Hoy en día, ante la bancarrota imparable de las corporaciones que aun usufructúan el mundo, ante la impotencia manifiesta de los habituales imperios y sus imparables maquinarias, ya no hay límites éticos ni morales que detengan a los dirigentes de estos gobiernos. No hay líneas rojas en el ejercicio de la violencia y la demostración del poder, ni la menor necesidad de respeto hacia el ser humano, hacia las instituciones, hacia los ecosistemas, hacia las economías, y hacia los territorios ajenos.
Y esto sucede día a día con mas agudeza, ya que cada paso atrás y cada milímetro social de territorio perdido, empuja a los últimos gendarmes de la modernidad, aun atrincherados en asociaciones obsoletas y ficticias como la OEA, la Unión Europea, la OTAN o el G7, o nuevas creaciones dignas del doctor Frankenstein, como la alianza AUKUS, hacia el filo de un precipicio de bordes resquebrajados, del cual no se puede adivinar el fondo, por mas atenta que sea la mirada.
Como un turista idiota que siguió adentrándose en el mar, aun cuando sus pies ya no tocaban el fondo, y ahoga junto con él a cualquier incauto que intente rescatarlo, las "Grandes Potencias" habituales, combaten su aislamiento creciente con una desesperada violencia injustificable, expresada en sangrientas aventuras militares tercerizadas o un infantil neocolonialismo, que no hacen más que acelerar el proceso.
Lo nuevo, en este caso, es el escenográfico ambiente de confrontación total inminente, la conspiración omnipresente que supuestamente los amenaza, como excusa para el más descarado intervencionismo, y la más cruel militarización de las relaciones internacionales, como si el mundo hubiera sacado alguna ganancia real, de cualquier guerra a pequeña o gran escala.
Por supuesto, que esto carece de importancia. Para las economías corporativas que abusaron de la revisión y redefinición permanente de conceptos, como "Democracia", "Libertad", Terrorismo", o tantas otras, cualquier punto de apoyo que impida por un minuto más su desbarranque, es como una mina de oro que inmediatamente se dedican a explotar.
Por supuesto, el mundo está compuesto de naciones, y las naciones de personas, tan largamente explotadas, usadas y engañadas, que ante las viejas y conocidas estrategias de manipulación, lo que prima es la indiferencia y el rechazo. Es así, que rebuscando en el fondo de su desvencijada caja de herramientas, han llegado a encontrar el último juguete con un poco de efímera utilidad: la tecnología de comunicación.
Mas allá de las corporaciones, fundaciones, y agencias gubernamentales dedicadas a generar contenido estratégico, cualquier persona puede decir cualquier cosa sobre cualquier otra: si conviene, será ampliado, tomado como fuente, reafirmado, divulgado, magnificado. Si no, será perseguido, condenado, multado, clausurado, encarcelado.
Esto se aplica a individuos, funcionarios y dirigentes, tanto como a medios e instituciones, y es la base de la absoluta incoherencia sobre la que maniobra la narrativa imperial, libre de girar hacia un lado u otro, avanzar o retroceder, fabular o desmentir con una impunidad y una desvergüenza absoluta.
El fin justifica todos los medios, cualquier medio, pero sobre todo, los medios de comunicación masiva hegemónicos, que fabrican verdades a medida, aunque...hoy en día, ese negocio, está ampliamente diversificado, desregulado, atomizado.
Hoy en día, mediante una precaria conexión a internet, podemos declarar que la luna es de queso, que los muertos pidieron ser asesinados, que mañana mismo vamos a ser millonarios, o que la última invasión imperial es largamente celebrada por la misma población que está siendo masacrada. La inversión de la realidad es lo normal, y la información veraz se ha vuelto una extraña e incómoda excepción...
Y todo esto, sin que su omnipresente teatro logre corregir el rumbo de los desbocados y hastiados países del "Sur Global", sin que mantenga en línea a la nueva dirigencia de las viejas mascotas imperiales que guiaba con su tirante y corta correa desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial.
Por supuesto, que según su propia narrativa, las grandes compañías tecnológicas, siguen siendo Las Siete Magnificas, y su descarado esquema de espionaje, control y direccionamiento de la conciencia y las decisiones humanas, se sigue vendiendo como diversión, como información. Pero ya no son las únicas opciones.
La población de un mundo desilusionado del futuro imposible que tantas veces compraron y pagaron por adelantado, está empezando a comprender, que con solo prender una pantalla cualquiera es inmediatamente inmersa en un esquema de posverdad, de desinformación y de atribución comercial de sentido. La población del mundo entero toma conciencia: ya no hay beneficios tangibles en dejar de pensar por si misma, a cambio de un monótono paisaje predigerido e inmodificable.
La comodidad de asentir a todo, de permitir todo, de facilitar todo, no se tradujo en bienestar ni libertad, sino todo lo contrario: el mundo de hoy está en el cenit del control y la coerción, sin mas beneficios que una tecnológica diversión infantil y fugaz, de una alimentación artificial que solo promete más enfermedades y de un aislamiento individual que solo refuerza el poder institucional.
Es que no nos cansamos de epidemias mundiales? De peligrosos e inminentes, destructivos meteoritos? De oportunos y mediáticos indicios de incomprobables invasiones alienígenas?
La realidad no se esfuma por eso, solo dejamos de prestarle atención. Como hace veinte mil años, el único mundo que podemos comprobar es el que nos rodea, el que podemos oler y tocar, modificar y sentir, y ese mundo, está muy lejos de las pantallas, porque es un mundo que nos afecta solo a nosotros, para bien o para mal, y sobre el que podemos tomar decisiones reales en tiempo real, con consecuencias reales.
Si no queremos ser manipulados para nuestra propia destrucción, es la hora de volver a la realidad, es la hora de poner en marcha ese viejo mecanismo llamado pensamiento, aunque tengamos que sacar kilómetros de telarañas de nuestro desusado cerebro. Y aunque ya nos parezca extraño, el único camino para pensar con claridad, se basa en el retorno a nosotros mismos, como centros absolutos del universo, el retorno a la conciencia de nuestra propia piel y nuestro propio corazón,
Si logramos despojarnos del barniz del adoctrinamiento corporativo, incluso hoy, todavía, tenemos una pequeña oportunidad de vivir en libertad. Si apagamos las pantallas...



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