¿Somos engañados?
¿Manipulados?
No, somos personas.
No somos personas, sino consumidores, y lo
aceptamos porque así nos encajonaron desde que nacimos, con el chupete y la
mamadera. ¿O el bebe no rechaza la teta de la madre una vez que se
da cuenta que puede lograr lo mismo sin mayor esfuerzo? El reflejo ha sido
creado, el instinto sojuzgado.
Y después muerde la tetina, agranda el agujero, claro, y empieza a hacerle trampa al sistema, y empieza a recibir más y más rápido pero ya no importa, como no importa cuántos caramelos robe, cuantos semáforos en rojo se cruce cuando crezca, ya está domesticado, es parte del zoológico que se mira a sí mismo, y como un tonto buscara opciones en un abanico falso de comederos atestados de mugre y moscas.
Parecen metáforas pero son realidades ¿Tristes? ¿Penosas? Increíbles realidades que nos han enseñado a aceptar, no hay modas, solo necesidades del mercado.
El
diseñador usa lo que le toca, lo que se le ofrece barato, cuando el hielo se
engrosa y los barcos no pueden llegar a los bancos de focas, se pone de moda
ser ecologista, y modistas superlocas hacen vestidos de botellas de plástico y
cartón corrugado, que nadie usara salvo para evadir impuestos.
Pero lo importante es que los viejos abrigos de piel se tiren a la basura o se apolillen para poder ser comprados de nuevo, cuando baje el hielo y los garrotes puedan hacer su trabajo, y la etiqueta “piel sintética” pueda ser cosida, meticulosamente, sobre la gota de sangre rebelde que no se pudo lavar, por una mujer explotada en condiciones de igualdad en una fábrica moderna mientras sus hijos reciben el garrote de la policía…
No importa, serán devueltos a la calle para consumir el
exceso de drogas y coca cola vencida, reciclada en envases de gaseosas
genéricas, de mil marcas extravagantes que entro esta semana, para que el
patriarca de la frontera pueda ser recibido en la casa blanca repartiendo
eucaliptus a los osos panda en vez de sobornos a políticos y policías.
¿Y porque así? Porque si la planta
crece en el patio se pierden miles de millones de dólares en fletes, en nafta
de aeroplanos en armas de guerra pólvora y balas, uniformes, equipos de radar y
detección, trajes corte italiano, reservas en los mejores restoranes, sobornos
fabulosos sin tasas a lo largo de toda la cadena jerárquica de los ciegos que
nos pegan con sus bastones blancos…todos sabemos adónde terminan los dólares,
adonde se fabrican los mejores bastones blancos.
Para que todo siga así deben ser fabricados inmensos terraplenes de billetes y molidos en la misma medida para rellenar cauces secos que serán tapados con tierra, y nadie sabrá que había un rio, que pescar era la opción a comprar el caramelo que nos hacía sentir felices.
Pero cambiamos la flor por soja, y después por sanas milanesas de soja, y después ponemos un cartel que dice “no al fracking” y levantamos la cabeza orgullosamente. Igualmente, nos negamos orgullosamente a tomar agua, porque no tiene ese viejo sabor a esencias artificiales, porque tomar agua es subversivo y no nos adoctrinan para eso.
Porque sería sumamente peligroso para el manejo de un recurso tan abundante que debe ser ignorado y concentrado en la menor cantidad de manos posibles.
Y parecieran metáforas si no pudieran ser hechos comprobados punto por punto, sin gran esfuerzo por cualquier persona con un mínimo de raciocinio, un resto de instinto, pero solo nos consolamos llenando una plaza a favor o en contra de cualquier marea que nos arrastre, pensando que no vamos a ser la resaca sino el tiburón que nade libre, o el delfín simpático, o la grandiosa ballena…
Finalmente terminamos mirando la lata de atún desde adentro, felices de estar amontonados y seguros, felices, libres de obedecer y elegir la opción que se nos presenta, enlatados felices.
Y pareciera que miramos
novelas para perder el tiempo ¿pero qué sería de nuestra vida si no
recibiéramos por tv hasta la última pauta para navegar en el sistema?
Estaríamos perdidos, obligados a
decidir, evaluar, cuando ya hemos perdido hasta el último milímetro de la
capacidad de elegir por nosotros mismos, para nosotros mismos, aun a costa de
nuestra vida robaríamos la televisión si no pudiéramos comprarla ¡¡En ochocientas
cuotas de 0,25 dólar por semana!!
Por favor cuando va a ser
gratis DIRECTV que quiero saber de qué la va el mundo ¡O tendré que salir por
la puerta de mi casa y enterarme! Por dios que pérdida de tiempo, que
antigüedad, ¡que poco higiénico!
Por suerte puedo ir a lo de mis amigos a ver “mil maneras de morir” en el canal 369 para adaptarme enterarme acostumbrarme y aceptar la forma en que voy a ser eliminado el día en que abra los ojos...
Es que las guerras no son ya para todos los territorios, ahora que somos todos amigos, todos derechos y humanos, todos parte del mundo. Consumidores subdesarrollados prestan su territorio para basurero, luego para edificar la fábrica en los terrenos devaluados por la devastación, luego para ahorrar y comprar la mesa superbarata donde posaran el DVD, las sillas donde sus hijos miraran
Disney en vez de ensuciarse con el barro que los vio crecer. Entonces no es factible la invasión hasta que no se cumpla completamente el ciclo, y ni siquiera ya el carísimo golpe de estado, que genera caudillos sádicos ambiciosos inmanejables, y rebeldes románticos suicidas en la misma medida. Obvio.
Cuando te des cuenta resbalaras en tu bañadera y el mango del cepillo de dientes se meterá en tu ojo derecho ingresando a tu cerebro, provocándote la muerte instantánea, irreversible.
Las compañías les pagaran a sus abogados para que los
cadetes lleven al correo las amenazas intimando a pagar internet, y tu
departamento seguirá desocupado por un tiempo hasta que la burbuja inmobiliaria
autorice a volver a alquilarlo un 35% más caro, pero nadie verá a los tipos de
traje que te ejecutaron, impecablemente, para poder cobrar su sueldo y pagar las
cuotas del Audi A4 que sueñan desde el curso de capacitación.
Pero no importa, podemos compadecernos de los perros que buscan su comida en los tachos de basura y de los mendigos que viven en cajas de cartón en pleno invierno.
Si ellos vieran las fotos suyas que subimos a internet nos dirían lo que piensan de nuestra vida pero no les importa. En vez de conectarse ven caer el sol, y la brisa fresca de las siete de la tarde les eriza los pelos de las extremidades recordándoles que nuevamente tienen que procurar su supervivencia. Vivir.
¿Cómo
vivimos expuestos al desprecio de los mendigos y a indiferencia de los perros
sarnosos? ¡Qué humillante! ¡Habría que matarlos a todos!
Hoy me quede sin trabajo. Cuando
suene el despertador voy a romperlo en pedazos con mi hacha de mano Made in China, y después sacar todo a la basura para darle de comer a los recolectores
de basura, porque de alguna manera tengo que seguir haciendo mi aporte al
sistema . Soy responsable.
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