En qué formato, en que perspectivas pueden encuadrarse hoy nuestras esperanzas?
En qué dirección la restauración, la reconstrucción? A quién habremos de
exigirle responsabilidades, consecuencias y causas?
Antes que el planeta, se agotaron los parámetros humanos para comprenderlo,
antes se agotaron los valores que defender, arrasados por la modernidad y la
tecnología, por la inmediatez digital y la globalización, antes se agotaron las
ganas, se gastaron los sueños, y se estandarizaron las utopías: fabricadas en
serie con muy mala calidad, descartables, para consumo inmediato y masivo,
indiscriminado y fugaz...
Y antes que todo se nos agota el tiempo, cuadriculado, enajenado, acarreando
segundos a través del reloj, para arribar en hora a nuestras rutinas, nuestras
indiferencias y omisiones, nuestra voluntaria y devastadora esclavitud
actual...
Creemos que los resultados de nuestra pasividad de cada día pueden ser
resueltos por las mismas actitudes que los crearon: la indiferencia compulsiva,
la distribución de culpabilidades, la tercerización de responsabilidades, la
falsificación de parámetros, la doctrina humana contra la realidad de un planeta
que solo se inclina frente a sus propias dinámicas, la compraventa o licitación
de soluciones mecánicas estandarizadas, la reparación social y ambiental como
un negocio, o una aventura romántica, o una batalla entre buenos y malos...
Y qué alcanzamos a lograr con eso?
Un completo desenfoque de nuestro lugar en el mundo y de la importancia de nuestro personal papel en el desarrollo de los acontecimientos.
Ahora solo creemos en soluciones mágicas, en felicidades inalcanzables, y en apostar a ciegas por promesas imposibles de cumplir y salvadores fabricados por los medios masivos de manipulación.
Tal vez nos sensibiliza una tragedia si es lejana, nos conmueven las cadenas que no nos atan, y valoramos los espacios y las vidas que no nos rozan...
En la era de los sentimientos industriales, de las superproducciones, si salimos de la pasividad, de la insensibilidad, no es por puntuales y accesibles contingencias a nuestro alcance, sino por mediatizadas tragedias lejanas e incomprobables, lo que nos permite indignarnos sin sentir, firmar peticiones virtuales sin actuar, engrosar ejércitos que nadie sabe quien dirige ni para que, y envolvernos con una ideología cualquiera que nos conforme y nos justifique con teorías sin práctica, con postulados sin matices ni contextos, con obediencia sin debate, sin sentido, sin amor...
Entonces tomamos partido por un bando en vez de otro, rabiosamente, si la
contienda es a diez mil kilómetros, mientras cerramos los ojos a la violencia
cotidiana que, no solo nos envuelve sino que además formamos parte.
Pero hablamos del aborto y la prostitución, y elegimos un color de pañuelo, dando una lucha virtual, mientras no vemos a la niña que pasa embarazada por nuestra cuadra, como antes elegimos no ver su expresión vacía contando billetes de baja denominación, al salir de ser usada sexualmente por un vecino que, sin embargo, preferimos no dejar de saludar, y mucho menos poner en cuestión sus actividades...
Nos horroriza la muerte de refugiados desconocidos en el mar inmenso(porque no podemos hacer nada), y no vemos al niño que duerme descalzo y con hambre en un zaguán, aunque pasemos a su lado cada día...
Sabemos a cuantos campos de fútbol equivale el pedazo de Amazonas que murió incendiado hoy, pero no tenemos tiempo ni nos preocupa plantar un árbol en nuestro patio, nuestra vereda, en la plaza de nuestro barrio...
Y todo son estadísticas, cifras, números y ceros, ceros y mas ceros, países o
regiones enteras, toneladas, miles de millones, terremotos, tornados, tsunamis,
erupciones volcánicas o inundaciones, inmensas tragedias que no podremos
siquiera abarcar, como si necesitáramos ejercitar nuestra impotencia para no
mover un dedo donde nuestras manos llegan, para no caminar adonde podríamos
estar.
Y en nuestra miseria cotidiana de aparentar, relatamos los errores ajenos para
poder ignorar los propios, y nos encerramos atrincherados por las alarmas y la
televisión, donde podamos enternecernos por cachorros perdidos que otros
rescatarán (lo suponemos) o indignarnos a causa de caballos maltratados por
personas pobres que esperamos nunca llegar a ser, animales tristes en algún
zoológico, niños bombardeados o...
Nos deleita cualquier cosa sobre la que no tengamos ninguna responsabilidad, o sobre la que tengamos la total y absoluta responsabilidad colectiva: no importa nada, nuestra emocionalidad ha sido secuestrada y malgastada, nuestros sentimientos serán empaquetados y enviados a una matriz de análisis robótica cada vez más perfecta donde serán convertidos en publicidades y productos comerciales, convencionalmente antihumanos que nos conformen con una felicidad de papel, efímera y boba, pero absolutamente complementable con el mundo artificial, opaco e incoloro que nos rodea.
A cambio de nuestro desembolso nos daremos el permiso de volvernos y ser cada vez mas inertes, insensibles a nuestro entorno real, práctico, inmediato, ejecutable, encajando en las dinámicas de acumulación del poder y los parámetros esquilmantes del reparto del mundo...
Ahora si, sí podemos, claro, nos dedicaremos a estar un escalón por encima de
toda miseria y dolor, derrochando y generando el desequilibrio y la extinción
con cada una de nuestras conductas, pues ya hemos pagado alternativamente el
precio de la indignación y la tristeza, el entusiasmo, la decepción... podemos
hundirnos en un universo virtual sin apremios ni culpables para poder sonreír y
desfasarnos, libres, livianos, y por un minuto en paz.
Mientras tanto, la realidad sigue su marcha inexorable, constituida por la
sumatoria de millones de decisiones análogamente cómodas e irresponsables, como
los granos de arena que bajan en alud de una montaña.
Debemos pensar ahora:
Que haremos con nuestro grano de arena cuando no alcancen las quejas y los
culpables para evitar la debacle de nuestra esclavitud y miseria totalizada?
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