05 noviembre

Contaminación

 




  Hace poco más de veinte años, un niño, un bebe que abría por primera vez sus ojos al mundo, podía tener en su sangre cerca de cien sustancias extrañas al ser humano.  Hoy en día, nace con más de 250 elementos extraños, trazas de nuestro estilo de vida, de nuestra relación con el planeta, de nuestro sistema de consumo, producción y logística: cadmio, plomo, zinc, arsénico, boro, cromo flúor, cloro… la lista es demoledora, no hay nada que no sea venenoso, toxico, mortal, que no esté en nuestra sangre antes del primer llanto…

  Pero no alcanza con eso, apenas dejamos la teta para que nos empiecen a envenenar con miles de alimentos diseñados para esclavizarnos, técnicamente adictivos, nocivos, que preparamos de una manera en que toda nutrición deja de estar garantizada, no terminamos de abrir los ojos para ser adoctrinados a través de miles de imágenes y pantallas en la conveniencia de destruir nuestro propio cuerpo, y después la sociedad y el resto del planeta.  

  Pero no importa, en eso va la convicción de que el planeta es ajeno y lejano, dibujando nuestro hábitat en perspectivas cerradas que conectan espacios estancos, donde solo vemos paredes y a lo sumo pantallas y pizarrones donde todo lo que debemos pensar y hacer ¿Lo que debemos ser? está predeterminado… Así pasamos del consumo de toxinas a la desnutrición, del estrés a la infección y de la contaminación electromagnética a la fiesta de disfraces permanente que es la interacción social. 

  Pero no nos importa, cientos de horas de propaganda nos han convencido de que el problema siempre está en otro lado, que la responsabilidad es de algún ser malvado y la solución vendrá de alguna entidad bondadosa, que todo lo que no vemos no nos afecta, que todo lo que nos afecta no podemos cambiarlo, y así hasta el infinito, pasamos día tras día trenzando los hilos que nos hacen bailar sobre los restos de nuestras posibilidades pisoteadas, de nuestros hijos inútilmente sacrificados a la banalidad.

  Pero claro, había que hacer algo, y como siempre, el sistema creo su vacuna contra la enfermedad de la conciencia que amenaza abrir nuestros ojos a lo que en realidad nos está pasando globalmente, e individualmente, como personas… 

  La realidad, es que hemos contaminado el suelo, el aire, el agua, y no hay forma de escapar a las consecuencias de nuestra ambición, más que reformular completamente nuestra relación con el planeta, nuestra relación con nuestro propio cuerpo… pero para evitar ese abanico de nuevos parámetros, se inventó el ambientalismo…

  ¿No? ¿Es que hay alguna agrupación ambiental que no esté diseñada y conformada por empresas, a través de su dirección, financiamiento, logística, etc…? No, porque el abanico entero de luchas ambientales se enfoca en la destrucción, al igual que los problemas que pretenden eliminar, y para eso no necesitan cambiar su estilo de relaciones, su mecánica de consumo, su diseño de la vida cotidiana, el resultado es la más pura hipocresía…

  Por supuesto, que si el problema es la contaminación y luchamos contra ella pareciera ser una causa noble, pero el resultado no vendrá de una guerra donde cambiamos sistemáticamente de trincheras, para poder representar una farsa, sino de dejar de proveer de municiones y pertrechos al enemigo que decimos combatir, centrando nuestra vida en el mismo consumo desmedido que agudiza el problema, en la misma enfermiza conveniencia y sed de poder que permite y predice el saqueo sangriento del mundo.

  Pero nos centramos en la despersonalización del problema, que nos deja pararnos a un costado para apuntar a las corporaciones, a las empresas, a los gobiernos, a la sociedad que comparte nuestro mismo formato y a la que sin embargo declaramos culpable para exigir nuestra inocencia…claro que en esta mecánica todos ganan (empresas, corporaciones, bancos y conglomerados económicos) menos la sociedad como agrupación de personas que pretenden vivir mejor…

  Entonces, llegó la hora de dejar las caretas a un lado, antes de que sea tarde, y dejar de aportar a la destrucción sistemática de nuestro entorno invisible, dejar de vivir a través de las pantallas, donde luchar por el planeta equivale a… ¡¡¡¡Firmar un petitorio virtual…!!!! 

  Nos toca hacernos cargo de que cada paso en nuestra vida se da en un único planeta, absolutamente redondo, no hace falta luchar por él, que es mucho más grande que nuestras expectativas y omisiones, nuestras acciones y deserciones, y empezar a reelaborar el significado de nuestra coherencia, antes que sea permanentemente tarde, completamente inútil… 

Cada segundo nos sumamos a la destrucción, pero podemos plantar una lechuga entre dos baldosas, cuidar un árbol más que en el simbolismo inútil, hasta que podamos decir que hemos dado un árbol al mundo, en vez de jactarnos de que alguien está talando la amazonia…mientras nosotros nos oponemos.

  Podemos dejar de alimentar y multiplicar mascotas hambrientas y dejar que se exprese libremente la naturaleza en algún infinitamente pequeño reducto de nuestra “propiedad”… La extinción viene del cemento que amamos, de nuestra escala de atribución de valor variable a los seres vivos, de las pantallas que glorificamos, de la injusticia que toleramos para no tambalearnos en esta cornisa…

  Podemos caminar en vez de subirnos a un auto en vez de consumir, ingerir, respirar y cagar petróleo, cada día de nuestra vida, tenemos un millón de maneras por segundo a través de las cuales podemos ser lo que decimos ser cuando nos ponemos de este lado gloriosamente inocente del mundo… pero no lo hacemos.

 La jugada es nuestra, pero mediáticamente indignados, acunamos a nuestros hijos predilectos como Bayer y Monsanto, protegemos a los Bancos y su eterno drenaje financieramente homicida, ecocida.

  Exigimos nuevas formas descartablemente asépticas, instantáneas y baratas de vivir y relacionarnos, nuevas adicciones que nos garanticen escapar de nuestra propia forma de pensamiento autodestructivo, nuevos productos que nos permitan darle utilidad a la pérdida total de sentido en que nos abocamos para poder generar los medios con que los adquiriremos…

  No importa, alguien respira tranquilo, la contracara mundial de la esclavitud es la depresión, todos los negocios están protegidos por nuestra mentira.  Todas las guerras del mundo proseguirán para simular nuestra felicidad…

 

 

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