Francisco apagó el cigarrillo por la mitad: ya había fumado mucho por hoy.
La noche era tan tranquila y silenciosa, el aire estaba tan quieto y fresco, que le traía recuerdos de su infancia. Pero estaba trabajando.
Debía cumplir con la misión asignada. Debía custodiar al prisionero, cuidarlo. Solo una vez más, un día mas. Un interminable día.
Después, estaría libre de seguir su camino. Podría seguir siendo policía, o lo que quisiera. Tal vez entrar a la Dirección de Inteligencia, su ambicionado sueño.
Si tenía éxito, le habían prometido exactamente lo que mas esperaba de la vida: vacaciones con dinero para gastar, impunidad para disfrutar y descarriarse sin pensar en consecuencias, libertad absoluta durante una semana exacta a partir de la ejecución. Luego, podría elegir, volver, seguir adelante, ser parte.
No debía confiarse, ni subestimarlo. No debía entablar conversación ni dejarse embaucar. Otros habían fracasado. Antonio se había convertido en una piltrafa, José Luis se había suicidado, el Capitán Javier Horacio estaba en la cárcel por asesinar a sus compañeros. No debía subestimarlo. No entablar conversación, no dejarse llevar... pero quería saber.
Quería ver de cerca al hombre vendado y atado, que seguía teniendo tanto poder, quería escuchar que balbuceaba con tanta convicción... quería salir de este enjambre místico de misterios que le eran inaccesibles sin dejar de rodearlo.
_Por que me está mirando, oficial?
_...
_Por qué me está mirando, oficial? Conteste!
_...
_Supongo que no es oficial. Ningún aspirante a comisario pondría ya en riesgo su carrera, no es cierto?
_Está en lo correcto. Soy un simple policía. No me importa lo que diga o haga, lo que haya hecho. No me importa nada.
_A mi, no me importa nada. No pretenda usurpar mis funciones Señor...
_Francisco. (tomó conciencia de estar entablando una conversación, y de que había dado su nombre, su nombre verdadero. De alguna manera, tuvo la certeza de que era inútil intentar mentir)
_Supongo, Francisco, que no tenés la menor idea de porque estoy acá esperando, ni para que. No es cierto?
_Es cierto. Y no lo se porque no me importa. No me importa nada (de repente se empezaba a sentir incómodo, como si ese sujeto insignificante lo hiciera tomar conciencia de su falta total de importancia para el sistema que defendía, su descartabilidad absoluta como engranaje intrascendente de una maquinaria interminable)
_Y por qué no le importa, acaso quiere terminar como sus compañeros?
_...(Jonatan se había vuelto loco, Milton y Dante habían sido asesinados por Javier Horacio...)
El hombre había dejado de hablar. Simplemente, había entrado en un estado de completo silencio, donde solo podía escuchar su propia respiración. Eso era peor que escucharlo, ahora sentía una aprehensión inexplicable. Instintivamente tomo la cruz de plata entre sus dedos, acariciándola. Lo único que escuchaba era su respiración, cada vez mas acelerada, contrastando con el silencio y la quietud total del prisionero.
De repente sintió ganas de gritar, o de pegarle, de azotarlo contra el piso y las paredes hasta que pidiera perdón, hasta que se rindiera, hasta que lo dejara en paz con su tenebroso silencio. Pero no debía tocarlo, ni siquiera debía haber hablado con el. Se lo habían advertido y ahora era demasiado tarde.
_Que es lo que hizo? -preguntó, para liberar la tensión que lo empezaba a desestabilizar.
_Hacer? Acaso es necesario hacer algo? Todo está hecho! No es necesario hacer nada!
Paso una hora, entendía que había caído en una trampa y que jamás debía haber hablado ni escuchado al prisionero. Se sentía angustiado y quería llorar. Quería poder llorar a través de su armadura de policía pero solo podía hacer guardia mirándolo fijamente, odiándolo aunque no pudiera tocarlo.
_Yo también tuve una cruz de
plata.
_Si...? -un escalofrío lo congelo
en su silla. Como podría saberlo? Acaso veía a través de la venda? Acaso
podía escuchar sus pensamientos? Palpar su angustia como un campesino acaricia
la suave crin de su yegua favorita?-
_Si. Me acompañó durante
años, durante los años mas oscuros de mi vida. Alguna vez, incluso,
llegué a pensar en la real existencia de Dios, mientras la acariciaba, mientras la
hacía correr por su cadena.
Su mano se detuvo. Era tal
vez, capaz de escuchar ese leve sonido, encapuchado y vendado? O realmente, de
alguna manera, podía verlo? Por solo un segundo, la aprehensión se transformó
en una leve ráfaga de miedo. Imperceptible. Imposible de negar.
_Por qué? Por qué está acá? -el
preso no respondió nada, él, volvió a preguntar
_Por que? -y arrimó la silla,
mirándolo de frente, No existía la posibilidad de que le hiciera nada, envuelto en un arnés que colgaba del techo, inmovilizado,
indefenso.
_Estoy acá porque me atreví a
escuchar el canto de los pájaros. -dijo él.
_Pájaros? Que peligro representa
un pájaro?
_Me atreví a disfrutar del canto
de los pájaros que no estaban enjaulados. Cantaban en un árbol, junto a
mi casa.
Recuerdos de su infancia
estallaron en su mente. vio un pajarito negro, pequeño, desconocido, que
cantaba como si fuera otro pájaro, con una potencia de otro cuerpo, con una
fuerza superior a su insignificante plumaje y su pequeña cola larga.
Preguntó. No quiso preguntar, pero preguntó.
_Como eran...esos pájaros?
_Eran pájaros negros, como la noche, y cantaban como si no solo hoy, sino también mañana, no importara...era la única música que había en mi casa. Escuchando la determinación con que cantaban esos pajaritos, tenía la certeza absoluta de que cada segundo tenia un sentido. A veces, hablaba con el árbol hasta llorar, ya que no tenía nadie con quien hablar.
_Por qué llorabas? -Se dio cuenta de que había establecido una extraña familiaridad con el presidiario, una familiaridad peculiar teniendo en cuenta que el otro estaba maniatado y vendado, encapuchado, y tal vez adolorido por días o semanas de tortura. Sin embargo, no solo no lo juzgaba, sino que lo trataba con amabilidad, con deferencia, como si supiera que el también se sentía torturado por sus pensamientos y recuerdos, suavizándolos con su comprensiva charla.
_Lloraba porque mi vida no tenía ningún sentido, y ese árbol solitario parecía saber muy bien que hacía y por qué estaba vivo. Yo me sentía avasallado por todas las cosas que se esperaba que hiciera, y simplemente quería respirar y sentirme vivo, pararme en una rama al sol como ese pajarito negro. Era muy chico, el mundo me parecía inmenso y la posibilidad de crecer para salir todo el día a trabajar como mi padre me lastimaba como un cuchillo.
A veces pienso que todavía están allá, entre los cerros secos, cada vez mas viejos, y sin dejar de hacer lo mismo cada día. Sin embargo... ellos son capaces de encontrar en su rutina una felicidad que a mi se me hace inaccesible. En ese momento me sentía tan libre como el viento, y sin embargo encarcelado. ahora me siento en una prisión interminable, y sin embargo, ahora mismo, soy libre.
El policía se rascó la cabeza, intentando dilucidar el sentido oculto de esa contradicción... sus cejas se cerraron en un gesto casi de enojo, como si la posibilidad de que el prisionero se sintiera mejor que el le fuera ofensiva. Respondió.
_Pero estás preso.
_Estoy preso, pero no hay nada que esta prisión, estos barrotes, este olor a sangre rancia que me rodea pueda restarme, ni siquiera necesito ver, no me lastima la venda en los ojos, ni la capucha. Soy todo lo que quiero ser, y estoy acá porque elegí este momento...
_Mentira! -lo interrumpió el policía-. Mentira, mentiroso, no mientas mas! Estás preso, y yo mismo puedo aumentar tu sufrimiento, hasta que sueñes con cuidar ovejas de nuevo!
_No, yo soy libre y hago lo que quiero, no estoy dentro de esta celda. Vos, en cambio, no tenés opciones: tu única posibilidad es esperar a que te releven, y escucharme aunque no quieras, y dejarme vivir aunque tengas ganas de matarme. Tu vida es una farsa donde la vida tranquila que dejaste atrás, es lo único que quisieras recuperar. Tu asqueroso uniforme no te protege de la repugnancia que sentís hacia vos mismo.
_Lo único que me da asco es que vos existas, que estés vivo, y tenés la suerte de que esa decisión no la tome yo....
_Li iniqui qui mi di isqui is qui...-empezó a burlarse el prisionero, pero el estruendo de la pequeña mesa desarmándose de una patada lo cortó en seco.
_Una palabra mas y te corto en pedacitos. Probame
_Una palabra mas y llamo a tu mamá que te traiga una oveja para acariciar, pastorcito malhumorado jajajajajajaja- su carcajada se hizo cada vez mas intensa y estridente. Ese ser indefenso se atrevía a burlarse de él, que podía matarlo, o hacerle cosas mucho peores que la muerte. Se levanto amartillando la pistola, dispuesto a terminar con esa humillación.
El inesperado sonido de una chicharra lo sorprendió, la alarma intermitente que a la vez encendía una luz roja que intercambiaba todas las sombras del reducido espacio de ese recoveco de la prisión, era algo incomprensible. Pero su asombro, mientras era derribado violentamente contra el suelo, aumentó aun más, al notar que el prisionero se liberaba fácilmente de sus ataduras, sacándose la capucha, sin dejar de mirarlo con una sonrisa triste. Ni siquiera prestó atención al tropel de uniformados que se formaban apuntándolo.
El que parecía liderar el pequeño pelotón, que ya lo reducía aplastándolo contra el piso, hizo solo una pregunta:
_Inspector, se encuentra bien?
_Si Mauricio, si...estoy bien -respondió el prisionero, ya caminando libremente, despues de abrir la puerta de su celda- solo tengo un poco de sed... Veníamos bien, le tenía mucha fe a este. Por momentos, me pareció que su fortaleza psicológica era suficiente para superar la prueba...me equivoque, estoy cansado, mañana será otro día.
_El policía, que alcanzó a reconocer la cara del Director General de Inteligencia, (un personaje inaccesible al que había intentado contactar para ingresar al Servicio), se retorcía bajo las rodillas de sus opresores, que le aplastaban el pecho contra el suelo duro y frio. Había perdido una oportunidad de oro, y sin embargo, su furia era mayor que su decepción, quería matar a ese hijo de puta. Iba a matarlo.
El oficial preguntó:
_Y que hacemos con este?
_Lo que haya que hacer...lo que te parezca. Lo dejo a tu criterio, estoy cansado, me voy a dormir, hasta mañana...
El policía tuvo la oportunidad de entender muchas cosas en esos últimos segundos, mientras sentía la tela ajustándose sobre su cuello, el aire faltando de sus pulmones, mientras que en sus ojos ciegos de furia, todo lo que lo rodeaba iba perdiendo trascendencia, hasta reflejar nada mas que una casita solitaria entre los cerros, donde un pajarito negro cantaba solo para él, mientras las ovejas pastaban indiferentes en un recodo del cerro... Nuevamente niño, Francisco corrió hacia el añoso árbol para abrazarlo, finalmente su vida tenía un sentido total y permanente.
Sus ojos estallaron en lágrimas al mismo tiempo que la vida lo abandonaba para siempre.
Por fin, era libre de nuevo.
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