzas ya escapo hace rato a sus creadores, victimas actuales de la presión
de la punta de la pirámide social. Se aferran a la cima donde son
masacrados por el sistema financiero, según el régimen mundial, autónomo ya,
necesite consumirlos para seguir coexistiendo con el ser humano… pero… ¿Me
estoy yeeendo del tema no? Un poco, parece, es que me gusta galopar…
Entonces, como decía, en mi opinión, energéticamente, y sin desmerecer otras opciones (que en la esencia vendrían a ser lo mismo, dadas las diferentes y posibles concepciones o configuraciones éticas-estéticas humanas, los diferentes ámbitos posibles de elección y aplicación) el hombre y la mujer, la mujer y el hombre, con mayúsculas, como personas, como individuos, están destinados a encontrarse naturalmente, por una complementariedad natural que enciende mucho más que el cuerpo.
Pero en la ecuación actual de moler personas para alimentar maquinas, esto no solo no es necesario sino que debe ser evitado a toda costa, pues en la liberación de los conceptos está el peligro de zozobra del sistema, y como válvula ultima de control, nos remiten al sexo, puro y duro, como si dos personas solo se pudieran encontrar en el espacio infinito que media entre sus pieles, en vez de tirar la doctrina por la ventana y comunicarse, cuero a cuero, pero desde adentro, sin volverse objetos en la cinta transportadora.
Así,
manteniendo la individualidad, el sentido, la cohesión interna como seres
humanos, dejaríamos de ser un panfleto, un agente multiplicador de la
usurpación del mundo.
Ahí es donde son tan útiles el feminismo, el machismo, derrotando la irreductible, incontrastable individualidad de una persona, la posibilidad cierta de comunión, de comunicación, vendiendo una guerra que no existe.
…Cuando hablamos de machistas y feministas, generalmente estamos hablando de gente que necesita con urgencia una ideología que los justifique, que los abarque después de haber dado lugar a todas las contradicciones posibles, unas atrás de otras.
Casi sin excepción son cobijados con su incoherencia en un cuartel ideológico que enfrenta a su par extremo, donde libran una guerra sin retorno ni ganancia por la cuota de poder que nunca será entregada, porque a pesar de todo, un hombre no deja de serlo, y una mujer tampoco, y el no-lugar donde se elimina a la otra parte, para ser el todo, solo alimenta a las fraguas que aprovechan los restos para seguir dando combustible a una maquinaria social que nos machaca sin piedad.
Seguimos siendo biológicamente animales, y eso debe ser olvidado, para dominarnos, para pensar que la guerra de géneros tendrá vencedores, para reducirnos a la impotencia y la inacción, a la auto manipulación enfermiza en pos de un futuro cada vez más inhumano, pero con internet, DIRECTV, y PlayStation, ® Of course.
Desde niños nos enseñan a
no decir pito, concha, culo, teta, etc., catalogando de malas palabras a
cualquier mención a lo que nos enseñaron a tapar con la ropa, como si no fueran
parte de nuestro cuerpo, y después nos venden cuerpos envueltos en billetes,
imponiéndonos una meta prohibida y única, inevitable y oculta.
De manera que el sexo pasa a ser un arma más de dominación, de sumisión, de control, y el placer se atomiza hasta relegarse a segundos de orgasmos, tal vez fingidos, que valen todo lo que entregamos como personas, a cambio de roles sociales, de adquisición de personas, de negación del amor como antigüedad caduca que no genera correlatividades económicas válidas.
Como solitarios samuráis, vaciamos a
una mujer, a un hombre, de contenido, hasta quedarnos solamente con la cascara,
con la apariencia, con lo que podemos mostrar (comprar, vender), y si no
podemos solos, seguramente habrá gente alrededor que nos ayudara a defenestrar
el intercambio, la fusión más íntima que lo que nos está determinado, para
seguir fomentando un aislamiento, un extremismo genérico donde seamos victimas
fáciles de estos buitres sociales.
O tal vez todo esto no es cierto, y yo estoy equivocado, pero seguiré creyendo en hombres y mujeres de carne y hueso, que luchan y viven intensamente cada día sin necesidad de auto catalogarse, de arrinconarse.
Y preferiré atravesar la plaza en vez de mirar televisión,
acariciar lo que sos antes que despreciarte en fantasías perversas, y
desnudarme mirándote a los ojos, en vez de vestirte, mujer, con falso brillo,
solo para consumir la mirada ajena.
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