03 febrero

¿La familia? bien gracias...


 


 

¿Y la familia?  Bien gracias? 

 Bueno, que tema escabroso, tan delicado como oculto, tan pregonado como dejado abiertamente de lado, según su utilidad…


  

  Aunque estamos acostumbrados, bombardeados desde siempre con la imagen sacrosanta de la familia monogámica heterosexual, hoy en día, es evidente que se presentan muchas más opciones a la hora de echar un vistazo a los lazos familiares modernos.  En nuestra moderna sociedad.

  Hoy, que es casi un hecho la posibilidad de adopción legal por parte de gays y lesbianas, hay que reconocer que es un punto de llegada, después de una larga lucha contra prejuicios tradiciones y preconceptos, mucho más amplios que este caso particular, por cierto,  y todo un estilo de apropiación de la infancia para perpetuarlos.

  Desde luego que, al margen de la ilegalidad o transgresión de significados, estas adopciones, a la par de otras más “normales” se vienen dando en la práctica,  como tantas otras formas de organización no incluidas en el estrecho imaginario de la iglesia o los estratos tradicionales de la sociedad, estrecho cuando miran hacia afuera, claro. 

  Incluso, con la celebrada ley de matrimonio igualitario, se desnudan otras posturas, otras disconformidades, pues hay gente que ya está luchando por su necesidad de instaurar el matrimonio múltiple, hoy no contemplado.  

  Es de esperar que la evolución en este tema continúe….

  Entonces, al margen de la orientación sexual, la familia tipo tradicional actualmente ni siquiera tiene, en la mayoría de los casos, posibilidades de expresarse, por razones económicas pero también por un cambio general de postura en la sociedad, ya que, al reconocer algunas situaciones que antes hubiera llamado anómalas o inmorales, como normales o siquiera como posibles, amplía los horizontes de análisis, ayudando a poner la institución en perspectiva.

 Y lo que salta a la vista es que: tendrá que cambiar desde la definición de la palabra familia hasta todo lo demás para sobrevivir. 

  Bueno, también es necesaria como unidad administrativa, todos sabemos que es la base de la sociedad…

  Igualmente, podemos decir que la familia actual salta por sobre los lazos de parentesco, teniendo en muchos casos un sentido de tribu o algo así: sujetos con afinidades comunes que se unen para tener mayor acceso a sus intereses.

   Entonces vemos cómo cambian de sentido muchas veces palabras como padre, madre, tío, tía, hijos, hermanos, hermanas, por ejemplo, haciéndose casi siempre mas abarcativas, para enmarcar relaciones que se vuelven inclasificables según los parámetros que todavía duran: biológicos, tradicionales, inmutables, jerárquicos, obsoletos…

  Al contrario, estas relaciones familiares, que parten siempre del afecto (cuando no de la necesidad) pueden ser temporales, coyunturales, basarse en objetivos, situaciones y territorios cambiantes, son intensamente negociadoras entre sus componentes y generalmente, es parte de su dinámica una fluidez que permite reestructurarse sin mayores pérdidas.

  Además de estos conglomerados más o menos grandes de personas, que comparten estos lazos íntimos y fuertes, lazos de sangre corriendo pareja en las venas, se dan, más bien hoy se multiplican en el mundo entero, producto de la globalización y otros milagros, fenómenos nada nuevos como el de grupos de niños.  

  Sueltos, desprotegidos, abandonados, solo se deben y se tienen a sí mismos, y eso es todo lo que necesitan, lo único débil en estos lazos, es su absoluta inestabilidad basada en las circunstancias extremas en que se dan.

Finalmente, es necesario ser conscientes de que una persona es indivisible, innegociable, y que las estructuras familiares a lo largo del mundo, tan distintas y contrapuestas en muchos casos, se debaten entre la protección y el condicionamiento de sus miembros, volviéndolos muchas veces objetos en pos de un fin ajeno a sí mismos, como hace toda institución en lucha por perpetuarse.



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