23 diciembre

Estereotipos

  



  Cada día, abrimos los ojos y caminamos hacia un estereotipo, es mas fácil, menos trabajoso que razonar o pensar, o mas cómodo, o simplemente encaja en nuestra necesidad de inmediatez. 


  Así funcionamos, así funciona nuestra mente social, así somos dirigidos y automanipulados para brindar nuestra energía útil y nuestros pensamientos a la construcción de la hegemonía dominante de nuestra época y nuestro lugar, facilitando una tabla fija de clasificaciones que acentúe los efectos de la propaganda, que facilite las tareas de la publicidad, la dirección y el control.


  Entonces dividimos o cuadriculizamos totalmente a la población en fotos fijas, en imágenes estandarizadas de acuerdo a características o rasgos dominantes -reales o imaginarios, eso no importa, porque lo esencial es clasificar y jerarquizar- que pueden ser territoriales o étnicos, etarios o laborales, ideológicos, económicos, culturales o de cualquier otro tipo, y su superposición en un mismo ser humano no lo enriquece sino que, al contrario, salvo necesidades puntuales de enfatización, serán tomados en forma individual como si cualquier otro rasgo no existiera.

 
  Y así adquirimos o asignamos prejuicios y preconceptos positivos y negativos, de acuerdo a una dinámica de atracción o repulsión aprendida por herencia y repetición, que se nutre de los valores dominantes puestos en juego, y estos a su vez de las necesidades momentáneas de la filosofía de la construcción del poder actual.

 
  En ese orden de cosas, luego de estratificar las capas sociales de acuerdo al modelo de sociedad buscado, se puede, si resulta útil y necesario, invertir el foco de análisis, ir un paso mas allá, y asignar a un colectivo o grupo de personas las características de uno de sus miembros, reconocido o desconocido, verdadero o falsificado, según las intenciones o necesidades estratégicas.

 Con la tecnología de medios actual y las posibilidades de adquirir espacios masivamente en los mismos a través del desembolso económico nos enfrentamos permanentemente entonces, a fenómenos como la viralización y la sobreexposición, la desinformación y el fraude, que manipulan los puntos de vista y los hechos, ensalzan o desprestigian, fabrican y mantienen tendencias, arrastran a una masa social desinformada y apática hacia cualquier pensamiento o resultado.

 
  Claro que la base de todo sigue siendo el ser humano, un ser humano distorsionado o fabulado, pero nunca real y presente: los estereotipos se alimentan del aislamiento, la soledad y la incomunicación, y solo desde esa base pueden proyectarse sobre la siempre cambiante tela del mundo real, que en sus interacciones personales libres y desreguladas, derribaría el poder de los preconceptos para convertir a cada persona en un abanico de intereses y conductas imposible de reducir a un par de facetas...


  Claro, es bastante trabajoso asumir la complejidad propia y ajena, que reduce nuestras vías de escape y nuestros refugios conceptuales para dejarnos expuestos a un mundo donde la libertad y las propias decisiones fundan el presente: sin marcos ni barreras que nos protejan de los demás, permitiéndonos tomar decisiones anticipadas!

 
  Entonces nos hicimos esclavos! Primero aceptando el estereotipo que la sociedad y el mercado proponen para los demás (porque antes que seres sociales somos seres económicos, como definición: consumidores) y después adaptándonos nosotros mismos a los estereotipos vigentes, corrigiendo gustos y conductas, afinando y rectificando valores, formatos de relación, expectativas y posibilidades a un andamiaje prefijado, angosto pero cómodo, predecible, autogratificante y seguro.


  Entonces... cada día recortamos nuestras vías de acceso al mundo real, y de esta manera nuestras posibilidades de tomar decisiones propias y elaborar pensamientos
basados en hechos verificables. 

  Al igual que niños, seguimos aprendiendo lecciones desde artefactos de manipulación masiva como el televisor, las redes sociales y los infames formadores de opinión, que solo les queda el trabajo de reforzar y enfatizar a su gusto los conceptos largamente aprehendidos y estratificados internamente en nuestra construcción social, modificando, quitando o agregando alguno de vez en cuando para brindarnos la ilusión de la autodeterminación que, a todas luces,
no es mas que una pintoresca farsa...


  Ahora mismo, podríamos levantar la vista de la pantalla y percibir, en todo el sentido de la palabra, el entorno y la realidad que nos rodea, el intenso e impredecible desarrollo de los hechos que creemos consumados de antemano, el color de los matices en que se multiplica cada rincón del mundo y cada ser humano, cada entidad viviente y cada objeto.


  No lo haremos!

 
  Es mucho mas fácil vivir agarrados a una cuerda que asomarnos a la oscuridad del precipicio donde se desbarrancan los conceptos conocidos y las ideas familiares, aunque tal vez, veamos una fosa donde solo hay una sombra...

  No deberíamos tener miedo, nosotros, somos la luz

 

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