…Yo sé, Señor Juez, Su Señoría…(Y el chingolo hizo una pausa para pensar en los títulos que tenían estos hijos de puta y si tendrían algún sobrenombre, y si serían tan serios todo el día, y enseguida pensó que al juez le deberían decir, con toda seguridad, “caracagada” por la mancha que le empezaba al costado de la nariz y se le iba hacia arriba hasta perderse en el pelo, como un sorete… y para no reírse apretó los dientes con una intensidad tan grande que el filo cortante de su mirada hizo poner incomodo al magistrado, que se acomodó y carraspeó y ordenó su escritorio, como si hubiera de aparentar normalidad al verse descubierto en uno de sus mayores secretos) …
Yo sé, Doctor… -y solo desmenuzando el tono de su voz con un director de orquesta se podía adivinar el desprecio que reflejaba en su voz la palabra “Doctor”- que una vida perdida no se recupera jamás, que una familia sufre y se desarma, que todo parece inexplicable y falso… pero a pesar de las teorías y las mentiras de esa… persona, del señor fiscal de la nación, yo puedo explicar lo que realmente paso esa tarde, en la playada grande del Arroyo Corrientes, donde estábamos pescando…
Estaba el fuego prendido, habíamos terminado de comer un par de tarariras lindas, las líneas estaban tendidas en el agua pero más que nada tomábamos vino para bajar el pescado, no había casi nada de pique a esa hora… después de trabajar todo el año, queríamos relajarnos y pasarla bien… en una de esas la línea del Marcos pega un tirón fuerte haciendo sonar la campana, pero él cómo es pachorriento fue tranquilamente, igual todos sabemos que la tararira es astuta y engañosa, y puede jugar con un pescador durante horas antes de engancharse.
Entonces este hombre, el señor Gutiérrez se mete al agua antes que nadie pudiera frenarlo, para agarrar el pescado con la mano o algo así, no sé, no se entiende, que quiso hacer, no se puede saber que paso por su cabeza… Y esperó unos segundos más mientras la viuda sollozaba despacito mientras negaba con la cabeza como diciendo “y no, no se podía saber”…
Entonces, Señor Juez, a mitad
de camino pega un grito tremendo, y todos pensábamos que estaba haciendo un
chiste, y él mira para abajo y se agarra la pierna, levantándola como si no
fuera la pierna de él, y nos miraba, y ahí vimos que estaba sangrando, mientras
el Marcos le gritaba “Salí del agua pelotudo -con el perdón de la palabra- que
me vas a enredar la línea” pero se quedó clavado ahí y nos miraba hasta que yo
me metí y lo saque afuera antes de que el Marcos le tire con algo… primero
pensamos que eran pirañas, que a veces andan ahí, en esa playada, o algún
pichón de yacaré perdido, pero esas cosas no pasan… y enseguida nos dimos
cuenta que lo había chuceado una raya, claro, meterse como un loco al agua,
mientras el bicho está tranquilo tomando sol, seguro que la había pisado y
claro…lo ensartó. El juez Férguson Martínez dejo de analizar las puntas de sus
lápices ordenados en fila y empezó a escuchar, esto se ponía interesante…
Entonces
el Marcos se puso a putear y dijo, yo me quedo, porque claro, él no quería
perder el pescado que estaba peleando, y cualquiera sabe que si te pica una
raya tenés que meter la pata en la concha de una puta cualquiera que este
teniendo la regla, que no les molesta hacer el servicio mientras se les pague
bien, y eso es lo único que puede aliviar el dolor, pero la wisquería estaba
como a catorce leguas y el camino completamente embarrado y la camioneta con la
mesa puesta arriba del capot… él nos miraba como asombrado, con los ojos
grandes, y decía “me duele, me duele negro, me duele”… y si, quien no sabe,
pero por eso la gente tiene cuidado, aunque nadie le dijo nada porque la verdad
debe doler en serio por más boludo que seas… -estaba tan apasionante el relato
que el juez solo lo fulmino con la mirada, mientras la viuda lloraba despacito
mirando para arriba como diciendo “…pero vos eras tan boludo…”
Entonces tardamos un rato en acomodar todo mientras el otro seguía pescando despacito, porque si lo apuras se pierde y eso lo sabíamos todos, así que nos subimos con él en el medio y el Tordillo manejando… a mitad de camino lloraba, lloraba y gritaba sin parar, que te daban ganas de matarlo…¡Pero no lo matamos Señor Juez!
Aunque con solo mirarnos sabíamos que lo pensábamos los dos, porque por más que te duela no podes ponerte así y llorar como si… no sé. Primero decía que le dolía mucho y después nada, solo lloraba a los gritos y se le veía el tobillo hinchándose debajo de los repasadores que habíamos usado para tapar la herida que no sangre tanto… en una de esas lo agarra al Tordillo y grita “ me muerooo” y lo zamarrea de una forma que el tipo lo quiso sacar con la mano y ahí se fue la camioneta a la banquina y quedamos en una zanja…
La culpa fue mía
porque yo lo tenía que agarrar para que el otro maneje tranquilo pero…quien se
imagina… y ahí apenas descarrilamos el tipo empieza a decir “matame, matame,
matenmeeé” porque se daba cuenta que no íbamos a llegar a ningún lado, pero
dejamos todo y lo agarramos entre los dos para seguir asi, que camine
apoyándose en nosotros, ya estábamos a una legua del quilombo pero él no
entendía, y cuando le dijimos que no iba a ir a un hospital sino a buscar una
mujer que estuviera con la regla para que le eche el chocolate en el tobillo,
se encabrito y no sé, parece que no le alcanzaba con la raya, también tenía que
hacerse el difícil y ahí fue cuando lo tuvimos que desmayar de un piñazo porque
no se podía razonar más…
Entonces lo cargamos… (esperó que la viuda solloce y gimotee un poco asintiendo y mirando el suelo como diciendo “…y si…y si…”) y lo llevamos al hombro un rato cada uno por casi una legua hasta el puticlub…pero cuando llegamos nos enteramos por una vieja que tooodo el mundo ¡Todo el mundo! estaba en la fiesta que daba el intendente, cuatro leguas más arriba, así que de nuevo, pero ahora arrancamos en un carro que nos prestó la doña con dos zainos arruinados que apenas iban a ir al trote…
Mientras atábamos los pingos el tipo se despertó y empezó a gritar y gritar y la vieja nos miraba y dijo “…raaaya…” como que lo teníamos que aguantar así, pero ya iban como dos horas de lo mismo y teníamos los nervios de punta, así que nos sentamos y a él lo acostamos atrás y salimos al trote, porque si reventábamos los caballos no íbamos a llegar… y él que iba todo el tiempo gritando o llorando o llamando a la señora (y ahí señaló con el dedo a la viuda, que ahora sí, lloró un minuto entero mirando a la nada hasta que se sonó los mocos como dando permiso para continuar el relato) …
Y ahí…
cuando íbamos a pasar el puente carretero, ya entrando al camino bueno que
llevaba a la chacra del intendente, vemos que se para y se agarra a la baranda
del carro, y los dos pensamos lo mismo, se lo juro, porque ni hacía falta que
hablemos, en el estado que estaba ese hombre, y nos dimos cuenta que se quería
tirar del puente, y era ya tan insoportable y tanto nos habíamos cansado
llevándolo al hombro y tan complicado todo y por culpa misma de él, que creo
que ya estábamos cansados y los dos pensamos que alguno…que el otro lo iba a
manotear antes de que se tire, pero la verdad es que ninguno de los dos tenía
ganas de escucharlo más y de salvarlo, y siendo una decisión propia, y estando
seguros de que el otro lo iba a agarrar y…
No lo agarramos ninguno de los dos y en el medio del puente salto y se partió la mitad de los huesos contra las piedras, que el arroyo estaba re bajo, y nos tiramos los dos del carro de cabeza al barro y alcanzamos a llegar a ver como moría, y decía el nombre de la señora, y como que ahora estaba sonriendo como si no le doliera más, o como si le doliera tanto todo que ya se hubiera olvidado del pichazo de la raya.
Cuando el carro llegó solo a la fiesta y la
gente se arrimó hasta el puente ya quedábamos los dos ahí, mirando todavía, y
él se había muerto feliz, como quiso…y ahí estábamos todavía mirando cuando
bajaron el Tomas y el hijo más chico de la panadera que eran los mas ágiles…
El juez intercambió una mirada con el fiscal, y estaba por abrir la boca cuando la señora de Gutiérrez se levantó de su butaca y se arrimó a abrazarlo al Chingolo, y después al Tordillo, un par de segundos a cada uno, mientras sollozaba ya más tranquila como diciendo “gracias, gracias” y aliviada por haber escuchado al fin la historia completa y no las especulaciones del fiscal sobre puñaladas, quilombos, prostitutas, coartadas y peleas…
Todos esperaban
que se fuera a sentar pero se quedó ahí, en el medio de los dos, esperando el
veredicto, que ahora era lo único que faltaba, y el doctor Ferguson Martínez se
miró con el fiscal, que tenía los mismos informes del médico sobre su
escritorio, los mismos informes que tenía el abogado defensor sobre su
escritorio, y levantando su martillo mientras los miraba a los dos, como
diciendo “yo no soy el único responsable de esto” dijo… “Pueden irse” y todos
se quedaron congelados hasta que el martillito bajo y la ley estuvo hecha y todo
el mundo empezó a levantarse, o algunos se quedaban sentados, y la viuda se
tiró al pecho del Chingolo a llorar, que la abrazo, y los policías miraban y el
Tordillo le dio la mano al abogado y así fueron saliendo despacito los tres, y
nadie supo más que paso después con ellos…con ninguno de los tres, pero no
volvieron al pueblo.
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