18 noviembre

Desestablecer

  



  Prendo la televisión y veo “publicidades”: publicidades reales en territorios lejanos, publicidades contra la guerra justificando los imperios, publicidades de hambre alimentando las corporaciones, publicidades de desesperación vendiendo nuevas religiones…

  Vivimos en un mundo diseñado por la propaganda, que nos mantiene pegados a una pantalla de teléfono, a la computadora.

  Viviendo virtualmente, disfrutando de la interminable compraventa de ilusiones escamoteadas con que se llena nuestro tiempo, o fabricando ilusiones nuevas con aromas de viejos venenos: porque todo lo que viene enlatado nos lleva a un dulce callejón sin salida que hemos aprendido a amar.

  No hay necesidad de represión en un sistema que ya ha cooptado los más lejanos rincones de la producción fabril, académica y cultural, no hay nada que no caiga en el formato cuadriculado de lo preestablecido por la teoría o por la contrateoría, sólo hace falta elegir para que todo sea igual.

  Nuestros caminos se abren a un mundo que nos acuna con miles de tentáculos que nos muestran adónde vamos pero no de donde vienen. 

  Podemos luchar y hasta salir a matar presidentes por el mundo, pero las balas dejaran su dinero a la misma fabrica que provee a los policías que nos dejaran aplastados contra el suelo, sea cual sea el país del mundo.  

  La globalización que absorbe culturas, derrama empresas, novedades, toxicomanías y alimentos neutros que garanticen el mal funcionamiento de la única máquina que realmente controlamos: nuestro cuerpo.

  ¿Hace falta rebelarse, acaso, para cambiar un formato esclavo por otro? Solo sería cambiar de sponsors, pero no implica recuperar nuestra vida, regenerar nuestra vida… 

  No implica que estemos del otro lado del problema, porque cada segundo de nuestra vida actual apuntala el mundo de mil maneras.  ¡Reciclemos esas botellas con este fabuloso pegamento! 

  ¿Es en serio? En la pendiente actual en que hemos encarado el futuro del planeta, la única opción es buscar formas reales de sacar los pies del plato…

  Queremos luchar contra el calentamiento global, pero lo propiciamos el día entero: no es firmando peticiones, ni lamentándonos, ni consumiendo alternativas comercialmente sustentables que viviremos un poco mejor.

    Ni siquiera, pondremos un pequeño freno a la destrucción “mundial” porque el mundo somos nosotros y nuestro mundo es el pequeño espacio que nos rodea…el pequeño espacio libre entre la punta de nuestros zapatos y el mar revuelto de la propaganda.

  Entonces… hay pocas opciones más que replantearnos, más que ser conscientes.

  ¿Podríamos plantar un árbol en vez de comprar esa hermosa agenda hecha en papel reciclado?

  Podríamos… ¿Podríamos plantar una lechuga, una sola, en la maceta que descansa seca contra la pared de nuestra casa en vez de indignarnos contra “Monsanto”? 

   Ciertamente que podríamos hacerlo… 

Podríamos desestablecer el formato de hipocresía, coerción y violencia con que nos relacionamos con los demás, en vez de esperar el último Best Seller de Osho, Cohello o Sai Baba?

  Podríamos… ¿Podríamos relacionarnos con niños y niñas en un plano de igualdad y respeto, en vez de espantarnos por las injusticias y la opresión del mundo?  ¡Podríamos,  y bien a tiempo!

… ¿Podríamos analizar un minuto nuestras necesidades reales, la forma en que domesticamos nuestra ansiedad con basura, antes que calcular cuánto tiempo nos llevara ganar el dinero necesario para mantener la ficción del consumo?  

  Podríamos, pero no tenemos ganas de administrar nuestra vida, de elegir por nosotros mismos, de hacernos responsables de nuestro metro cuadrado de existencia. 

  Solo quedan dos opciones, bajarse del tren en cualquier estación o tirarse en marcha, porque nadie va a ponerle un freno…

  Ya no hay destinos, solo postales, mientras viajamos a ningún lado para que puedan seguir fabricando rieles de frio acero a costa de nuestros horizontes…

07 noviembre

Nosotros somos ellos

 

 


  Corrupción, delincuencia, guerra, asesinatos, robos, estafas, crímenes ambientales, violaciones, genocidios, descuartizamientos masivos, esclavitud, tortura…

  Todo esto nos es ajeno, porque no somos nosotros quienes empuñamos el filo toscamente ensangrentado, quienes lanzamos la bala recta hacia su indefenso blanco…

  No somos nosotros quienes sonreímos sádicamente ante el alarido desgarrado en una bodega invisible y oculta en las afueras de la ciudad, quienes disfrutamos pisando huesos quebrados contra el suelo de tierra de la selva, ni aseguramos el brazo cansado de una preadolescente para que sea sometida por dinero hasta el fin de sus oscurecidos días…

  No somos nosotros quienes damos las frías ordenes de exterminio, acoso y tortura física y/o psicológica contra las molestas minorías, y ciertamente, no somos quienes las cumplimos… ¡Por favor! ¡¡Te pido que revises mi casa y compruebes que solo hay posters de caballos y barcos, osos de peluche, música clásica y almohadones…!!

  No importa, no hay forma de seguir mintiendo mucho tiempo más, de escapar a la dialéctica de la generación de la realidad, que pretendemos cada día disimular, esconder, afinar hasta lo imposible como si de una montaña pudiéramos hacer una aguja, para decir que el ultimo grano de arena en su cima tiene el mismo grosor que su base…

  Olvidamos, soslayamos, que la hoja nace del brote, que luego se hace rama, que hace cientos de años se descartó la teoría de la generación espontánea…

 Intentamos ocultar que no hay acción que no esté atada a otra acción, otra reacción, que todo es un camino, un trayecto, un transitar…

 Entonces… ¿Son realmente los ladrones los hijos adolescentes de mis vecinos, capaces de romper una o diez puertas a patadas cada noche para mantener su consumo de drogas baratas, terriblemente toxicas, que en un solo año los están dejando como muertos vivientes?

  ¿Acaso son los directores y primeros favorecidos de este espectral negocio?  

 No estoy tan seguro… aunque no faltaron ofrecimientos y ofertas de venganza: porque vivimos en un mundo que invita a la violencia permanentemente, que espera cada instante la oportunidad de descargar en los demás la tensión del sinsentido cotidiano, la esclavitud no forzada del consumo y la moda, que pagamos con nuestros mejores años atados al yugo ingrato del trabajo…

  ¿Robarían si nadie les comprara el producto de sus hechos? ¿Si nadie les encargara destruir la tranquilidad y la paz de sus vecinos para poder disfrutar de lo que ambicionan sin querer pagar el precio del esfuerzo cotidiano?

 Absolutamente, ciertamente: No.  Podríamos ver a nuestros demacrados aprendices de rateros pescando a nado en el medio del rio, o cortando el pasto con los dientes para conseguir su dosis, o cualquier otra cosa, pero claro, les damos una oportunidad bastante más fácil, más inocente para todos… 

  Ladrón es el que compra lo robado, de hecho, es el que produce el robo, y no hay forma de verlo de otra manera, porque sin su participación amable y santurrona, no hay robo que pudiera producirse… 

  ¿Hablamos de prostitución y trata de personas? Es la misma mecánica, quienes secuestran a una niña de once años para que sea disfrutada por macabros sádicos millonarios, es solo un subproducto de esta perversa forma de vida, tal vez, podría hacer una huerta en el fondo de su casa o criar gallinas dignamente si no tuviera esa posibilidad abierta de ganar dinero de forma espuria, violenta y dañina…

  Pero claro, todos los que mueven los hilos de las marionetas de la administración, la justicia y los medios de comunicación, tienen el dinero que recolectan de nuestros esfuerzos, en este sistema mundial que funciona exactamente al revés, y quien se animaría a contrastarlos con la mínima dosis de verdad, desnudar sus hipocresías, su feliz esclavismo… 

  No, por las dudas, culpemos al policía que disfruta de la picana, que participa activamente del narcotráfico, que vive del secuestro,  mientras dejamos libre al empresario, mientras seguimos consumiendo sus productos inútiles y nocivos.

  Sigamos lamentándonos de los indios que mueren pisoteados por caballos y camionetas sobre los mismos restos de sus chozas quemadas mientras admiramos al hombre de negocios que usurpa tierras y se ríe de todos, de todo, porque su seguridad está en la envidia colectiva que despierta su sonrisa siniestra y torcida… 

 Después de lavarse las manos, sobre las tierras usurpadas a sangre y fuego, pondrá a trabajar a hambreados esclavos semidesnudos, semianalfabetos, a los que seguirá intentando convertir en semihumanos para que disfrutemos en la góndola del supermercado de la oferta de la semana… en ese supermercado donde afanados asalariados intentan superar su sueldo de hambre y espanto a costa del desgaste de acumular horas y más horas de trabajo…



  Despreciemos al funcionario municipal que acepta el soborno, culpémoslo del caos del tránsito y hasta del estado de las calles…

 Somos formalmente acusadores y severos jueces hasta que nos para con su odioso silbato y caemos en la cuenta de que no teníamos todos los papeles en regla, claro, la culpa es de esta maldita e inmensa burocracia, pero extendemos nuestra disimulada mano, “toma pal asado que vengo apurado”.  

  Somos la corrupción, somos el daño que nos infligimos como sociedad.  Pero no nos importa, zafamos, seguimos en la calle sin preocuparnos de nada, podemos volver a alardear de lo mal que anda todo lo demás…

  Seguiremos culpando al gobierno, al intendente, al diputado que no pudimos llegar a ser, mientras buscamos la oportunidad de participar de alguna manera de sus turbios negociados, extender las manos al alcance de la generosidad de su corrupta fortuna, acunada a la luz de los delitos que elegimos no ver, no saber, no denunciar ni repudiar.

Callamos y sentimos, aprobamos con nuestro silencio porque podríamos perder el favor de nuestros correligionarios, de nuestros socios, de nuestra propia familia esperando una migaja cayendo de la ruidosa carreta que se roba el pan de la sociedad entera…

  ¿Es que acaso moriría una mujer cada día, por motivos banales, o por la terca y simple determinación de no creerse propiedad de nadie, si no hubiéramos criado a tres generaciones enseñándoles a festejar los chistes de la televisión, donde cada segundo se humilla a la mujer como persona, se la disminuye como ente social, se la estigmatiza como culpable anticipado de cualquier evento escandaloso, mientras se le da un lugar fantásticamente amplio como fuente de diversión, como juguete sexual, como propiedad privada del hombre que la mantiene y la paga?

  Sigamos siendo completamente hipócritas, histéricamente santos, apuntando para arriba, derramando nuestra santa indignación hacia afuera que es la mejor forma de perpetuar el asesinato cotidiano de nuestros propios hijos, aunque por favor, que sean los de los demás...

   Sigamos envenenando las relaciones más sagradas y encharcando el amor de barro hasta que no haya forma de volver atrás, sigamos festejando el precio barato de los botines de guerra hasta que un soldado patee la puerta de nuestra nación. 

  Sigamos practicando mentiras frente al espejo de la interacción social porque solo así, podremos decir, seguir afirmando “que tremendo que está el mundo, como se siguen matando todos” mientras nos declaramos inocentes, mientras seguimos buscando la salvación espiritual luego de la económica...

Sigamos olfateando el papel moneda que perseguiremos a cualquier precio, a costa de cualquiera, de cualquier cosa, territorio y ser vivo en el planeta…

  Sigamos de fiesta como si hubiéramos sido invitados.



 

05 noviembre

Contaminación

 




  Hace poco más de veinte años, un niño, un bebe que abría por primera vez sus ojos al mundo, podía tener en su sangre cerca de cien sustancias extrañas al ser humano.  Hoy en día, nace con más de 250 elementos extraños, trazas de nuestro estilo de vida, de nuestra relación con el planeta, de nuestro sistema de consumo, producción y logística: cadmio, plomo, zinc, arsénico, boro, cromo flúor, cloro… la lista es demoledora, no hay nada que no sea venenoso, toxico, mortal, que no esté en nuestra sangre antes del primer llanto…

  Pero no alcanza con eso, apenas dejamos la teta para que nos empiecen a envenenar con miles de alimentos diseñados para esclavizarnos, técnicamente adictivos, nocivos, que preparamos de una manera en que toda nutrición deja de estar garantizada, no terminamos de abrir los ojos para ser adoctrinados a través de miles de imágenes y pantallas en la conveniencia de destruir nuestro propio cuerpo, y después la sociedad y el resto del planeta.  

  Pero no importa, en eso va la convicción de que el planeta es ajeno y lejano, dibujando nuestro hábitat en perspectivas cerradas que conectan espacios estancos, donde solo vemos paredes y a lo sumo pantallas y pizarrones donde todo lo que debemos pensar y hacer ¿Lo que debemos ser? está predeterminado… Así pasamos del consumo de toxinas a la desnutrición, del estrés a la infección y de la contaminación electromagnética a la fiesta de disfraces permanente que es la interacción social. 

  Pero no nos importa, cientos de horas de propaganda nos han convencido de que el problema siempre está en otro lado, que la responsabilidad es de algún ser malvado y la solución vendrá de alguna entidad bondadosa, que todo lo que no vemos no nos afecta, que todo lo que nos afecta no podemos cambiarlo, y así hasta el infinito, pasamos día tras día trenzando los hilos que nos hacen bailar sobre los restos de nuestras posibilidades pisoteadas, de nuestros hijos inútilmente sacrificados a la banalidad.

  Pero claro, había que hacer algo, y como siempre, el sistema creo su vacuna contra la enfermedad de la conciencia que amenaza abrir nuestros ojos a lo que en realidad nos está pasando globalmente, e individualmente, como personas… 

  La realidad, es que hemos contaminado el suelo, el aire, el agua, y no hay forma de escapar a las consecuencias de nuestra ambición, más que reformular completamente nuestra relación con el planeta, nuestra relación con nuestro propio cuerpo… pero para evitar ese abanico de nuevos parámetros, se inventó el ambientalismo…

  ¿No? ¿Es que hay alguna agrupación ambiental que no esté diseñada y conformada por empresas, a través de su dirección, financiamiento, logística, etc…? No, porque el abanico entero de luchas ambientales se enfoca en la destrucción, al igual que los problemas que pretenden eliminar, y para eso no necesitan cambiar su estilo de relaciones, su mecánica de consumo, su diseño de la vida cotidiana, el resultado es la más pura hipocresía…

  Por supuesto, que si el problema es la contaminación y luchamos contra ella pareciera ser una causa noble, pero el resultado no vendrá de una guerra donde cambiamos sistemáticamente de trincheras, para poder representar una farsa, sino de dejar de proveer de municiones y pertrechos al enemigo que decimos combatir, centrando nuestra vida en el mismo consumo desmedido que agudiza el problema, en la misma enfermiza conveniencia y sed de poder que permite y predice el saqueo sangriento del mundo.

  Pero nos centramos en la despersonalización del problema, que nos deja pararnos a un costado para apuntar a las corporaciones, a las empresas, a los gobiernos, a la sociedad que comparte nuestro mismo formato y a la que sin embargo declaramos culpable para exigir nuestra inocencia…claro que en esta mecánica todos ganan (empresas, corporaciones, bancos y conglomerados económicos) menos la sociedad como agrupación de personas que pretenden vivir mejor…

  Entonces, llegó la hora de dejar las caretas a un lado, antes de que sea tarde, y dejar de aportar a la destrucción sistemática de nuestro entorno invisible, dejar de vivir a través de las pantallas, donde luchar por el planeta equivale a… ¡¡¡¡Firmar un petitorio virtual…!!!! 

  Nos toca hacernos cargo de que cada paso en nuestra vida se da en un único planeta, absolutamente redondo, no hace falta luchar por él, que es mucho más grande que nuestras expectativas y omisiones, nuestras acciones y deserciones, y empezar a reelaborar el significado de nuestra coherencia, antes que sea permanentemente tarde, completamente inútil… 

Cada segundo nos sumamos a la destrucción, pero podemos plantar una lechuga entre dos baldosas, cuidar un árbol más que en el simbolismo inútil, hasta que podamos decir que hemos dado un árbol al mundo, en vez de jactarnos de que alguien está talando la amazonia…mientras nosotros nos oponemos.

  Podemos dejar de alimentar y multiplicar mascotas hambrientas y dejar que se exprese libremente la naturaleza en algún infinitamente pequeño reducto de nuestra “propiedad”… La extinción viene del cemento que amamos, de nuestra escala de atribución de valor variable a los seres vivos, de las pantallas que glorificamos, de la injusticia que toleramos para no tambalearnos en esta cornisa…

  Podemos caminar en vez de subirnos a un auto en vez de consumir, ingerir, respirar y cagar petróleo, cada día de nuestra vida, tenemos un millón de maneras por segundo a través de las cuales podemos ser lo que decimos ser cuando nos ponemos de este lado gloriosamente inocente del mundo… pero no lo hacemos.

 La jugada es nuestra, pero mediáticamente indignados, acunamos a nuestros hijos predilectos como Bayer y Monsanto, protegemos a los Bancos y su eterno drenaje financieramente homicida, ecocida.

  Exigimos nuevas formas descartablemente asépticas, instantáneas y baratas de vivir y relacionarnos, nuevas adicciones que nos garanticen escapar de nuestra propia forma de pensamiento autodestructivo, nuevos productos que nos permitan darle utilidad a la pérdida total de sentido en que nos abocamos para poder generar los medios con que los adquiriremos…

  No importa, alguien respira tranquilo, la contracara mundial de la esclavitud es la depresión, todos los negocios están protegidos por nuestra mentira.  Todas las guerras del mundo proseguirán para simular nuestra felicidad…

 

 

02 noviembre

Desde la oscuridad

 


  Sueño, despierto, camino o me quedo quieto, como o no como, vivo, permanezco, miro o soslayo, hago o deshago, duermo…o velo.

  No tengo, casi, puntos de contacto con la sociedad actual, lanzo garfios para trepar al futuro como anzuelos sin filo, que sueltos se pierden en el remolino lento del tiempo sin pegar en ninguna pared porque no hay encierros ni prisiones que no sean imaginarias. 

  Vivimos en una reclusión mental voluntaria, en una aceptación constante y perfecta de lo imposiblemente ridículo, como es el panorama de persecución actual de valores espurios, baratos e  insulsos, que carecen de mayor función practica que recolectar el poder personal, la voluntad de cada ser humano para su inútil desperdicio.  

  Y así nos convence cada minuto la publicidad exacta, personalmente diseñada, para concentrarlo y repartirla entre corporaciones e ideologías que intentan con éxito variable, día a día destruir todo individuo en favor de las corporaciones, y -en pos de la libertad del comercio- toda forma de vida y conciencia a nuestro alrededor...  

  La ecuación es sencilla, cambiamos alegría por sonrisas gastadas, felicidad por adicciones, convicción por fanatismo, y conciencia universal por capsulas virtuales de fe…actualidad por televisión, salud por temor a la muerte violenta.

  Sin embargo sigue cayendo la maravilla de la lluvia, sigue reinando sin rivales el imperio del sol, y después de un siglo entero perfeccionando bombas, no se ha logrado inventar un cohete o dirigir una fuerza que tuerza el rumbo del más pequeño planeta, entonces ¿cómo hemos logrado tomar tanta distancia de la realidad?

  ¡Es el sistema, idiota!  Ah claro, eso, si, me suena conocido… Sistema es cuando trabajamos cotidianamente para poder ser esclavos voluntarios por un rato, cuando los pocos que tienen el poder real, organizan colectas permanentes para regenerar sus propios recursos a costa del hambre y la miseria de todos los demás, a través de la coacción, claro, del abuso sistematizado, legislado, bendicionado. 

  Sistema se le llama a la entrega alegre a una maquinaria de  imponer sentidos, perspectivas y agendas, cuando desde cada ser humano se enfoca la divinidad que nos rodea como algo externo y concentrado destinado a dirigirnos hacia la deconstrucción de nuestra propia capacidad de conexión con el universo, cuando se le llama perfección a el roce suave de dos engranajes de acero en una máquina de matar…

  Ya sé cómo funciona todo, he logrado asomar la nariz como un pez asoma la suya a la concha de una caracola vacía, solo para retroceder aceleradamente mientras los arpones hambrientos burbujeaban furiosos a mi alrededor… 

  Ahora sé que están siempre acechando, como hienas para consumir mi conciencia, para desestablecer mi propia visión interna en favor de un mundo rutinariamente oscuro sin ninguna fantasía, donde cambiaran mi esencia y mi tiempo por objetos y sentimientos estandarizados, mis ojos por posters bien iluminados, mis brazos y piernas por elaboradas excursiones hacia ningún lado, y la totalidad de mi piel por caricias a una pulida chapa de colores metálicos… 

  La verdad que no, me es difícil mover un solo pelo en esa dirección… aunque el precio sea el estigma permanente siempre renovado, el asedio ideológico, el cerco por hambre, frio y miedo, y la costumbre de ver mi propia sangre corriendo…

   Sin embargo nunca falta alguien que grita: ¡Guarda! ¡No te pierdas la secuencia, que ya es hora del próximo escalón a ningún lado!  

  Y así criamos a nuestros hijos, a nuestras hijas, “p'al gancho” de esta posmodernidad helada que no supimos navegar, para los restos de nuestro desenfreno industrializado, de esta factoría de omisiones sesgadas con que justificamos la fraguada muerte de los otros con nuestra no-vida real, nuestra vida de cementerio de cemento, de silencio en altavoces de interminable, infinita propaganda…

  No importa, se puede ver flameando la bandera a cuadros, la línea de llegada, tanto esfuerzo tendrá su recompensa cuando la meta esté a nuestro alcance, finalmente, y escapemos del cardumen de tiburones que siempre nos persiguen en esta pecera superpoblada…voy a conectarme a la pantalla, quiero saber cómo vivir, que voy a pensar mañana…

 


Felices e Incapaces

  Bueno...   Siempre es un problema conocer a gente importante.  Y es un problema porque la gente importante tiene problemas importantes... ...