¿Y la familia? Bien gracias?
Bueno, que tema escabroso, tan delicado
como oculto, tan pregonado como dejado abiertamente de lado, según su utilidad…
Aunque estamos acostumbrados, bombardeados
desde siempre con la imagen sacrosanta de la familia monogámica heterosexual,
hoy en día, es evidente que se presentan muchas más opciones a la hora de echar
un vistazo a los lazos familiares modernos. En nuestra moderna sociedad.
Hoy, que es casi un hecho la posibilidad de adopción legal por parte de gays y lesbianas, hay que reconocer que es un punto de llegada, después de una larga lucha contra prejuicios tradiciones y preconceptos, mucho más amplios que este caso particular, por cierto, y todo un estilo de apropiación de la infancia para perpetuarlos.
Desde luego que, al margen de la ilegalidad o transgresión de significados, estas adopciones, a la par de otras más “normales” se vienen dando en la práctica, como tantas otras formas de organización no incluidas en el estrecho imaginario de la iglesia o los estratos tradicionales de la sociedad, estrecho cuando miran hacia afuera, claro.
Incluso, con la celebrada ley de matrimonio igualitario, se desnudan otras posturas, otras disconformidades, pues hay gente que ya está luchando por su necesidad de instaurar el matrimonio múltiple, hoy no contemplado.
Es de esperar que la evolución en este tema continúe….
Entonces, al margen de la orientación sexual, la familia tipo tradicional actualmente ni siquiera tiene, en la mayoría de los casos, posibilidades de expresarse, por razones económicas pero también por un cambio general de postura en la sociedad, ya que, al reconocer algunas situaciones que antes hubiera llamado anómalas o inmorales, como normales o siquiera como posibles, amplía los horizontes de análisis, ayudando a poner la institución en perspectiva.
Y lo que salta a la vista es que: tendrá que cambiar desde la definición de la palabra familia hasta todo lo demás para sobrevivir.
Bueno, también es necesaria como unidad administrativa, todos sabemos que es la
base de la sociedad…
Igualmente, podemos decir que la
familia actual salta por sobre los lazos de parentesco, teniendo en muchos
casos un sentido de tribu o algo así: sujetos con afinidades comunes que se
unen para tener mayor acceso a sus intereses.
Entonces vemos cómo cambian de
sentido muchas veces palabras como padre, madre, tío, tía, hijos, hermanos,
hermanas, por ejemplo, haciéndose casi siempre mas abarcativas, para enmarcar
relaciones que se vuelven inclasificables según los parámetros que todavía
duran: biológicos, tradicionales, inmutables, jerárquicos, obsoletos…
Al contrario, estas relaciones familiares, que
parten siempre del afecto (cuando no de la necesidad) pueden ser temporales,
coyunturales, basarse en objetivos, situaciones y territorios cambiantes, son
intensamente negociadoras entre sus componentes y generalmente, es parte de su
dinámica una fluidez que permite reestructurarse sin mayores pérdidas.
Además de estos conglomerados más o menos grandes de personas, que comparten estos lazos íntimos y fuertes, lazos de sangre corriendo pareja en las venas, se dan, más bien hoy se multiplican en el mundo entero, producto de la globalización y otros milagros, fenómenos nada nuevos como el de grupos de niños.
Sueltos, desprotegidos, abandonados, solo se
deben y se tienen a sí mismos, y eso es todo lo que necesitan, lo único débil
en estos lazos, es su absoluta inestabilidad basada en las circunstancias
extremas en que se dan.
Finalmente, es necesario ser conscientes de
que una persona es indivisible, innegociable, y que las estructuras familiares
a lo largo del mundo, tan distintas y contrapuestas en muchos casos, se debaten
entre la protección y el condicionamiento de sus miembros, volviéndolos muchas
veces objetos en pos de un fin ajeno a sí mismos, como hace toda institución en
lucha por perpetuarse.
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