19 diciembre

¡Gurisitos!

 


 

Salí a comprar tomates a las once de la noche, y en la cuadra estaban las mujeres en el medio de la calle, mirando para la avenida. Pasándoles por al lado, les pregunto: 

_¿Todo bien? Porque ya sé que significan estas tribunas, aunque la calle se veía despejada.   

_¡Todo bien! Me responden sin ganas.

  Y sigo mi camino sin preguntar más nada, aunque elongando mis brazos por las dudas y tratando de divisar que es lo que estaba pasando…que clase de bronca…  unos pasos más y en la esquina de la carretera se vislumbraban algunos muchachos, en el trayecto por donde yo tenía que pasar.  Sigo de largo respondiendo el saludo a los gurises del barrio, que estaban reunidos en la esquina de la virgen, en número de doce o quince, llego a la vista del almacén cerrado y me dicen “capaz aquel otro está abierto” con lo que encaro cruzando la calle y media cuadra.  

  Llego, silbo y llamo, gastando un minuto exacto contra los barrotes antes que la señora se digne salir a atender, pero tampoco había tomates así que hago media cuadra más hasta divisar la verdulería.  También cerrada, que tan temprano se acuestan todos en mi barrio, salvo los adolescentes reunidos en la esquina, ahora compartiendo un Fernet barato entre veinte.

  Yo pare a mostrarles algo de capoeira: la base de la ginga, ya que tan mal me imitaban, y me dicen “no sabes lo que te perdiste recién” y que se armó con los del tiro, que los corrieron a toscazos y volvieron como veinte, y que era porque siempre gritaban cosas y que se yo, y estaban todos ahí, re tiernitos, esperando que vuelvan para darse algunos golpes, pretendiendo que les de alguna lección acelerada para tirar patadas mortales.  

  Solo me reía, hice poner en guardia a uno, para boxear, pero reculo, aunque tenía buena pose, entonces le pase el pie delante de la cara porque decía que era cinturón negro, y cuando me largo una patada lenta lo agarre casi haciéndolo caer, provocando las risas de todos, que ya creo que confiaban en el número y la localía para dar la pelea por ganada a falta de presentación de sus rivales.  

  La barra estaba contenta,  yo pretendiendo hacerlos entrar en razón, pero claro, el desafío estaba hecho, y seguramente, sembrada una larga serie de futuras escaramuzas.

  Y cómo es esto de la gurisada tan falta de propósito –pensaba, mientras hacía unas croquetas-  todos en la esquina tomando Fernet aguachento, después de salir del cyber como campeones diarios del Counter, para pelear en la esquina solo porque no había nada que hacer.  

  Y eso antes de recalar en la televisión, donde reafirmarían casi todos los códigos, chistes, identidades y valores que comparten diariamente.  

  En un año habían dejado de jugar para copar la parada, y antes de un año más estarían consumiendo todo tipo de drogas solo para ser arrastrados por la policía, juntos unos con otros.  Y cuando los padres tendrán tiempo de educar a sus hijos en vez de la televisión.

  Apostemos sin mirar, por el falso darwinismo.  La fábula del macho alfa, que somete a todos a un jefe porque así es la naturaleza, que estúpida mentira, los animales no son tan tontos, ni tan temerarios.  Solo el humano se resigna a ser controlado autoritariamente en igualdad de condiciones, en igualdad de concesiones, jajá. 

  Que estupidez.  Animal Planet, doctrina para el fin del mundo anunciado: trabaja como un perro hasta parecer un gato, y podrás pasearte entre los leones. ¿Subliminal? Que demodé, ahora el instructivo para volverte estúpido se lee palabra por palabra, se llama publicidadi, propagande, psicolochía…

  Me siento mal porque Freud dijo que…   jajajajaja!!!

  La concha de tu hermana.

Matémonos, matame, matate, es más real que ver una buena película. 

  Y entre ellos el Macho Alfa sufrirá por el complejo de Edipo, y el más tonto terminara vendiéndole drogas, rico y resentido, indiferente a su esclavitud, niño mimado del sistema, enseñándoles a los demás a pasar por  el aro para ganar la galletita, miro mi revolver quieto y pienso.  

  Pienso en venderlo para comprar un kilo de harina, o un litro de vino, es lo mismo, y además tienen las mismas propiedades energéticas, artificiales, marketinerantes.  

  Elegiré al tonto, se lo venderé en seis cuotas y  le enseñare como dejar que  vaya al frente el macho alfa, como llegar entre las sombras, como volver adictos a sus amigos… Solo tiene que seguir al gran profesor, Marcelo Tinelli, copiar sus gestos de a poco hasta ganar confianza…nunca mirar para abajo, elaborar una sonrisa en los momentos cruciales, y sufrir, si, sufrir en la piel por los perdedores y los descuartizados por el público, mientras le pasa el betún al que lustra las botas del campeón…

  Hoy en día, ni siquiera conviene el segundo lugar, siempre tiran a los primeros.  La única regla es sobrevivir.  Conseguir la nafta para la moto, endurecer el cuero para el garrotazo, matar el corazón de hambre para poder pasar al frente, indiferente, insensible al dolor, ajeno.  

  Mirándolos morir como por televisión, perdedores del otro barrio paseando su campera nueva, comerciando en nuestro territorio, llevándose mujeres a cambio de drogas, y aumentando el precio con nuestro sudor… ¿qué hay atrás de sus ojos?  

  Adolescentes, esperando el fin de semana, burlándose de todo, algo saben, se burlan de nosotros, los trabajadores, los delincuentes, los policías, abogados y políticos, de los mendigos y los muertos de hambre, solo sueñan carne fresca y poder, y escapar con todo. Pero todo es ajeno, lejano y caro…

  Ya sé a quién voy a venderle mi revolver.  Lo vi riendo en sus ojos mientras aparenta saludar, me sentare en la puerta de mi casa.  Y veré pasar el cadáver de sus enemigos, caminando, consumidos por el afán de escapar, escuchando música apócrifa. Tiene pasta de campeón, pero sabrá ser amigo de todos, astuto como un guiso en invierno, me está mirando, simula respeto para caminar suelto, ahora le silbo…

  ¡Ey! ¡Campeón! (siento como quema el aire con su invisible desprecio, mientras abre los ojos y me mira como un tonto)

Vení, vení ¡Tengo algo para vos!

04 diciembre

¿Alienación?

 


 

¿Somos engañados?

  ¿Manipulados?

  No, somos personas.

No somos personas, sino consumidores, y lo aceptamos porque así nos encajonaron desde que nacimos, con el chupete y la mamadera.  ¿O el bebe no rechaza la teta de la madre una vez que se da cuenta que puede lograr lo mismo sin mayor esfuerzo? El reflejo ha sido creado, el instinto sojuzgado.

  Y después muerde la tetina, agranda el agujero, claro, y empieza a hacerle trampa al sistema, y empieza a recibir más y más rápido pero ya no importa, como no importa cuántos caramelos robe, cuantos semáforos en rojo se cruce cuando crezca, ya está domesticado, es parte del zoológico que se mira a sí mismo, y como un tonto buscara opciones en un abanico falso de comederos atestados de mugre y moscas.  

  Parecen metáforas pero son realidades ¿Tristes? ¿Penosas? Increíbles realidades que nos han enseñado a aceptar, no hay modas, solo necesidades del mercado. 

  El diseñador usa lo que le toca, lo que se le ofrece barato, cuando el hielo se engrosa y los barcos no pueden llegar a los bancos de focas, se pone de moda ser ecologista, y modistas superlocas hacen vestidos de botellas de plástico y cartón corrugado, que nadie usara salvo para evadir impuestos.

  Pero lo importante es que los viejos abrigos de piel se tiren a la basura o se apolillen para poder ser comprados de nuevo, cuando baje el hielo y los garrotes puedan hacer su trabajo, y la etiqueta “piel sintética” pueda ser cosida, meticulosamente, sobre la gota de sangre rebelde que no se pudo lavar, por una mujer explotada en condiciones de igualdad en una fábrica moderna mientras sus hijos reciben el garrote de la policía… 

  No importa, serán devueltos a la calle para consumir el exceso de drogas y coca cola vencida, reciclada en envases de gaseosas genéricas, de mil marcas extravagantes que entro esta semana, para que el patriarca de la frontera pueda ser recibido en la casa blanca repartiendo eucaliptus a los osos panda en vez de sobornos a políticos y policías.

  ¿Y porque así? Porque si la planta crece en el patio se pierden miles de millones de dólares en fletes, en nafta de aeroplanos en armas de guerra pólvora y balas, uniformes, equipos de radar y detección, trajes corte italiano, reservas en los mejores restoranes, sobornos fabulosos sin tasas a lo largo de toda la cadena jerárquica de los ciegos que nos pegan con sus bastones blancos…todos sabemos adónde terminan los dólares, adonde se fabrican los mejores bastones blancos.

  Para que todo siga así deben ser fabricados inmensos terraplenes de billetes y molidos en la misma medida para rellenar cauces secos que serán tapados con tierra, y nadie sabrá que había un rio, que pescar era la opción a comprar el caramelo que nos hacía sentir felices.

  Pero cambiamos la flor por soja, y después por sanas milanesas de soja, y después ponemos un cartel que dice “no al fracking” y levantamos la cabeza orgullosamente.  Igualmente, nos negamos orgullosamente a tomar agua, porque no tiene ese viejo sabor a esencias artificiales, porque tomar agua es subversivo y no nos adoctrinan para eso.  

  Porque sería sumamente peligroso para el manejo de un recurso tan abundante que debe ser ignorado y concentrado en la menor cantidad de manos posibles.  

  Y parecieran metáforas si no pudieran ser  hechos comprobados punto por punto, sin gran esfuerzo por cualquier persona con un mínimo de raciocinio, un resto de instinto, pero solo nos consolamos llenando una plaza a favor o en contra de cualquier marea que nos arrastre, pensando que no vamos a ser la resaca sino el tiburón que nade libre, o el delfín simpático, o la grandiosa ballena… 

  Finalmente terminamos mirando la lata de atún desde adentro, felices de estar amontonados y seguros, felices, libres de obedecer y elegir la opción que se nos presenta, enlatados felices.  

  Y pareciera que miramos novelas para perder el tiempo ¿pero qué sería de nuestra vida si no recibiéramos por tv hasta la última pauta para navegar en el sistema?

  Estaríamos perdidos, obligados a decidir, evaluar, cuando ya hemos perdido hasta el último milímetro de la capacidad de elegir por nosotros mismos, para nosotros mismos, aun a costa de nuestra vida robaríamos la televisión si no pudiéramos comprarla ¡¡En ochocientas cuotas de 0,25 dólar por semana!!

   Por favor cuando va a ser gratis DIRECTV que quiero saber de qué la va el mundo ¡O tendré que salir por la puerta de mi casa y enterarme! Por dios que pérdida de tiempo, que antigüedad, ¡que poco higiénico!

  Por suerte puedo ir a lo de mis amigos a ver “mil maneras de morir” en el canal 369 para adaptarme enterarme acostumbrarme y aceptar la forma en que voy a ser eliminado el día en que abra los ojos...  

  Es que las guerras no son ya para todos los territorios, ahora que somos todos amigos, todos derechos y humanos, todos parte del mundo. Consumidores subdesarrollados prestan su territorio para basurero, luego para edificar la fábrica en los terrenos devaluados por la devastación, luego para ahorrar y comprar la mesa superbarata donde posaran el DVD, las sillas donde sus hijos miraran 

  Disney en vez de ensuciarse con el barro que los vio crecer.  Entonces no es factible la invasión hasta que no se cumpla completamente el ciclo, y ni siquiera ya el carísimo golpe de estado, que genera caudillos sádicos ambiciosos inmanejables, y rebeldes románticos suicidas en la misma medida. Obvio.  

  Cuando te des cuenta resbalaras en tu bañadera y el mango del cepillo de dientes se meterá en tu ojo derecho ingresando a tu cerebro, provocándote la muerte instantánea, irreversible.  

  Las compañías les pagaran a sus abogados para que los cadetes lleven al correo las amenazas intimando a pagar internet, y tu departamento seguirá desocupado por un tiempo hasta que la burbuja inmobiliaria autorice a volver a alquilarlo un 35% más caro, pero nadie verá a los tipos de traje que te ejecutaron, impecablemente, para poder cobrar su sueldo y pagar las cuotas del Audi A4 que sueñan desde el curso de capacitación.

  Pero no importa, podemos compadecernos de los perros que buscan su comida en los tachos de basura y de los mendigos que viven en cajas de cartón en pleno invierno. 

  Si ellos vieran las fotos suyas que subimos a internet nos dirían lo que piensan de nuestra vida pero no les importa. En vez de conectarse ven caer el sol, y la brisa fresca de las siete de la tarde les eriza los pelos de las extremidades recordándoles que nuevamente tienen que procurar su supervivencia. Vivir.  

  ¿Cómo vivimos expuestos al desprecio de los mendigos y a indiferencia de los perros sarnosos? ¡Qué humillante! ¡Habría que matarlos a todos!

  Hoy me quede sin trabajo. Cuando suene el despertador voy a romperlo en pedazos con mi hacha de mano Made in China, y después sacar todo a la basura para darle de comer a los recolectores de basura, porque de alguna manera tengo que seguir haciendo mi aporte al sistema .  Soy responsable.

 

17 octubre

Democracia hoy

 


 


Un niño vive con frio todo el invierno, con hambre todo el año, jamás se le ocurrió ir a la escuela, jamás podría, huele como un animal enjaulado, y con sus ocho años se defiende como un hombre, de los hombres y su malicia, su sed de poder… 

  Un día muere en el basural que le daba de comer cada día, y la gente se entera que existía.  Muchos se alegran, uno menos, piensan, otros siguen indiferentes, y algunos se entristecen, pero unos cuantos hipócritas se rasgan las vestiduras usando su memoria como un arma política, para repartir culpas y elevarse sobre los restos mortales, sin siquiera pisar el mundo degradado que lo cobijaba y que no compartirían ni un segundo.  

  Sin entender nada ni pretenderlo siquiera, esparcen su oportunismo de manera que nada que realmente importe pueda ser dilucidado. 

  Y siguen, por supuesto, sin hacer nada de nada.

  Un bebe vive en la calle, al lado de sus padres, tomando vino de la teta, y respirando el humo de los autos del aire, cuantos pretendieron ayudar a tiempo fueron engañados, en viles trueques sin sensibilidad, extrayendo de sus vidas el sinsentido de las otras, el bebe llora en la vereda día tras día sin que a otros les importe ni lo escuchen, cerrando las ventanillas de sus autos al pasar, como cierran las puertas de acero y los muros en sus casas.  

  Pero un día muere la criatura y esos mismos indiferentes se rasgan las vestiduras, buscando un culpable que por oposición los eleve políticamente, sin por eso dejar de no hacer nada, absolutamente nada, ni pensar en ensuciar su tiempo con el olor agrio de la pobreza, de la decadencia desorganizada, del vicio abundante y barato.

  Un rio corre todo el año, sus aguas alimentan pescadores artesanales, tradicionales.  Sus barrancas se queman en hornos de ladrillos para que los indiferentes puedan subir sus muros, la selva da leña para cocinar y no morir de frio a muchos, demasiados tal vez.  

  Hambrientos y desocupados arriban desde los mil barrios de la ciudad para poder freír un bagre en su  casa, para poder hacer empanadas con su familia, sus hijos.  

  Contrabandistas y ladrones cruzan de un lado al otro permanentemente perfeccionando su oficio, y cuando los espineles empiezan a cargarse, no es raro que una sudestada hunda la mitad de los botes, vuele los techos costeros, reviente los arroyos contra las casillas de madera…  

  Pero solo causa indiferencia todo esto, además de los gendarmes evadiendo impuestos y leyes día tras día, en millonarias estafas y sobornos, jugando en el puente con camiones a su antojo, mientras secuestran las provisiones de una familia hermana que había cruzado el rio para comprar más barato, sobrevivir, permanecer.  

  Además de los prefectos que no dudan en secuestrar un surubí cachorro o un dorado que iba directo a la mesa familiar, hipócritamente, mientras capturan toneladas sin control (¡ellos son el control!) Con la mejor tecnología, para sacar camión tras camión refrigerado de pescados, exportando directo a los restoranes santafesinos, usando nuestros impuestos para su beneficio, para nuestro perjuicio, secuestran un metro de red y dejan poner cuatro a sus amigos, recibiendo regalos para no ver lo que todos saben…

  Y un día sube el rio, y de prepo y sin aviso inunda la costanera donde iban a pasear los indiferentes.  Y se rasgan las vestiduras hipócritamente, porque el resto del año solo se dedicaron a tirar basura en la costa porque les quedaba más cerca, y buscan culpables, inoperantes, y malicia, solo porque en el año tienen cuatro días para eso, y el resto del tiempo se la pasaron mendigando posiciones, favores políticos,  dadivas incomprobables, y la realidad de belleza libertad y lucha no paso frente a sus ojos, sino para destruirla o despreciarla. 

  Cuatro niños viven la aventura de salir en el carro día tras día, descalzos en invierno, descalzos en verano, libres juegan y ríen, lloran y sufren, atosigan al caballo con su necesidad de recorrer más calle, más rápido, con más botín… hasta que alguien tremendamente sensible ve el latigazo sobre el caballo mal herrado y le duele como si fuera su propia piel… 

  En cuanto puede manda un patrullero a secuestrarlo, a salvarlo, y junta firmas para erradicar hasta el último carro, pero si lo invitan, jamás ni por error se codeara con ese contexto un segundo.  Podría correr el riesgo de no comprobarse, de influir sus parámetros estrictos con una realidad que se explica a sí misma, que es mil veces más amplia y coherente de lo que quisieran pensar…

¿Cuándo vamos a aprender lo realmente distorsionada que esta la democracia, lo estúpido que es dejarse llevar por las campañas? 

  Como si votando de vez en cuando fuéramos a cambiar, como si las carreras de caballos se fueran a acabar por largar de nuevo, mientras miramos desde la tribuna pensando como pudimos equivocarnos otra vez…  ¿Cuándo pasaremos a la práctica en vez de la charla de bar, de la distorsión humorística de una realidad insoportable por su mecanicidad, su inexorabilidad?  

  ¿Cuándo vamos a entender que el año tiene más de trescientos días, y que cada día podríamos ser dueños de nuestras decisiones, de nuestros impuestos, de cada espacio público, de cada institución? 

  ¿O será que la sociedad ya es más pobre que rica y la polarización nos lleva a refugiarnos tras de un muro, por las dudas quieran empujarnos al caldero donde hierven a los invisibles, los sin derechos, los sin recursos? 

  Tal vez por eso se prefiere la entrega y el saqueo antes que el libre acceso, donde pudiéramos cruzarnos con lo que no queremos ver, tal vez por eso los derechos humanos solo se respetan en retrospectiva, y nunca en tiempo real, porque eso sería favorecer la multiplicación de intenciones vitales despreciables a las pequeñas seudoelites que pretenden tener acceso a algún tipo de decisión política. 

   Sigamos poniendo carteles en Facebook mientras hacemos todo lo contrario en cada minuto de la vida real, sigamos vendiendo libertad como un producto de moda, mientras esclavizamos nuestras propias intenciones al vil consenso ajeno. 

  Ecología, indigenismo, socialismo, solidaridad, ciudadanía, antiimperialismo… como en una gran tienda, sigamos eligiendo las máscaras que nos permitan elevarnos simbólicamente sobre la masa acrítica.  

  Tal vez solo provoquemos indiferencia, hasta el día en que sea nuestra vida, nuestro cuerpo, lo que caiga en las irreversibles redes de la estafa, la destrucción y la muerte.

 

Hembras y machos

 


 

Bueno, “perdón” por decirlo, pero el machismo es tan malo como el feminismo, o viceversa, tan soberbio, tan inútil, tan falto de propósito real…

  Si el nuevo mundo que adquirimos al meternos de lleno en la sociedad de consumo, no tuviera su punto fuerte en la incomunicación, tal vez no existirían.  

  Y punto fuerte antes que nada y sobre todo en la incomunicación entre los distintos sexos, como forma de impedir una complementariedad primaria que genere cohesión y fuerza en su mismo estilo de relación.  

  Como personas nos volvemos -elegimos- volvernos egoístas y mezquinos, y plantarnos en una posición que genere los parámetros elegidos por ingenieros sociales hace doscientos años, y apuntamos a todo lo que viene decidido, predefinido, como si nos gustara o nos llamara desde nuestro nacimiento.  Como si el llanto primigenio de una criatura estuviera pidiendo desesperadamente un televisor y una estufa eléctrica, en vez de la teta y el calor de un corazón.  

  Vivimos pensando en comprar zapatillas nuevas, y en tachar de nuestra vida lo que no corresponde, sean los guachiturros o el capitalista de la esquina, porque así nos educan en la escuela primaria, uniendo con flechas lo que está bien, pero no nos dicen que nuestro lugar es irreal, que el fanatismo que cumplimentamos asistiendo puntualmente a su autoritaria consagración, nos es impuesto según sea necesario equilibrar una relación de fuerzas cualquiera.  

  Obviamente esta relación de fuerzas ya escapo hace rato a sus creadores, victimas actuales de la presión de la punta de la pirámide social.  Se aferran a la cima donde son masacrados por el sistema financiero, según el régimen mundial, autónomo ya, necesite consumirlos para seguir coexistiendo con el ser humano… pero… ¿Me estoy yeeendo del tema no? Un poco, parece, es que me gusta galopar…

  Entonces, como decía, en mi opinión, energéticamente, y sin desmerecer otras opciones  (que en la esencia vendrían a ser lo mismo, dadas las diferentes y posibles concepciones o configuraciones éticas-estéticas humanas, los diferentes ámbitos posibles de elección y aplicación) el hombre y la mujer, la mujer y el hombre, con mayúsculas, como personas, como individuos, están destinados a encontrarse naturalmente, por una complementariedad natural que enciende mucho más que el cuerpo.  

  Pero en la ecuación actual de moler personas para alimentar maquinas, esto no solo no es necesario sino que debe ser evitado a toda costa, pues en la liberación de los conceptos está el peligro de zozobra del sistema, y como válvula ultima de control, nos remiten al sexo, puro y duro, como si dos personas solo se pudieran encontrar en el espacio infinito que media entre sus pieles, en vez de tirar la doctrina por la ventana y comunicarse, cuero a cuero, pero desde adentro, sin volverse objetos en la cinta transportadora.  

  Así, manteniendo la individualidad, el sentido, la cohesión interna como seres humanos, dejaríamos de ser un panfleto, un agente multiplicador de la usurpación del mundo. 

  Ahí es donde son tan útiles el feminismo, el machismo, derrotando la irreductible, incontrastable individualidad de una persona, la posibilidad cierta de comunión, de comunicación, vendiendo una guerra que no existe. 

  …Cuando hablamos de machistas y feministas, generalmente estamos hablando de gente que necesita con urgencia una ideología que los justifique, que los abarque después de haber dado lugar a todas las contradicciones posibles, unas atrás de otras.  

  Casi sin excepción son cobijados con su incoherencia en un cuartel ideológico que enfrenta a su par extremo, donde libran una guerra sin retorno ni ganancia por la cuota de poder que nunca será entregada, porque a pesar de todo, un hombre no deja de serlo, y una mujer tampoco, y el no-lugar donde se elimina a la otra parte, para ser el todo, solo alimenta a las fraguas que aprovechan los restos para seguir dando combustible a una maquinaria social que nos machaca sin piedad. 

  Seguimos siendo biológicamente animales, y eso debe ser olvidado, para dominarnos, para pensar que la guerra de géneros tendrá vencedores, para reducirnos a la impotencia y la inacción, a la auto manipulación enfermiza en pos de un futuro cada vez más inhumano, pero con internet, DIRECTV, y PlayStation, ® Of course.  

  Desde niños nos enseñan a no decir pito, concha, culo, teta, etc., catalogando de malas palabras a cualquier mención a lo que nos enseñaron a tapar con la ropa, como si no fueran parte de nuestro cuerpo, y después nos venden cuerpos envueltos en billetes, imponiéndonos una meta prohibida y única, inevitable y oculta.

  De manera que el sexo pasa a ser un arma más de dominación, de sumisión, de control, y el placer se atomiza hasta relegarse a segundos de orgasmos, tal vez fingidos, que valen todo lo que entregamos como personas, a cambio de roles sociales, de adquisición de personas, de negación del amor como antigüedad caduca que no genera correlatividades económicas válidas.  

  Como solitarios samuráis, vaciamos a una mujer, a un hombre, de contenido, hasta quedarnos solamente con la cascara, con la apariencia, con lo que podemos mostrar (comprar, vender), y si no podemos solos, seguramente habrá gente alrededor que nos ayudara a defenestrar el intercambio, la fusión más íntima que lo que nos está determinado, para seguir fomentando un aislamiento, un extremismo genérico donde seamos victimas fáciles de estos buitres sociales.

  O tal vez todo esto no es cierto, y yo estoy equivocado, pero seguiré creyendo en hombres y mujeres de carne y hueso, que luchan y viven intensamente cada día sin necesidad de auto catalogarse, de arrinconarse.  

  Y preferiré atravesar la plaza en vez de mirar televisión, acariciar lo que sos antes que despreciarte en fantasías perversas, y desnudarme mirándote a los ojos, en vez de vestirte, mujer, con falso brillo, solo para consumir la mirada ajena.

11 octubre

Recalentamiento

 

 

Hoy me desperté con miedo, y no es la película que vi anoche, ni los sueños malditos que ya no puedo recordar. Hoy me desperté así porque ya en el aire había algo raro… por suerte no hay lugar abajo del somier para que se esconda nada, sino hubiera tenido que buscar la linterna y revisar, porque indudablemente había algo malo, lo sentí sin ninguna duda. 

  Paso sin calzarme por la cocina pero me arrepiento enseguida y vuelvo a ponerme las pantuflas, ahora sí, voy hasta la puerta de calle y abro un poquito, entreabro la puerta, lo suficiente para que me encandile el sol, y el calor de la tarde se meta sin permiso… las rejas brillan después del patiecito delantero. El calor es como una ola que sube, bailando en el cemento.  Esto está cada vez peor.

  Pongo el aire a 18 grados y me arreglo con un pulóver finito de lana de vicuña, muy lindo, con dibujitos de indiecitos saltando y todo, creo que lo compre por internet… 

  ¡Internet! ¡Corro a la computadora a ver si dice algo de la catástrofe inminente que se cierne sobre mi cabeza! Oh dios, esto es terrible, plagas por doquier, inundaciones, terremotos, olas gigantes, incendios, derrames de petróleo… hace mucho que no me actualizaba, realmente… 

  ¡Esto está cada vez peor! Subo a mi cuenta de Greenpeace y aumento la contribución mensual a cincuenta pesos ¡Ojala ellos puedan hacer algo! Porque a mí me supera. Salgo afuera nuevamente, bah, miro por las rendijas de la persiana, las rejas parecen derretirse por el intenso sol, ¡que estamos haciendo con la capa de ozono! 

  ¡Que estamos haciendo con el planeta! Es necesario generar conciencia, me digo y abro todas mis redes sociales, copiando y pegando las noticias, espero que a alguien le interese, entre todos podemos revertir esto, o nos cocinaremos en tan solo cien años.  

  Y si, parece mentira, pero con solo un grado y medio de diferencia promedio, los casquetes polares se derretirían y miles de ciudades costeras desaparecerían, ni hablar los tipos de esas islitas…mmm… no me acuerdo, escribo en una nota: “buscar islitas” pero la experiencia me dice que cuando la vuelva a ver será demasiado confusa y oscura así que la borro y escribo de nuevo: “calentamiento global. Islas. Peligro de inundación” no queda tampoco tan claro pero sabré interpretarla. 

  Mañana mismo buscare la Info para divulgarla.  Sigo copiando y pegando, me lo tomo en serio, pero lamentablemente, en el chat, la gente que no hace nada se burla como si no viviera en el mismo planeta que yo…

  Rasguñan la puerta, es Black and White que quiere comer, abro la puerta de atrás y un yuyo se me cuela adentro, que horrible que esta esto, cierro el camino al perro mientras me contorsiono para agarrar los platos, los lleno y  otra vez en su lugar, por la ventana miro mientras come, el patio esta horrible, lleno de yuyos y bolsas de basura rotas, pero él es feliz, trato de recordar el nombre de algún jardinero de confianza, no se me ocurre ninguno, tendré que consultar. 

  Después de tocar el perro me tengo que bañar, sino no puedo seguir, prendo la lluvia y me relajo con su relajante sonido, mientras hago caras en el espejo, practicando para la tarde, me desnudo y recibo el masaje del agua por un rato antes de empezar a enjabonarme, el shampú de bambú tendrá que alcanzarme por hoy, hasta que mi favorito este en stock nuevamente.  

  Esto de comprar por internet tiene su lado malo también, a veces mientras te decidís, vas a cliquear y antes de que muevas el dedo, zas “no disponible” alguien más se llevó el ultimo… apago el agua. 

  Me visto pensando en lo que voy a decir, tengo una hora para pensar en mi improvisación, escribo y borro, escribo y borro, hasta que me conforma y guardo el documento, y lo imprimo para memorizarlo, me hago dos sanguchitos de pan negro, tomate, lechuga, queso, jamón y huevo. Tengo que descongelar la heladera, pero no hoy, no tengo tiempo.  

  El remís espera en la puerta, preparo las llaves, miro bien a ver si hay algún extraño… salgo y cierro, salgo y cierro, abro y le indico la dirección al chofer, con su cara de culo, como si nunca lo hubieran tenido que esperar a él, arranca y vamos… 

  Que calor que hace, hago algunos ejercicios de respiración en el viaje, llegamos, me roba los diez centavos, no, no, está bien quedatelos, le digo como para que se dé cuenta que no lo volveré a llamar, tacho mentalmente a la empresa, y entro a la escuela, llegue tarde, tengo que atravesar el patio en pleno recreo, que desastre, este es el futuro del país! 

 Tanteo en el bolsillo el pendrive y entro al salón de actos, a preparar la mini charla, espero que los niños sean más receptivos que los adultos con respecto a la ecología…   

 

El tren fantástico

 


 

Hoy me di cuenta de una cosa, cuando haces las cosas de una manera distinta y sin embargo logras resultados, nadie los ve.  

  O si, poca gente, tal vez los aprecia y hasta los comparte, los disfruta, los reproduce.  Pero la gran mayoría de la gente se dedica a ignorarlos porque no podría reconocer el costo tremendo que paga, solo para recostarse a mirar televisión. 

  Y encerrada en su cuota de aislado poder, en su casa, en el segundo en que pueden hacer valer su autoridad, en vez de sufrir la ajena, la usan para asegurar y establecer que las posibilidades frente a sus ojos no son reales, que solo la esclavitud voluntaria es realizable.

   Y yo vivo mirando como en un circo, un teatro permanente, donde espero cada gesto y cada nuevo acto, infinitamente repetido, para reír hasta el hartazgo, y definir los límites de mi mundo libre, siempre cambiante, frenándolos o atrayéndolos con las apariencias, con la legalidad, con su ambición de poder, de energía ajena.  

  Y se retuercen creyendo que mi mundo se desperdicia, porque no tienen otro marco de interpretación que sumar y sumar para que el resultado sea cero.  Y un día se dan cuenta que ganaron nada, secos por dentro, mientras aún se espantan mirándome gastar el tiempo en sentirme vivo.  

  Pierden el sueño permanentemente para atesorar sus conquistas, y sin embargo que frágiles que son, contra la naturaleza, contra la chispa eterna del ser humano: cuando se descuidan, la jaula tenía otra puerta y quedaron solos después de haberse tragado la llave, y yo mirándolos, sigo mi camino.

  Y si les llegara a dar oídos, me enteraría de lo injusto que es el mundo, de cómo su esfuerzo y sacrificio (sobre todo ajeno, sobre todo sacrificio de personas, de las que todavía tal vez guarden sus restos como reliquias) se pierden en un segundo, se malgastan en el pico de otros buitres peores que ellos, que solo querían sobrevivir. 

  Y mientras lloran yo disfruto dejando crecer y florecer una semilla que en su fruto volverá a ser lo mismo, y me desperezo bostezando.  

  Y les digo… Tal vez este año me tome vacaciones, realmente estoy estresado… solo para saborear su odio, malgastado sin resultados tratando de destruir el mundo que no comprenden, que no pueden clasificar.  Los provoco solo para no tener mi vida al lado de la suya, y me divierto avisándoles a sus bestias de carga que el mundo todo puede ser distinto, y que además es posible. 

  Y cuando los rodeo y me aparezco del otro lado, en el infinito del mundo, y no entienden como corte camino, en su concepción del mismo como un riel a través del desierto, como pasajeros de un carísimo camarote, donde miran por las ventanillas sin darse cuenta que es solo una pantalla donde disfrazan de paisaje hostil los alambrados que los encierran.  

  Cobrándoles de estación en estación, tomando los desvíos precisos y abarrotados de idiotas útiles como ellos.

  Corro y disfruto de mi selva, y pinto en el horizonte puentes imaginarios para que los vean y se ofusquen, se sepan engañados, se desesperen de ambición, y salten del tren a veces, al mundo donde elijo yo, sin avisarles, sin decirles que todavía pueden elegir, también.  

  No me digan que si se desnucan no morirían felices, un segundo de libertad vale bien la vida, y cuantas cadenas de oro portemos, solo la convierten en un charco sucio, donde ruedas y ruedas pasan revolviéndolo hasta volver huellas muertas de barro, lo que pudo ser agua y vida reflejando el sol incandescente que nos refleja.

  Cada tanto vienen a ofrecerme collares y perlas, como si no viera que llevan atrás y lo que esperan desquitar, y los dejo, hablando solos, ofendidos.  No entienden todavía que todo lo que lograron no vale nada para mí, que ya lo descarte hace rato, que no sumo más equipajes. 

  Una sola mosca volando en verano zumbando en el aire es música, y no el ruido de abanico de los billetes que se ofrecen a cambio de todo lo que somos, de lo que pudiéramos ser, de lo que naturalmente hubiéramos sido.  

  Pero cuantos medios se erigen para borrar ese conocimiento, pintándonos una escalera eterna a la meta mística, capitalista, mecánica, donde todos nuestros sueños serán un día cumplidos, mientras con ellos, con nuestros verdaderos sueños olvidados alimentan la hoguera que nos quema, que nos consume a fuego lento, porque sus bocas viejas sin dientes no pueden tragarnos así como nacemos. 

  Un día muero como vivo, pero no me matan, no pueden hacerlo a pesar de todas sus amenazas, de todos sus fantasmas, solo podrían detenerme si acepto que me atrapen.  Pero al escapar herido y sangrando tal vez me renueve una vez más, y libre alcance un lugar fuera de las vías donde pretenden atarme, usando su convicción para ofrecerme la soga, como si yo temiera mis propias certezas. 

 Me quedaría  a verlos pasar adelante una vez más, para ofrecerles mi desprecio, si tuviera tiempo de mezclar mi tiempo con tales depredadores…

05 octubre

Ética para extraños

 


 


Vivimos esclavos de una ética de la dominación, pues quienes la imponen no la ejercen, no la respetan, no la temen.  Vivimos esclavos de la estupidez sin fin de deshumanizarnos, de desanimalizarnos, en nombre de la antisupervivencia, solo para que puedan juntarnos a cucharadas quienes se ríen de todo, y sobre todo de nosotros.  

  Cuando se acaben las buenas causas que defender, se volverá un crimen espantoso matar un piojo, y serán crucificados aquellos a los que no se los vea rascándose afanosamente la cabeza. 

  Claro que para sumar el control absoluto  y el miedo a la hipocresía y la doble moral que desintegran  la sociedad, los señores del castillo de acero inoxidable ejercerán el derecho de revisar a los sospechosos, entrar a los hogares controlando del primero al último, y absorber su tiempo contando los insectos que circulan por cada cuero cabelludo.

 Y todo se deberá al azar o a la voluntad maquiavélica, para lograr el ascenso de unos y la perdición de otros.

  Los pelados serán expulsados o muertos por la turba hambrienta y sus bienes confiscados, y según la necesidad, su mal se declarara hereditario y contagioso, y se perfeccionaran los métodos de identificarlos al nacer.  

  Su exterminio se declarará sistemático y necesario, aunque solo los señores en sus tronos de calaveras se reservaran el derecho de usar gorro.  Las pelucas se cotizaran a precio de oro... ¡Adivinen quien controlara ese mercado!

  Cuando finalmente la conciencia emerja, todo cambiara y los mismos señores serán los paladines de la tijera y el rapado a cero, y convidaran en sus castillos de hueso pulido a los líderes de la revuelta, donde por supuesto los asesinarán.  

  A todos menos a uno, que se salve para decir que todo lo anterior fue obra suya, y que ya no impedirán el progreso de la humanidad, solo atrasado por las plagas que favorecían, ahora todo será paz y bienestar.  

  Por los caminos de sangre roja seca viajaran lentos los inmensos contenedores de pan para los convencidos, y una vez más los ejércitos de (esta vez) peluqueros macabros, que tal vez de vez en cuando claven sin querer la tijera en el cuello de sus obligados clientes.

  Todos los heraldos del planeta cantaran en sus páginas el triunfo del bien sobre el peligro latente de los desacatados, que comiendo sus propios piojos, vivirán entre las sombras tratando de impedir inútilmente que la historia se reescriba ante sus ojos, que se manipule la memoria y la sangre de los muertos, de sus propios muertos, para decir que vivieron para afilar la espada que les corto la cabeza.

  Y en sus caravanas de polvo, los reyes de barro irán con paraguas bajo la lluvia, aparentando competir unos con otros, para que se quede con la decisión total sobre nuestras vidas, solo quien simule mejor lo contrario de lo que son.  Mientras, los hambrientos de carne y hueso juntaran monedas de lata entre las huellas que cortan en dos la ciudad, para no ver morir de hambre a sus hijos.  

  Sin embargo, algunos crecerán despreciando todo eso, y recogerán de los olvidados del tiempo las enseñanzas que les permitan volver a ser personas... ¿Todo comenzara una vez más?

 

28 septiembre

Maia y Ciro


 


 

Para mis hijos:

  No empezare por una frase tan trillada del tipo “Daría la vida…” o de esas, porque la vida es importante, y necesaria de mantener, en toda circunstancia, para la prosecución de cualquier fin, pero algo de eso hay.

  En mi caso, mis hijos fueron fruto del amor absoluto, y esa es la primera enseñanza que trate de transmitirles siempre, sin medias verdades, sin medias mentiras, aunque todo a su tiempo.  

  Y tal vez por esa misma realidad, vivimos años y años y años de la guerra más estúpida que alguna vez sufrí, con el amargo objetivo de  fracturar y desmembrar a mi familia, por parte de gente que tiene un concepto distinto de este tema, y ve a sus hijos como objetos, como propiedades, como seguros para la vejez, mascotas etc., y quiso convertir a mis hijos en lo mismo, cuando debían ser personas… lo cual dejé de analizar hace rato por serme incomprensible.  

  Solo pude oponer la libertad.  

  Como frutos del amor, de una responsabilidad, me parece inadmisible pasarles cuentas solo por nacer, por existir, por ser y equivocarse, exigir y necesitar un bagaje de cosas para continuar y crecer, ya que la elección de su arribo a este mundo fue de dos ínfimas células y/o corazones que lo resolvieron cuando ellos no existían, pues, ¿Qué culpas habrían de pagar entonces…? 

  Y además  ¿Que habrían de restar de su vida para defender o cuidar la mía, desordenando todos los relojes del mundo?  

  ¡Que vivan y prosigan sin culpa!  Que yo me cuidaré solo cuando sea el momento, en vez de convertirme en una carga, un peso, una responsabilidad contra natura…

  Nada hay más fácil de interpretar para un niño que el amor, ya que lo viven y lo ven en todas las cosas, mientras no los pisoteemos, por eso es un buen punto de partida.    

  Entonces empecé por ahí, y en la práctica, sin perder la vida, la puse en juego tantas veces como fue necesario para su supervivencia, y si la hubiera perdido, tal vez hubiera sido una ecuación justa, aunque de suma negativa, tal vez por un tiempo… 

  Tal vez por eso no les enseñe a vivir la vida como una institución, como algo sagrado que hay que mantener a toda costa, toda una filosofía de referentes del sistema, que terminan esclavos voluntarios solo para no disminuir sus caprichos, para no perder su egoísmo y mezquindad.  

  Amor, es práctica, no un objeto, es mirarse a los ojos y ser iguales, al margen de las posibilidades, de la fuerza, de los hechos.

  Y de ahí la vida, con ese material, no otro.

  Y nunca me prive de abrazar, besar y acariciar a mis hijos, durante horas enteras, de dedicar mi tiempo solo a compartir mi corazón con el suyo, todo lo que pudiera, sin cobrarles por eso. Sin chantajearlos con caramelos o etcétera, más allá de que nuestra vida siempre fue austera y simple.

  El amor es libertad, y la libertad amor.

  Y al amor no se llega con la palabra escrita ¡Con estas palabras!  Se cultiva desde un corazón sano.  En alguna coyuntura, viajando, tuve la oportunidad de compartir mi tiempo con gente que venía de dejar su casa arrasada por el agua, al igual que mi pequeña tribu, y esos ocho niños escalonados eran un mar de amor y se cuidaban entre ellos 

  ¡Y seguro cualquiera dejaba su plato de comida por su hermano si era necesario!  Tal  vez porque solo así habían llegado a ser, en alas del amoroso sacrificio, el tozudo ejemplo de sus padres, y nosotros aprendimos también, que amor es libertad, y libertad amor.

  Pero de una persona que solo fue educada en el capricho no aprendes el amor porque no puede verlo, porque el hecho de que le den la coca cola en la mesa parte ya de un intento de someter y atar, por la transmisión del miedo, la soledad y la posesión que esos padres sienten. 

  Y se sienten felices en el fondo cada vez que la criatura aumenta su egoísmo y mezquindad y rechaza una nueva comida porque es marrón, roja, verde, blanda o fría o caliente, y se quedan tranquilos al desmantelar su futura libertad, aunque eso pueda ser “inconsciente”.   

  Pero sus hijos solo aprenden a atar y destruir, para repartir sus cadenas y no sentirse tan solos, y solo pueden hablar de amor, aunque no lo conozcan.

   Entonces,  evité siempre forjar en ellos esos parámetros ajenos…  y en honor a la libertad personal, evite responder a la salvajada encarcelando a mis hijos, tal vez envenenando mi propia vida más de lo necesario, pero sabiendo que un día sus propios parámetros les permitirían elaborar sus propios juicios… y me sentiría un ladrón protegiéndolos de la experiencia primaria de tener a su alcance las diferentes opciones disponibles.  

  Aun cuando los protegiera, conceptualmente, a través de la interacción y puesta en el tapete de las intenciones y acciones con las personas que participaban de su mundo familiar.  Con esto solo logré total hipocresía, y golpes bajos, ciertamente, viles intentos de manipulación infantil.

    Pero soy adulto y vivo en un mundo real, lo que hasta cierto punto, no debe ser mostrado antes de tiempo a los niños, pues todavía deben guardar esa semilla de luz que llevan dentro para un día construir algo distinto.  Y ellos fueron fuertes.

  Entonces no les evité tampoco muchos golpes, sino no hubieran caminado, explorado, ¡Arriesgado!  Ni lloré por sus raspones ni los levanté para abrazarlos y consolarlos como si fueran de cristal cuando se dieron un palazo, riendo y festejando cuando corría la sangre, al mismo tiempo que mis brazos los apretaban, pues los golpes y el dolor son una parte insignificante de la vida, y así deben mantenerse, no magnificarse hasta el hartazgo, haciéndose parte de un vicio, un intercambio enfermizo. 

  Les enseñe a ser valientes, a defenderse por sí mismos, a reír cuando se volaba el techo, a seguir adelante sin pensar en nada, aunque no vean la meta, porque nunca se ve, casi nunca se conoce, y eso es una buena excusa para dejar de caminar.

  No los llevé a llorar a los velorios, ni les enseñé a sufrir ni amargarse por las desgracias ajenas, no los hice parte de ninguna secta o religión.  Preferí decirles que toda la fuerza estaba adentro de ellos mismos, y que las respuestas llegarán cuando tengan una buena pregunta… que el mundo entero es de y para ellos aunque lo hayan alambrado, aunque existan los países, idiomas y gobiernos.  Que ser feliz es ser conscientes de ese segundo, de este mismo segundo…

   Trate de demostrarles que el cuerpo es natural, y para disfrutar, no algo de lo que deben avergonzarse, algo sucio, sino una maravilla que debían cuidar, y fortalecer siempre.  Jamás les oculte nada sobre sexo, evitando toda represión o prejuicio, toda determinación, para que lo puedan vivir a su tiempo y a su modo, sin sentirse culpables por eso, sin pensar que deben rendir cuentas por decisiones personales.

    Traté de que no teman equivocarse pues también se pueden pedir disculpas, y obviamente, fue también con el ejemplo, apelando a su ternura cuando lo hice, y recordándolo para darles la mía, en lugar de solo una cara de prócer apuntando al horizonte. 

  Que no teman experimentar probar y romper porque todo es aprendizaje y si no se puede arreglar, siempre hay opciones, y de última, nada es tan importante.

  Tampoco practiqué la hipocresía con ninguna costumbre pensamiento o cuestión que ejerciera, aunque estuviera en desacuerdo con las líneas generales de la sociedad, pues con eso aprenderían que un ser humano es soberano absoluto de su persona, y la sociedad solo es una construcción imperfecta necesaria a veces para convivir, dado el estado de cosas en que ha devenido el mundo. 

 Y tome como una responsabilidad humana, el aclararles lo artificial y decadente de las jerarquías, de las prohibiciones, de las instituciones, etc.

  La vida, la muerte, se entrelazan desde el momento en que somos parte del mundo, así que no les enseñé a tener piedad de nada, sin perder la ternura de acariciar un cachorro, o liberar un pez o un animal cualquiera de su destino, como también hicimos, pero sabiendo que nuestra vida cuesta la de otros seres, que criamos o plantamos, cazamos o cosechamos, y usamos o comemos, y eso está bien, y no hay forma de que sea de otro modo, y que todo lo que hay sobre el planeta tiene el mismo derecho. Porque matar y morir está en la raíz misma de la vida.

  Mi primer derecho fue pasar hambre para que coma mi hija, y sangrar para que ella viva, y hacerlo con alegría, infinita alegría.

  A medida que van creciendo y su mundo se opone, entrelaza, separa, funde, intercambia con el mío, me siento reconfortado de que sea así, sin recelos, sin culpa, sin miedo de decir ni preguntar, de tomar sus decisiones, libres en una cabecita libre, eligiendo sus herramientas para la vida, partiendo de su historia, de su mundo, de su libertad de preguntar y contradecir… o consensuar.

  Les mostré que cualquier cosa es mejor si parte del corazón, y que nada es tan importante como lo que creemos, lo que perseguimos como personas…igualmente, debí decirles que a veces ese camino se vuelve en contra nuestro, cuando se carga de opciones, opiniones, decisiones ajenas, y a veces, cuando no supimos protegerlo, la paz, la salud, la libertad, el amor, imponen abandonarlo, aun cuando sea difícil tomar esa decisión. 

 Y me fui, y fue  mejor para todos por cierto, y ellos entendieron porque había partido.  Y porque había vuelto para verlos, solamente cuando mi corazón fue capaz de soportar mínimamente, de separar su mundo del recuerdo que incluía a su madre.

  Me alegro de que ella siga compartiendo, redefiniendo, y actualizando también estos conceptos, creciendo junto con ellos, como yo, y generando libertad.  Energía.  Mundo.

  Porque me siguen enseñando… para ellos, aun pequeños, que saben que no es un chiste, que una vida libre, real, puede terminarse en cualquier momento -¡Hoy!- y no temen ni retroceden por eso, fue esta canción.

 

El sol del Gallego

 



 

  “Cuando el sol se pone en nuestro corazón, pareciera que nunca va a terminar de dar la vuelta al mundo, pero un día los pajaritos nos anuncian que la claridad está por llegar y si estamos despiertos, podemos agarrarla de lleno…”

  Con estas ingenuas palabras había terminado el discurso, y el 38 descansaba sobre la mesa.  

  Los platos vacíos, los vasos llenos, los demás esperando desinteresadamente que tomara una decisión, sin hablar, por respeto al Gallego, que lo miraba a los ojos, quemándolo con el recuerdo de los recién contados relatos de tanta muerte, tanto sadismo reciproco, de tanta frialdad para definir el destino de cualquiera para siempre.  

  Servía o no servía.  

  Dependía de él mismo, y el Gallego se lo hacía notar… igual no se iría con las manos vacías, pero no era lo mismo, salir como un mendigo, lastimoso y sin dignidad, o quedarse como uno de ellos, sin mendigar más nunca, ni bajar la vista, ganando lo suyo como todos, a la par de todos, al lado de los mismos que hasta ayer había visto pasar con miedo.  

  El, nunca había sido un santo, pero esto era jugar en primera, y morir era un hecho palpable, como lo atestiguaba el vendaje del Moroco.  El Negro Sombra meneaba la cabeza, recién salido del penal, había sido su cuñado y no le tenía fe, pero el Gallego lo frenaba con la mano abierta, paciente.  

 ¿Y? ¿Que,  tenés miedo? Eso es bueno, te ayuda a mantenerte despierto… si vos no agarras ese caño alguno lo va a hacer por vos, y ya no puedo pedirles que te respeten, después que compartiste su mesa y sabes cosas que no tenías que conocer 

 ¡…Quien sabe si no terminás siendo un botón!

  El miedo llego a un nivel increíble, cada milímetro que se movían le parecía un planeta integro que giraba. Cada mano parecía a punto de sacar un arma para ejecutarlo: el estómago se le revolvió y las piernas se le pusieron a temblar, frías, no podía mover los brazos.  

  Si quisiera defenderse, estaba paralizado y no podría, se vio muriendo como un animal, sádicamente, desangrado entre las carcajadas siniestras de los muchachos de la banda del Gallego, adonde había acudido por encargue de su madre, solo para pedir un poco de comida, leche, un poco de ayuda, y se había quedado sin hacer caso de sus recomendaciones… 

  “Ni un pie adentro de esa casa, vas y venís, con lo que te den, no quieras hacerte amigo, porque esos no son amigos de nadie”.  Su madre, que había perdido su trabajo por una riña familiar de sus patrones, fácilmente había gastado el resto… 

  ¿Sería verdad lo que le habían dicho una vez, que había sido amante del Gallego, en vida de su padre?  Por ese comentario había roto dos narices, pero  ahora tenía la plata para la garrafa y más, en el bolsillo, una bolsa de comestibles al lado.  Pero se había quedado y todo era inútil.  No sabía cómo salir

  Intuía que, mientras no despegara la vista de los ojos del Gallego, nadie se iba a mover, pero no sabía hasta cuando, y sus orejas eran antenas que captaban e interpretaban el mas ínfimo ruido a sus espaldas, proyectándolo en funestas películas dentro de su mente. 

  Agachó la cabeza, vencido, sabía que podía salir ileso, con lo suyo, y nadie iría a hacerle daño, aunque tampoco a tenerle respeto, agarro el revólver, temblando, podía sentir el poder de vida y muerte que emanaba del fierro, lo apunto a un perro, y volvió a mirar el caño…la muerte bailando como un fantasma sobre el cilindro de metal.   El Moroco saco su arma y disparó “Si vas a sacarlo: usalo, o te barren”

  Una carcajada general festejo el chiste, aunque el único que no se reía era el, mirando el perro agujereado, llorando lastimero, muriendo culpa de él, que no era para esto.  

  Ahora no sabía qué hacer, el único que no lo miraba era el Gallego, los otros habían sacado sus armas y lo apuntaban, empezó a pucherear, apuntando a uno, luego a otro, caminando para atrás, se acordó del encargue y levanto la bolsa del suelo, tanteando con la mano, sin dejar de mirarlos a todos, se veía juntando las carpetas de abajo del pupitre al terminar la hora, sin haber siquiera prestado atención un segundo, pensando en salir a fumar y quemar un papel de cincuenta con la vagancia. 

  Ahora quisiera estar en la escuela, y poder tener una oportunidad más, en vez de morir en un aguantadero, de donde solo sacarían su cuerpo para tirarlo al zanjón más cercano, y después amenazarían a su madre y a su hermana. 

  Retrocedía sin dejar de apuntarlos con el 38 largo, pesado para él, que nunca había tenido un arma en la mano, con su cara blanca, con su miedo que lo hacía odiar al Gallego.   

  El tipo había agarrado el tenedor y comía de nuevo, picoteando sin mirarlo, como si su muerte no fuera más que un trámite insignificante y rutinario.  

  El perro, como un antecedente, había dejado de gemir, de moverse, de vivir.

  Solo una rigidez ajena lo vestía, y un pequeño agujero entre las costillas por el que apenas si había salido sangre.  

  El jefe de la banda terminó de almorzar...después se limpió la boca con una servilleta y dijo “mátenlo”, displicente, como si esperar su orden hubiera estado de más, pero agradeciendo la cortesía de dejarlo comer.

   Empezó a disparar contra las caras sarcásticas, pero solo hacia tac, tac, tac, tac, tac, tac, tac porque no tenía balas, y esta vez la carcajada fue atronadora, haciéndolo llorar de rabia y vergüenza, cagarse de miedo y mearse porque no tenía más ganas de aguantar y ya no le importaba nada, solo quería aflojarse, y eso hizo.

  Alguno lo agarro al vuelo antes de que sus piernas lo dejaran caer, mientras otro recuperaba el revólver, haciendo enseguida la mímica de su tiroteo ficticio, y todos se agarraban el pecho, falsamente heridos, o caían riendo, como un juego de niños.  

  Una sonrisa triste se pintó en su cara, acordándose de las tardes con su primo jugando con pistolas de juguete, otro perro se acercó a olerlo, mientras caminaba para afuera, lo acompañarían hasta su casa, arrastrando las patas, sin reproches, después de todo había demostrado algo, no se había arrodillado ni cedido completamente a su miedo… 

  Iba pensando en las últimas palabras del Gallego, en la escuela, que todavía podía retomar, en otras tardes trabajando en el salón, en su casa y su ropa lavada, ni se dio cuenta que habían llegado.

  Abrieron la puerta solo después de espiar largamente por las rendijas de la puerta.

  ¡Buenas tardes Señora!  ¡Acá está el nene!  ¡Enterito como lo mando Doña Cata! Ahí el Gallego le manda saludos y unas cositas para sus hijos, y hasta le devuelve este ¡Medio cagado!  Mejor si va a la escuela y estudia, porque no sirve ni para matar perros, jajajaja y lo soltaron porque a la vista de su casa ya podía pararse solo.

  Ellos se fueron riéndose y apuntándose con las armas, cargadas estas, de verdad, y el entro a la casa sin hablar, mientras su madre empezaba a desparramar los comestibles arriba de la mesa.  

  Agarro la garrafa que nunca había querido llevar, mirando burlonamente como su madre y su hermana le cruzaban un palo y la cargaban entre las dos, y sin acordarse de que estaba cagado, se la revoleo al hombro, para ir a cambiarla al almacén, a dos cuadras. 

  Los niños en la calle lo miraban distinto pero el no saludó a nadie, tenía un pozo en el estómago, un sol saliendo en el pecho, un perro atigrado colgando de su cabeza, y unas cuantas cosas que hacer hasta mañana, cuando volviera al tercer año.

 

24 septiembre

Niño Dios

 

 

El niño no terminaba de entender, y acosaba al dios:

_…Señor -preguntó-  ¿Porque debo ser sacrificado, entonces?

_Porque solo así saldrán adelante los predestinados…

_¿Y porque no pueden hacerlo solos?  Preguntó otra vez

_Porque tienen mucho que aprender, y tú lo vales, eres su comida, digamos, sino el conocimiento que hace girar el mundo se perdería y todos perderíamos nuestro mundo, es bastante fácil de entender, porque no lo haces y ya…

_¿Y porque no podrían hacerlo solos?   Lo interrumpió el niño, sin conciencia de haberse convertido en una molestia, y estar irritando al dios.

_Porque aprender a alabarme los convierte en niños indefensos, y tienen que ser acunados, alimentados y guiados hasta el último día, aunque, créeme, es la única manera de que las cosas sigan como están…

_Yo no me siento indefenso.  Podría defenderme o elegir no ser sacrificado, afirmo rotundamente la criatura…

_¡No, no lo harás! Se impacientó el dios, vociferando, ya harto de dar explicaciones que lo rebajaban ¡Porque el temor te lo impedirá, y seguirás tu camino como todos los demás!

_Yo jamás temeré a nada, y me saltare las reglas que designan mi muerte.

_Jajajajajajaja.  Puedes tomar el camino opuesto si quieres, me da igual, te prometo diversión sin fin, y sin culpa, y nada te faltara, es más ¡¡Hasta puedes ser uno de los elegidos, si eso te hace feliz!!  Rio el dios, y luego se puso serio, dictaminando… toda tu educación se reducirá a inculcarte el miedo ¿Cómo podrías evitarlo?  ¡Tú mismo elegirás tu camino, no hay designio en realidad!

(El niño sintió que se inflaba, que otro tipo de energía lo invadía, la percepción…)

_¡Evitare asimilar las enseñanzas, y seré libre!

_Bla bla bla,  ya me has agotado la paciencia, sal de mi vista, ahí tienes la puerta que te corresponde, cuando termines el pasillo, podrás nacer…

_Ya no te creo nada ¿cómo sé que esa puerta no lleva a una trampa?

_Porque yo jamás miento

_Y entonces… ¿puedo evitar mi destino de ser sacrificado a ellos?

_¡No! Grito la imagen grandiosamente.

_Jajajaja!! ¡¡Te has delatado!! No iré por esa puerta… y empezó a dar la vuelta

_¡¡¡Sal de aquí o te fulminare insensato!!!   ¡¡¡¡Sufrirás mi castigo por toda la eternidad…!!!!

_Jajajaja -

  Reía el niño y lo dejo hablando solo, hasta quedar duro de asombro, impensablemente…

Había dado la vuelta y estaba atrás del dios, y atrás del dios no había nada, era solo una fachada, donde un imbécil con dinero, hablaba a través de un altoparlante…

Al verlo, salto de su escalera y salió corriendo, espantado, y el niño lo siguió

Salieron los dos por la misma puerta, antes oculta por el inmenso decorado, pero el miedo dominaba al escuálido y pálido hombre, y el niño lo salto justo cuando se cubría esperando un golpe mortal.  No miro atrás, ni escucho las palabras del imbécil: ¡¡¡Lo olvidaras, toma el camino que quieras, todo lo olvidaras…!!!

  Con tanto ajetreo se había atrasado en su trabajo, y ya venía bastante mal ese día.  Se acomodó en su tarima, probo el altavoz aclarándose la garganta y recién ahí contesto al insistente golpear de la gran puerta

  _¡Adelante! Puedes pasar…

_¡¡Hola!!  Dijo la niña, sin demostrar miedo ni reverencia, ni siquiera admiración…

_El imbécil sintió que le empezaba a doler la cabeza…

Basural

 

 


Estábamos con el Pato, y el Matungo, habíamos cruzado un viracho en la laguna, persiguiéndolo con nuestras piedras, antes de recorrer la costa buscando anzuelos y plomadas, piedras buenas y pescados muertos, al final dejamos todo en un escondite, para volver a pescar mañana.  

  El día era soleado y no queríamos volver porque habíamos salido sin nuestros gorros, y seguramente nos castigarían dejándonos adentro.  

  Recorrimos el basural, entonces, sin encontrar nada que valga la pena, salvo el Pato que se llevaba un hermoso conejo de peluche, azulado, que solo estaba un poco descosido y sucio.  

  Dábamos vuelta la basura para ver si aparecía alguna víbora de colores,  o algo raro, que nos sirviera para hacer una nave espacial o un auto de carrera, pero todo estaba quemado, y encontramos muy pocas piezas, aunque una, llena de luces de colores, botones y palancas, valía la pena por todas y nos decidimos por la nave espacial, arrastrándola para casa, ya encontraríamos otras piezas.  

  Igual, todavía no podíamos volver, así que la dejamos al pie del muro, donde no podían vernos, y nos sentamos un rato a descansar abajo del ceibo, yo no tenía nada que contar, así que estaba por inventar algo cuando por suerte vi al Viejo De La Bolsa que venía caminando, y salimos corriendo, a escondernos en la selva…

  El viejo pasaba caminando tan lentamente que no terminaba nunca, y la bolsa en su hombro, bien llena, capaz con un niño, o sus pedazos, que iba a comer a su casa.  Habíamos quedado bien quietos y callados, cuando el Pato, que boludo! 

  Capaz por el mismo miedo le pego un grito, y el viejo se dio vuelta, nosotros lo miramos para pegarle un coño pero él se quedó congelado mirando al viejo, que se venía, se venía, y saltamos de nuestro escondite para correr pero el Pato no podía, y se estaba meando en el lugar.  

  Con todo el miedo que teníamos ni podíamos agarrar las piedras pero íbamos a salvar a nuestro compañero antes que se lo lleve, el Pato congelado…

  Finalmente logramos conectar el primer disparo, que picó cerca, haciéndolo detener, y ahí tiramos y tiramos, pegándole algún gomerazo, errábamos casi todos por miedo a pegarle a la bolsa, donde el niño todavía se podía salvar.  

  El viejo corría despacito y nos puteaba, y hasta lo corrimos un poco, así aprendería a no pasar más por nuestro territorio, ni asustar a nuestros amigos, horas pensamos donde tendría la cueva, y lo astuto que era al andar solo a la siesta, cuando los grandes duermen, y los niños estamos solos.  También ¿Si era una niña, la que llevaba? 

  ¡Seguro que se la comía!  Las niñas no pelean, solo lloran y se tiran al piso, no tenía salvación ¡y nosotros lo dejamos escapar!  Aunque nos acordamos de la Malena, y de la Boca de Víbora, que trepaban a los árboles, peleaban y jugaban al futbol igual que nosotros y nos quedamos un poco más tranquilos.  Igual íbamos a avisar a nuestros papas, pero teníamos que esperar que el Pato se seque.


  Pusimos las botellas en fila, verdes blancas y marrones, contamos quince pasos y empezamos a tirar. El que perdiera se iba con el pantalón meado ¡yo no iba a perder ni loco! 

  Ya iba rompiendo tres cuando vi unas botas, y doy vuelta la cabeza… eran dos policías que nos miraban, se habían acercado sin hacer ruido… que susto nos pegamos, nos agarraron con las manos en la masa, bajamos las gomeras, mirando los uniformes, llenos de balas, cartuchos, las pistola, y las escopetas, todo nos encandilaba con el sol.  

  Y nos olvidamos del viejo de la bolsa.  Un policía nos dijo, a ver esas gomeras ¿nos dejan unos tiros?  Y se las dimos, y agarraron una cada uno, devolviendo la mía, esta no, no sirve ¡será que no entendían nada! Y empezaron a tirar, desde donde estábamos nosotros. 

  ¡Fa, yo cuando era chico era buenísimo en esto! Decían y se arrimaban otro paso, pero también le erraban, al final terminaron tirándoles desde re cerca pero tampoco le pegaban y nosotros ya nos reíamos y los alentábamos, de tan maletas que eran. 

  El que venía más rabioso se pegó en el dedo y ahí fue cuando saco la escopeta y partió todas las botellas a tiros, así se hace gurises, no hay que tener piedad, el otro se reía y nos hacía señas, este está loco. Estábamos aturdidos y no sabíamos que hacer…  

  _Y mira este boludo, se meó!!

_No.. si yo ya estaba meado ¡No me dan miedo los tiros! 

_¿Ah no?   

  Pero por suerte el otro dijo: Váyanse!  Y nos devolvió las gomeras.  ...Y no vengan más por estos lugares, que son peligrosos.  

  No necesitábamos más invitación, así que salimos corriendo, pero estábamos tan asustados que no queríamos volver a nuestras casas porque íbamos a tener que contar y nos iban a retar.  El Matungo tenía fósforos, así que fuimos abajo del ceibo a fumar ramitas, mientras nos tranquilizábamos. 

  Llegamos con las gomeras colgando del cuello, como si no hubiera pasado nada, justo antes que se ponga el sol, en la puerta de nuestras casas, estaban nuestras madres, que nos abarajaron para adentro a los chirlos, y no entendíamos nada. 

  Si ni siquiera volvimos de noche. Me mandaron a dormir sin comer, castigado, y yo que ni sueño tenía.  Papá y mamá charlaban en la cocina, que andaba desaparecido el gringo no se cuánto, y yo pensaba adonde se habrá ido, ya va a aparecer que tanto drama se hacen, y ellos muy serios chismeando la vida de los demás. 

  Ya me estaba durmiendo cuando vino el Calo, hablando bajito, y paso a la cocina, y alcance a escuchar que habían encontrado un muerto en el basural...

  ¡En el basural!  ¡Y nosotros no lo vimos! Y mama lloraba y seguían hablando así, bajito, parece que no era el gringo, ni nadie conocido, ni el viejo de la bolsa, no era del barrio. Y salieron con papá y yo me dormí, y soñé toda la noche que me corría el viejo de la bolsa vestido de policía…

   Me desperté re temprano, todos dormían, sabía que no me iban a dar permiso, así que pase en puntas de pie, agarre el pan y salí a la calle, derecho al basural, a ver si todavía se veía algo, sabía que en cualquier momento iban a aparecer el Matungo y el Pato.


19 septiembre

Creciendo juntos

 


 

 


Tuve que retarla a Maia, porque les había dado un par de aerosoles, para que dibujen en la pared, y había puesto, además de los suyos, además de las abstractas pinturas y caritas, los nombres de un par de amigas, en nuestra casa, lo que ya le daba un aspecto de lugar abandonado, y yo que pensando en irme lejos y dejar todo a la buena de dios y la colaboración de mis vecinos, le explicaba lo que son las paredes y los nombres, y que ella solo podía poner su nombre, en su casa, y ninguno ajeno…  

  A veces en mi barrio, cualquier provocación redime a los usurpadores de culpa, y la más grosera es el tiempo y el abandono de hogar.  Entonces a ordenar un poco y retirar los pedazos de nailon que habían aterrizado para matizar, a ver si la próxima vez el juego no es a dejar todo revuelto, ya que sus amiguitos se vuelven a su casa, y yo quedo con poco tiempo de recomponer la situación.  Cosechando de la huerta y cocinando se fue media tarde, aunque salimos igual a ver si todavía podíamos ver algo del espectáculo…

  Recorrimos todo el muro, cortando después camino por el barrio atrás de la cancha de wanders, Ciro preguntando todo lo que le llamaba la atención, y yo tratando de explicar lo mejor posible. 

 Su interés iba desde los montones de escombros hasta la ropa tirada, los arboles caídos y los variados animales muertos y vivos… acabábamos de pasar de a uno por una tabla rota que hacía de puentecito, cuando un patrullero que salía marcha atrás de una cortada, lleno de policías, da la vuelta y encara en nuestra dirección, y lentamente nos sobrepasa.

  Rebasa a un par de muchachos que iban más adelante y frena: con solo mirarlos uno se arrimó a la camioneta, donde se bajaban dos milicos, que antes que nada lo palparon de armas para sentirse seguros, el compañero se había sentado al borde de un zanjón y esperaba. 

  Los milicos interrogaban al gurí, y este contestaba, de todas maneras, un minuto más y siguieron su camino, estarían buscando a algún otro…

  Seguíamos caminando ahora por las vías, Ciro juntando cosas, porque ¡todo le sirve! Mientras yo charlaba con Maia, la gente miraba atrás de sus tejidos y latas, sin acertar a conocernos. 

   En el cruce de la calle, algunos adultos en ronda charlaban mirando a un atento niño, unos metros más acá, mientras vigilaban la evolución del patrullero, finalmente un asentimiento de cabeza, y el pequeño, que no contaría mas que cinco años, tira un arma a la alcantarilla, bajo el agua, y se queda jugando con los demás, a correrse en patas por la vía. 

  Igualmente paso sin novedad la camioneta, tensos los milicos adentro sin frenar más ni bajarse, daban ganas de hacerles ¡buh! Como un fantasma, para cristalizar ese miedo…

  Pero ese miedo se transmite al gatillo de la escopeta, de la pistola nueve milímetros, y no vale la pena provocarlos, así que todos los miraban solo como si fueran una cebra caminando fuera del zoológico “…volvé a tu jaula sin patear a nadie antes de que a alguno se le ocurra meterte a la parrilla…”

  Ciro que nunca para de preguntar cuantas cuadras faltan, y yo siempre que cuatro no más… pasamos al lado de un trio de gurises que fumaban y tomaban alcohol, flacos como alambres, y cortamos por adentro de la estación, porque llegábamos tarde, sabiendo que el vigilante nos haría dar la vuelta como ya nos pasó una vez, aunque también podría ser que no.  

  Ahora era el turno de reprender a Ciro, que insistía en dar vuelta una manija de cambio de vías, explicándole que si volcaba un tren iba a ir preso y se quedaba sin papá… mirábamos las máquinas y vagones, asombrados ellos, entre los mecánicos lentos e indiferentes.

 Casi llegando a la meta, apareció el guardián, con su prohibición… ¡vamos a la estación! Le digo… ¡Bueno, bueno dale! Confirmando sus palabras con un movimiento resignado de cabeza. 


  Recordando el viaje en el Gran Capitán, subimos finalmente al mismo andén donde habíamos finalizado nuestra vuelta, y llegamos al salón, donde Los Tinguiritas daban su espectáculo.  

  Pagamos y entramos, Ciro se fue adelante, y nosotros salimos casi inmediatamente, a jugar en la locomotora vieja Maia, y yo a charlar con una amiga que tiraba el paño ahí afuera… ¡El lugar estaba demasiado repleto!

Cuando terminó, cruzamos la pasarela y me quede con ellos jugando en las prohibidas formaciones ferroviarias, explorando todo y trepando, venciendo sus miedos.  Maia(pretendía mandarlo a Ciro primero) no se animaba a saltar de un vagón al  de al lado, para lo que le sobraba paño, como finalmente demostró, y Ciro que insistía en hacerlo...

   Lo atajé en su prueba, al otro lado, parando su rodillita con mi cara, al abarajarlo, para que compruebe por el mismo que todavía no le daban sus patitas, tratando de ponerle una gota de sensatez a su audacia, ya que los vagones son bastante duros, mucho más que nuestros respectivos frágiles huesos. 

  Medio noqueado, aproveche igualmente para recordarles la fuerza que podían darle a un rodillazo en caso de tener que defenderse.

  Y registraron cada rincón y cada escalera, hasta que anocheció, como hice yo a su edad, “cortando camino” esta vez por la costanera, pasando por el peor cyber del barrio, fracasando una vez más en iniciar el Face de Maia…  hasta que llegamos a casa arrastrando el cansancio y el frio nocturno por el murallón lleno de charcos, y Ciro contando las cuadras, esta vez siguiendo su ritmo, lentamente, para llegar y reponer fuerzas, en el poco tiempo que tenemos juntos…

  Todavía me faltaba hacerlo llorar, intentando sacarlo un poco de sus límites, para borrar el “no puedo” que lo ganaba a veces, presionando sus seis años, ignorando olímpicamente los intentos de mediación de Maia… ¡dejándolos enojados conmigo por una semana entera!

Felices e Incapaces

  Bueno...   Siempre es un problema conocer a gente importante.  Y es un problema porque la gente importante tiene problemas importantes... ...