Alguna vez, el otoño había sido la estación mas hermosa en el balneario de Carretera la Cruz, el Concejo mantenía todo
puntillosamente perfecto, para que cada peso rindiera un peso más. La temporada alta no duraba mucho, solo desde fines de octubre a mediados de marzo, lo que se notaba en las calles cuando los negocios sacaban a las veredas las exuberantes macetas de plantas tropicales, para que sean regadas por última vez por las primeras lluvias de otoño, para guardarlas hasta la primavera.
Era un tiempo de definiciones, ofertas, cambios de mano y grandes negocios: los que no habían logrado hacer un buen año, no podían invertir en sus locales, y la despiadada competencia los dejaba atrás.
Algunos servicios duraban todo el año: se podía alquilar caballos y botes de todas clases, equipos completos de pesca o buceo, y hasta motocicletas, pero excepto las cantinas de la costa y unas cuantas rotiserías, el resto de los restaurantes cerraba hasta que volviera la gente, así como la mitad de los hoteles familiares. Las bicicletas de alquiler desaparecían de las calles, mientras que los vendedores ambulantes persistían entre los primeros días frescos, hasta que no valía la pena caminar.
Luego se reducía la frecuencia de colectivos y los perros abandonados por los turistas empezaban a ser rescatados o sacrificados en las calles, mas o menos a partes iguales. El turismo internacional, seguía ocupando algunas piezas del Hotel de Pescadores, y los contrabandistas volvían a encender sus fogatas en la blanca arena de la playa.
Cuando el viejo Larrachado, "Miguelancha" ataba su red en la barcaza, la temporada estaba oficialmente cerrada.
Antes de eso, el maravilloso paisaje, los mil aromas de la selva en galería, el acariciante ronroneo de las lanchas de pasajeros, la profusión de pájaros y el calor del sol, tenían el efecto de desinhibir a las personas, y siempre florecían grandes historias de amor, entre la arena, y el humo de los puestos de la costa. Ahora todo había cambiado, y sin embargo, todo era igual.
El Toni Pintos miraba el río con preocupación, las lanchas surcando el agua parecían puñaladas. Estaba parado con sus manos en la cintura, en el medio del muelle viejo. Había demorado demasiado en hacer el negocio, demasiado en ir y venir, demasiado en abaratar el flete, y demasiado en darse cuenta lo que había cambiado todo. Ahora intentaba -sin éxito- convencer a los dueños de las viejas cantinas pero era muy difícil, además, tampoco ofrecía nada nuevo. Pero no había forma de volver atrás
Pero era la mayor y la única inversión de su vida, y la había realizado casi por instinto, impulsivamente. Ni siquiera estaba enterado de la subasta. Seguía derivando por las costas, acampando con su moto destartalada, pescando mientras intentaba sacarse de la cabeza el pensamiento de volver. Volver a casa.
Buscaba carnada viva, para probar unos tiros en esas aguas desconocidas, y entró por la curiosidad de enterarse de qué se reirían los curiosos que miraban desde la vereda, a través de las puertas del inmenso galpón.
No solo se sentó en la pequeña tribuna, sino que empezó a pujar y a ofertar, enfrascado en comprarse una buena caña. Finamente, obnubilado por el precio, adquirió el lote número 28, maravillado por la amplitud del lote, que incluía cuatro piraguas, un par de bicicletas de laguna, y toda la escenografía para decorar ocho cantinas de la costa.
Sin dudas -pensó en ese momento- era la señal que esperaba para volver a la Carretera. Llegaba con lo justo para pagar la seña, mientras adquiría veinticuatro horas de plazo para abonar el resto y retirar la mercadería.
No veía las horas de dejar la ruinosa zona del Nordelta, donde las inmensas mansiones se seguían hundiendo en el barro, y las antes lujosas propiedades, eran ahora refugio invernal de carpinchos, garzas y otros animales salvajes, rigurosamente cazados por antiguos habitantes, que no habían podido superar los créditos con que habían adquirido sus ostentosos hogares, ahora enterrados hasta las tejas del techo entre el barro y los camalotes.
Intentaba aclararse a si mismo, como se había metido en esto...a vista de pájaro, el negocio parecía bueno. Los camiones del aserradero volvían vacíos desde la capital, así que el flete no sería un gran problema, tal vez, a cambio de un par de trasmallos arreglara todo -pensó mientras revisaba cajas, baldes y baúles repletos de artículos de pesca y navegación-. Pero el dinero que faltaba se lo iba a tener que pedir al Brujo, y eso, era siempre un poco tenebroso, imprevisible, peligroso, sobre todo si el negocio no arrancaba a tiempo y se demoraba en pagar. Pero el negocio parecía bueno. Fácil y rápido. Y bueno.
Durmió la mitad del recorrido, sin cebarle un solo mate al chofer. Lo barato sale caro, se dijo a si mismo... En pago del flete se le iba la mejor de las canoas, aunque nada más, despues de pagar un recargo, por esperar tres días a que el transporte se libere. No quería generar mas problemas o discutir antes de bajar todo, así que se propuso intentar dormir -lo que no podía, de la ansiedad y los nervios que ya lo consumían- o por lo menos simular dormir hasta que llegaran al camping. De cualquier manera, el camionero parecía darse cuenta del engaño y se divertía haciendo bailar el chasis, lo que lo obligaba a abrir los ojos, sobresaltado. Finalmente se enfocó en la ruta, y terminó el resto del viaje charlando, y asombrando al chofer con sus grandiosos planes.
Descargaron todo en el galpón de "Ojo de vidrio" Ramirez, aunque el apodo ya le quedaba viejo, había cambiado su histórico y artesanal, antiguo ojo, por una bola de metal que se iluminaba de noche, y ahora en vez de risa provocaba pesadillas... Por suerte, había arreglado con el Brujo, y no le cobraba nada por usar un sector de su amplio espacio, aunque, previsor, le regaló una terrafa nueva, como gesto de agradecimiento. Ahora solo faltaba vender todo, se dijo, con una sonrisa torcida, mirando las calles desiertas desde la puerta del galpón.
Los comerciantes de la avenida lo miraban como si fuera un extraterrestre... Acaso no sabía que acababa de cerrar la temporada?
En el teléfono apareció la cara arrugada del Brujo: "Llegaste nene?" A lo que contestó de inmediato: "Si, ni un problema, bajé todo en lo del Tuerto" El brujo se ponía nervioso enseguida.
Bajó a la costa.
El viento del otoño parecía colaborar con la frenética actividad en las cantinas desmanteladas, las últimas heladeras ya se subían a camiones y camionetas, y aunque las caras de alegría denotaban una muy buena temporada, era evidente que nadie pensaba quedarse a pasar el invierno...despues de preguntar y recorrer puesto por puesto, se hizo evidente que no iba a vender nada. Parado en el muelle se dio cuenta de que su maravilloso negocio se hundía como un viejo bote de madera...
Otro mensaje del Brujo... mejor ir hasta la casa... Hasta el viento en contra le llenaba los ojos de arena, haciendo que sus lagrimas de rabia se conviertan en una pasta que no lo dejaba ver...
Ya estoy con vos Toni! Le dijo el Brujo, mientras contaba un fajo de billetes que iba apilando el Chino Romero, como tendría que hacer él, si hubiera podido recuperar la plata que pidió prestada... esperó hasta que quedaron solos, sin saber como empezar, buscando opciones para no perder todo...incluida su propia vida. El Brujo estaba de buen humor y le decía al Chino: "...este gurí es un empresario, va a llegar lejos, muy lejos" y las carcajadas de los dos lo erizaron hasta que tuvo que agarrarse a un poste de la galería para no salir corriendo.
Por suerte, no tuvo que hablar, solo escuchar, cada vez mas atentamente.
_Bueno Toni, vos no tenés donde vivir no? Acá en la costa no te queda nadie, y hasta para vender tus cositas, tendrías que alquilar una pieza, pero te quedaste sin plata...
_Aja... -atinó a decir... sin saber para donde iba con esas obviedades, aunque no parecía todavía una amenaza
_El Chino se está armando su propia ranchada, para el lado del arroyo, frente a la Piedra Mesa, y la terraza de él queda libre.
_Aja... -Volvió a asentir, ya desconcertado...mirando asombrado al Chino, que asentía, guiñándole un ojo...
_Si te gusta la idea, te podes instalar ahí con tus cosas, y ya te vas armando para la temporada, y cuando todo empiece a marchar bien, hacemos números y me devolvés la plata. Vos te encargas de todo, y vamos a medias, yo pongo el lugar y las provisiones, vos buscas la el personal que te parezca bien y repartimos la ganancia... que te parece??
...Ya no entendía nada, solo intentaba atar cables sueltos en su cabeza...se le ocurrió preguntar...
_Y el chino me la alquila, o me la presta?
_ Toni... la Terraza es mía, el Chino trabajaba para mi...
Ahora todo se armo en su cabeza, el Brujo había visto todo desde el principio, incluso... no sería raro que hubiera hecho pasar todo... para eso era brujo. Tal vez había hecho que el pasara caminando por la vereda, por la puerta de ese remate, y puesto esas ideas locas en su cabeza...era lo único lógico... Y ahora sonreía, mientras lo miraba, mientras ponía las bandas elásticas asegurando los fajos de plata que terminaba de contar, esperando la única respuesta que él podía darle...
_Si. Dale Juan!. Me encanta! (A nadie se le ocurriría decirle Brujo, en su cara) Lo hacemos... pero necesito instalarme hoy, así descanso: hace tres días que apenas duermo...
_Bien Toni, bien... ahí en el entrepiso hay una covacha con colchón, un anafe y una heladerita, Seguro que el Chino dejo algo de comer. Mientras dormís hago dejar todo en el deck, así te divertís armando en cuanto te despiertes...te parece bien? Andá! Andá a dormir que tenés una cara que da miedo! -Y antes que pudiera decir algo más, le lanzo unas llaves unidas por una larga cinta roja.
No podía creerlo... El Brujo Soto era el dueño de la mejor terraza de la costa, y ahora el la iba a administrar, y lo mejor es que no iban a matarlo por no poder devolver la plata, sino que iba a ser parte del negocio...Socio, Gerente... y un día se iba a ir como el Chino, a poner su propia terraza...nada mal para volver a la Carretera, sin familia ni un lugar donde caerse muerto...
Miró el río largamente, desde la ventana del entrepiso, todo parecía mas hermoso que nunca, los solitarios embarcaderos y las lanchas e los contrabandistas surcando el río aceleradas, como en un cuadro en movimiento. Hizo dos hamburguesas y se las comió casi crudas, antes de tirarse en el colchón, vestido, molido y sucio como estaba... abajo se escuchaban los ruidos de la gente descargando todo... ya nada era suyo, ni había deudas urgentes que pagar, y de la nada, tenía un lugar donde vivir, y hasta pensar en hacer una buena platita en la temporada...
Se durmió mirando el techo, con una sonrisa de felicidad. Estaba tan cansado que se dijo a si mismo, en voz alta:
_Ni matándome me despiertan...
El viento había parado, la noche sin luna regalaba silencio. Toni soñaba que se tiraba de una canoa para atrapar un inmenso pez que había enganchado con su caña. Pero los dedos duros como garfios de Miguel Arrua arrastraban su magro cuerpo hacia el piso, sin dejar de cerrarse sobre su garganta, haciendo que abra los ojos espantados, solo para darse cuenta que no podía respirar, muriendo en el suelo fresco de madera.
Abajo el Chino hablaba con el Brujo, como si fuera una solo una hermosa noche mas de abril...
_ Y si, los pendejos te complican siempre...viven en otro planeta, piensan que todo es fácil...
_Bueno, por suerte pudo resolverse, es un buen lote por ese precio, y me gusta la idea de abrir en invierno... jajajajaa!! La Piedra Mesa!! Que tenés que tener en la cabeza para pensar que alguien pueda instalarse ahí jajajaja
_Y bueno...era un visionario el gurí... Dale Brujo, nos vemos mañana temprano, me voy a dormir que estoy pasado de rosca, gracias por la movida...
_Nos vemos Chino, ya resuelvo esto con Miguelito y te dejo las llaves en el mostrador...
_Me fui...!
_Que descanses! Hasta mañana
_Hasta mañana! Vos también!
El río, unos cuantos metros más allá, seguía corriendo sin pausa, indiferente, ajeno por completo a los negocios humanos...
El vasco Arrua bajaba el cuerpo, por la empinada y rústica escalera de madera, haciendo sonar la cabeza de Toni en cada escalón: toc, toc, toc, toc, toc...
La luna llena, inmensa y amarilla, empezó a asomar en la otra orilla




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