No
tengo ganas de escribir, no tengo ganas de leer, me espanta en algún lugar
profundo de mi ser, la forma en que parte de la gente espera, consume,
internaliza y reproduce las fábulas mas alocadas y nefastas que hoy en día
leemos en formato de noticias.
Claro que no somos autómatas a los que se pueda alimentar con tinta, como un alegre robot de película de ciencia ficción. ¿No lo somos? ¿Lo soy?
Estas preguntas perdieron importancia frente a la urgencia por absorber la realidad de alguna manera, la realidad que no vemos, que no vivimos, atrincherados bajo un equipo de refrigeración de aire.
Queremos saber que pasa, que hay allá afuera,
entre la puerta de nuestra casa y la otra puerta donde empieza nuestra
absorbente rutina, y queremos saberlo claramente para no tener que pensar, ya
no hay tiempo para eso, queremos soluciones, no nuevos problemas, queremos
tiempo, y no lo tenemos.
En realidad, tampoco nos importa, amamos nuestra segura y previsible rutina, anhelamos su continuidad eterna, y solo nos enfocamos en lo que nos haga sentir seguros, iguales a ayer.
Entonces ladramos a la par de cualquier versión que prometa derribar los cambios, que promueva la rutina a nivel nacional, aun a costa de la sumisión, de la entrega, no importa el costo humano, de cualquier manera, apuntamos a seguir subiendo en la pirámide social, lejos de los negros, ladrones, travestis, faloperos y pobres que viven saltando en una pata arriba de la sartén.
Nos sentimos estafados ante cualquier señal de avance social, de
equidad, de redistribución ¡Esto no es un país serio! ¡Donde se ha
visto que el dinero vuelva al pueblo!
Y nuestro corazón afiebrado estalla con la gasolina de la falsa información de las agencias de noticias, de los corresponsales, de las radios, las paginas digitales y los diarios…Es anecdótico que las fotos sean tan macabras como falsas.
Y como si no alcanzara, multiplicamos ese veneno y lo hacemos nuestra causa, y no solo nuestra causa, estamos abiertos a cualquiera que quiera colaborar, así como participamos de alguna manera en la batalla interna de cualquier país, aunque no sepamos el idioma ni donde queda.
Los motivos son claros, el enemigo
es global, está atacando en todos lados ¡Y amenaza con arrebatarnos el
mundo! Festejamos la humillación y la muerte: de un delincuente común, de
un ucraniano, de un iraquí o libio, de un venezolano o afgano, y tantos otros…
Es lo mismo, están poniendo palos en la rueda del mundo ¿Porque no se rinden y ya? Es una pregunta hacia lo incomprensible, como si no fuera deseable un mundo absoluto y centralizado, controlado y previsto, suave, amigable.
Claro
que no para todos, eso es el apriorismo de la historia, las masas empobrecidas
deben seguir siéndolo para contrastar, porque están acostumbrados y porque no
nos importa, mientras sigamos mirando desde arriba.
¿Qué nos aliamos con fascistas y nazis? ¿Que al poco tiempo nuestros libertadores se demuestran forajidos y asesinos, cínicos, hipócritas?
Pero... Quien no se equivoca alguna vez? ¡El mundo está en guerra, si no nos hubieran arrebatado el estado no tendríamos que estar haciendo esto!
Y así debatimos con nuestros desconocidos amigos de las redes sociales, donde la sociedad desaparece para dar lugar al martirio de la razón y la coherencia. Somos soldados de una guerra permanente e invisible, de un imperio poderosamente omnipresente, siempre vencedor: hay que dar batalla
¿De qué sirven los escrúpulos? Lo importante es ganar, así los golpes van
para el otro lado.
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