Cada día, abrimos los ojos y caminamos hacia un estereotipo, es mas fácil,
menos trabajoso que razonar o pensar, o mas cómodo, o simplemente encaja en
nuestra necesidad de inmediatez.
Así funcionamos, así funciona nuestra mente social, así somos dirigidos y
automanipulados para brindar nuestra energía útil y nuestros pensamientos a la
construcción de la hegemonía dominante de nuestra época y nuestro lugar,
facilitando una tabla fija de clasificaciones que acentúe los efectos de la
propaganda, que facilite las tareas de la publicidad, la dirección y el
control.
Entonces dividimos o cuadriculizamos totalmente a la población en fotos fijas,
en imágenes estandarizadas de acuerdo a características o rasgos dominantes
-reales o imaginarios, eso no importa, porque lo esencial es clasificar y
jerarquizar- que pueden ser territoriales o étnicos, etarios o laborales,
ideológicos, económicos, culturales o de cualquier otro tipo, y su
superposición en un mismo ser humano no lo enriquece sino que, al contrario,
salvo necesidades puntuales de enfatización, serán tomados en forma individual
como si cualquier otro rasgo no existiera.
Y así adquirimos o asignamos prejuicios y preconceptos positivos y negativos,
de acuerdo a una dinámica de atracción o repulsión aprendida por herencia y
repetición, que se nutre de los valores dominantes puestos en juego, y estos a
su vez de las necesidades momentáneas de la filosofía de la construcción del
poder actual.
En ese orden de cosas, luego de estratificar las capas sociales de acuerdo al
modelo de sociedad buscado, se puede, si resulta útil y necesario, invertir el
foco de análisis, ir un paso mas allá, y asignar a un colectivo o grupo de
personas las características de uno de sus miembros, reconocido o desconocido,
verdadero o falsificado, según las intenciones o necesidades estratégicas.
Con la tecnología de medios actual y las posibilidades de adquirir espacios masivamente en los mismos a través del desembolso económico nos enfrentamos permanentemente entonces, a fenómenos como la viralización y la sobreexposición, la desinformación y el fraude, que manipulan los puntos de vista y los hechos, ensalzan o desprestigian, fabrican y mantienen tendencias, arrastran a una masa social desinformada y apática hacia cualquier pensamiento o resultado.
Claro que la base de todo sigue siendo el ser humano, un ser humano
distorsionado o fabulado, pero nunca real y presente: los estereotipos se
alimentan del aislamiento, la soledad y la incomunicación, y solo desde esa
base pueden proyectarse sobre la siempre cambiante tela del mundo real, que en
sus interacciones personales libres y desreguladas, derribaría el poder de los
preconceptos para convertir a cada persona en un abanico de intereses y
conductas imposible de reducir a un par de facetas...
Claro, es bastante trabajoso asumir la complejidad propia y ajena, que reduce
nuestras vías de escape y nuestros refugios conceptuales para dejarnos
expuestos a un mundo donde la libertad y las propias decisiones fundan el
presente: sin marcos ni barreras que nos protejan de los demás, permitiéndonos
tomar decisiones anticipadas!
Entonces nos hicimos esclavos! Primero aceptando el estereotipo que la sociedad
y el mercado proponen para los demás (porque antes que seres sociales somos
seres económicos, como definición: consumidores) y después adaptándonos
nosotros mismos a los estereotipos vigentes, corrigiendo gustos y conductas,
afinando y rectificando valores, formatos de relación, expectativas y
posibilidades a un andamiaje prefijado, angosto pero cómodo, predecible,
autogratificante y seguro.
Entonces... cada día recortamos nuestras vías de acceso al mundo real, y de
esta manera nuestras posibilidades de tomar decisiones propias y elaborar
pensamientos
basados en hechos verificables.
Al igual que niños, seguimos aprendiendo
lecciones desde artefactos de manipulación masiva como el televisor, las redes
sociales y los infames formadores de opinión, que solo les queda el trabajo de
reforzar y enfatizar a su gusto los conceptos largamente aprehendidos y
estratificados internamente en nuestra construcción social, modificando,
quitando o agregando alguno de vez en cuando para brindarnos la ilusión de la
autodeterminación que, a todas luces,
no es mas que una pintoresca farsa...
Ahora mismo, podríamos levantar la vista de la pantalla y percibir, en todo el
sentido de la palabra, el entorno y la realidad que nos rodea, el intenso e
impredecible desarrollo de los hechos que creemos consumados de antemano, el
color de los matices en que se multiplica cada rincón del mundo y cada ser
humano, cada entidad viviente y cada objeto.
No lo haremos!
Es mucho mas fácil vivir agarrados a una cuerda que asomarnos a la oscuridad
del precipicio donde se desbarrancan los conceptos conocidos y las ideas
familiares, aunque tal vez, veamos una fosa donde solo hay una sombra...
No
deberíamos tener miedo, nosotros, somos la luz
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