Salí a comprar tomates a las once de la noche, y en la cuadra estaban las mujeres en el medio de la calle, mirando para la avenida. Pasándoles por al lado, les pregunto:
_¿Todo bien? Porque ya sé que significan estas tribunas, aunque la calle se veía despejada.
_¡Todo bien! Me responden sin ganas.
Y sigo mi camino sin preguntar más nada, aunque elongando mis brazos por las dudas y tratando de divisar que es lo que estaba pasando…que clase de bronca… unos pasos más y en la esquina de la carretera se vislumbraban algunos muchachos, en el trayecto por donde yo tenía que pasar. Sigo de largo respondiendo el saludo a los gurises del barrio, que estaban reunidos en la esquina de la virgen, en número de doce o quince, llego a la vista del almacén cerrado y me dicen “capaz aquel otro está abierto” con lo que encaro cruzando la calle y media cuadra.
Llego,
silbo y llamo, gastando un minuto exacto contra los barrotes antes que la
señora se digne salir a atender, pero tampoco había tomates así que hago media
cuadra más hasta divisar la verdulería. También cerrada, que tan
temprano se acuestan todos en mi barrio, salvo los adolescentes reunidos en la
esquina, ahora compartiendo un Fernet barato entre veinte.
Yo pare a mostrarles algo de capoeira: la base de la ginga, ya que tan mal me imitaban, y me dicen “no sabes lo que te perdiste recién” y que se armó con los del tiro, que los corrieron a toscazos y volvieron como veinte, y que era porque siempre gritaban cosas y que se yo, y estaban todos ahí, re tiernitos, esperando que vuelvan para darse algunos golpes, pretendiendo que les de alguna lección acelerada para tirar patadas mortales.
Solo me reía, hice poner en guardia a uno, para boxear, pero reculo, aunque tenía buena pose, entonces le pase el pie delante de la cara porque decía que era cinturón negro, y cuando me largo una patada lenta lo agarre casi haciéndolo caer, provocando las risas de todos, que ya creo que confiaban en el número y la localía para dar la pelea por ganada a falta de presentación de sus rivales.
La barra estaba
contenta, yo pretendiendo hacerlos entrar en razón, pero claro, el
desafío estaba hecho, y seguramente, sembrada una larga serie de futuras
escaramuzas.
Y cómo es esto de la gurisada tan falta de propósito –pensaba, mientras hacía unas croquetas- todos en la esquina tomando Fernet aguachento, después de salir del cyber como campeones diarios del Counter, para pelear en la esquina solo porque no había nada que hacer.
Y eso antes de recalar en la televisión, donde reafirmarían casi todos los códigos, chistes, identidades y valores que comparten diariamente.
En un año habían dejado de jugar para copar la parada,
y antes de un año más estarían consumiendo todo tipo de drogas solo para ser
arrastrados por la policía, juntos unos con otros. Y cuando los
padres tendrán tiempo de educar a sus hijos en vez de la televisión.
Apostemos sin mirar, por el falso darwinismo. La fábula del macho alfa, que somete a todos a un jefe porque así es la naturaleza, que estúpida mentira, los animales no son tan tontos, ni tan temerarios. Solo el humano se resigna a ser controlado autoritariamente en igualdad de condiciones, en igualdad de concesiones, jajá.
Que estupidez. Animal Planet, doctrina para el
fin del mundo anunciado: trabaja como un perro hasta parecer un gato, y
podrás pasearte entre los leones. ¿Subliminal? Que demodé, ahora el instructivo
para volverte estúpido se lee palabra por palabra, se llama publicidadi,
propagande, psicolochía…
Me siento mal porque Freud dijo
que… jajajajaja!!!
La concha de tu hermana.
Matémonos, matame, matate, es más real que ver
una buena película.
Y entre ellos el Macho Alfa sufrirá por el complejo de Edipo, y el más tonto terminara vendiéndole drogas, rico y resentido, indiferente a su esclavitud, niño mimado del sistema, enseñándoles a los demás a pasar por el aro para ganar la galletita, miro mi revolver quieto y pienso.
Pienso en venderlo para comprar un kilo de harina, o un litro de vino, es lo mismo, y además tienen las mismas propiedades energéticas, artificiales, marketinerantes.
Elegiré al
tonto, se lo venderé en seis cuotas y le enseñare como dejar
que vaya al frente el macho alfa, como llegar entre las sombras,
como volver adictos a sus amigos… Solo tiene que seguir al gran profesor,
Marcelo Tinelli, copiar sus gestos de a poco hasta ganar confianza…nunca mirar
para abajo, elaborar una sonrisa en los momentos cruciales, y sufrir, si,
sufrir en la piel por los perdedores y los descuartizados por el público,
mientras le pasa el betún al que lustra las botas del campeón…
Hoy en día, ni siquiera conviene el segundo lugar, siempre tiran a los primeros. La única regla es sobrevivir. Conseguir la nafta para la moto, endurecer el cuero para el garrotazo, matar el corazón de hambre para poder pasar al frente, indiferente, insensible al dolor, ajeno.
Mirándolos morir como por televisión, perdedores del otro barrio paseando su campera nueva, comerciando en nuestro territorio, llevándose mujeres a cambio de drogas, y aumentando el precio con nuestro sudor… ¿qué hay atrás de sus ojos?
Adolescentes,
esperando el fin de semana, burlándose de todo, algo saben, se burlan de
nosotros, los trabajadores, los delincuentes, los policías, abogados y políticos,
de los mendigos y los muertos de hambre, solo sueñan carne fresca y poder, y
escapar con todo. Pero todo es ajeno, lejano y caro…
Ya sé a quién voy a venderle mi
revolver. Lo vi riendo en sus ojos mientras aparenta saludar, me
sentare en la puerta de mi casa. Y veré pasar el cadáver de sus
enemigos, caminando, consumidos por el afán de escapar, escuchando música
apócrifa. Tiene pasta de campeón, pero sabrá ser amigo de todos, astuto como un
guiso en invierno, me está mirando, simula respeto para caminar suelto, ahora
le silbo…
¡Ey! ¡Campeón! (siento como quema
el aire con su invisible desprecio, mientras abre los ojos y me mira como un
tonto)
Vení, vení ¡Tengo algo para vos!
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