En el diseño actual de "Vivo para que las
fabricas no paren", todo lo que somos, vivimos, y consumimos, viene en un
paquete, y ese paquete en una bolsa.
En un día de viento intenso como hoy,
todos esos paquetes y bolsas vuelan y recorren las calles y el barrio, como un ejército
de fantasmas voraces, que muchas veces mueren pataleando enganchados a las
ramas de los árboles, a los alambrados, a las cercas... O finalmente quietos en
zanjas, arroyos y lagunas. Cuando el viento sopla hacia el rio es lo
mismo, pero para el otro lado, decorando la selva cada vez más pelada.
¡Y día a día veo crecer espacios donde
padres y madres enseñan a sus hijos a descartar la mugre abajo de la gran
alfombra naturaleza!
Cuando este viento helado se canse un poco de soplar, volverá la Defensa Sur a erizarse de barriletes, y los niños jugaran entre la basura, indiferentes a la resaca de un sistema al que pertenecen solo nominalmente.
Mientras, queda una grosera nevada plástica,
que será acosada por los elementos hasta volverse tierra, nuevamente pájaros,
sombra, lombrices y peces, pasto y leña y caballos, sonrisas y barriletes otra
vez...
En mi barrio, los barriletes son de todos los colores, porque se hacen de esas bolsas duras, como de juguetería, flecos y cola de nailon, y un ovillo de lana....
Ninguno de estos niños siente lastima
por los esclavos del capitalismo. Recién salgo de casa y había dos armando un
barrilete. Entre ataques de risa, me contaron como se cayeron del puente negro,
buscando cañas, y un bote que los rescato les decía "¡Pero son
boludos!" Porque el arroyo esta alto y el agua fría, y ellos todavía
con las patas mojadas riéndose, armando un barrilete solo para desafiar al
viento.
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