11 octubre

El tren fantástico

 


 

 

Hoy me di cuenta de una cosa, cuando haces las cosas de una manera distinta y sin embargo logras resultados, nadie los ve.  

  O si, poca gente, tal vez los aprecia y hasta los comparte, los disfruta, los reproduce.  Pero la gran mayoría de la gente se dedica a ignorarlos porque no podría reconocer el costo tremendo que paga, solo para recostarse a mirar televisión. 

  Y encerrada en su cuota de aislado poder, en su casa, en el segundo en que pueden hacer valer su autoridad, en vez de sufrir la ajena, la usan para asegurar y establecer que las posibilidades frente a sus ojos no son reales, que solo la esclavitud voluntaria es realizable.

   Y yo vivo mirando como en un circo, un teatro permanente, donde espero cada gesto y cada nuevo acto, infinitamente repetido, para reír hasta el hartazgo, y definir los límites de mi mundo libre, siempre cambiante, frenándolos o atrayéndolos con las apariencias, con la legalidad, con su ambición de poder, de energía ajena.  

  Y se retuercen creyendo que mi mundo se desperdicia, porque no tienen otro marco de interpretación que sumar y sumar para que el resultado sea cero.  Y un día se dan cuenta que ganaron nada, secos por dentro, mientras aún se espantan mirándome gastar el tiempo en sentirme vivo.  

  Pierden el sueño permanentemente para atesorar sus conquistas, y sin embargo que frágiles que son, contra la naturaleza, contra la chispa eterna del ser humano: cuando se descuidan, la jaula tenía otra puerta y quedaron solos después de haberse tragado la llave, y yo mirándolos, sigo mi camino.

  Y si les llegara a dar oídos, me enteraría de lo injusto que es el mundo, de cómo su esfuerzo y sacrificio (sobre todo ajeno, sobre todo sacrificio de personas, de las que todavía tal vez guarden sus restos como reliquias) se pierden en un segundo, se malgastan en el pico de otros buitres peores que ellos, que solo querían sobrevivir. 

  Y mientras lloran yo disfruto dejando crecer y florecer una semilla que en su fruto volverá a ser lo mismo, y me desperezo bostezando.  

  Y les digo… Tal vez este año me tome vacaciones, realmente estoy estresado… solo para saborear su odio, malgastado sin resultados tratando de destruir el mundo que no comprenden, que no pueden clasificar.  Los provoco solo para no tener mi vida al lado de la suya, y me divierto avisándoles a sus bestias de carga que el mundo todo puede ser distinto, y que además es posible. 

  Y cuando los rodeo y me aparezco del otro lado, en el infinito del mundo, y no entienden como corte camino, en su concepción del mismo como un riel a través del desierto, como pasajeros de un carísimo camarote, donde miran por las ventanillas sin darse cuenta que es solo una pantalla donde disfrazan de paisaje hostil los alambrados que los encierran.  

  Cobrándoles de estación en estación, tomando los desvíos precisos y abarrotados de idiotas útiles como ellos.

  Corro y disfruto de mi selva, y pinto en el horizonte puentes imaginarios para que los vean y se ofusquen, se sepan engañados, se desesperen de ambición, y salten del tren a veces, al mundo donde elijo yo, sin avisarles, sin decirles que todavía pueden elegir, también.  

  No me digan que si se desnucan no morirían felices, un segundo de libertad vale bien la vida, y cuantas cadenas de oro portemos, solo la convierten en un charco sucio, donde ruedas y ruedas pasan revolviéndolo hasta volver huellas muertas de barro, lo que pudo ser agua y vida reflejando el sol incandescente que nos refleja.

  Cada tanto vienen a ofrecerme collares y perlas, como si no viera que llevan atrás y lo que esperan desquitar, y los dejo, hablando solos, ofendidos.  No entienden todavía que todo lo que lograron no vale nada para mí, que ya lo descarte hace rato, que no sumo más equipajes. 

  Una sola mosca volando en verano zumbando en el aire es música, y no el ruido de abanico de los billetes que se ofrecen a cambio de todo lo que somos, de lo que pudiéramos ser, de lo que naturalmente hubiéramos sido.  

  Pero cuantos medios se erigen para borrar ese conocimiento, pintándonos una escalera eterna a la meta mística, capitalista, mecánica, donde todos nuestros sueños serán un día cumplidos, mientras con ellos, con nuestros verdaderos sueños olvidados alimentan la hoguera que nos quema, que nos consume a fuego lento, porque sus bocas viejas sin dientes no pueden tragarnos así como nacemos. 

  Un día muero como vivo, pero no me matan, no pueden hacerlo a pesar de todas sus amenazas, de todos sus fantasmas, solo podrían detenerme si acepto que me atrapen.  Pero al escapar herido y sangrando tal vez me renueve una vez más, y libre alcance un lugar fuera de las vías donde pretenden atarme, usando su convicción para ofrecerme la soga, como si yo temiera mis propias certezas. 

 Me quedaría  a verlos pasar adelante una vez más, para ofrecerles mi desprecio, si tuviera tiempo de mezclar mi tiempo con tales depredadores…

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