10 septiembre

El imperio de la fuerza

 


Hemos visto tantas películas de acción violenta, tantos sangrientos justicieros, tantos inapelables y oscuros superhéroes, tantas tragedias en primer plano, tantas macabras noticias... tantos videos de gatitos bonitos...

  Para qué? 

  Ha sido para advertirnos?  O para acostumbrarnos? 

  Ha sido para iluminar nuestros nefastos y comunes errores históricos, o para marcarnos el camino que podíamos tomar con total libertad?

  Como humanidad, como bloque humano, pareciéramos impermeables al aprendizaje.  No pasa siquiera una generación que todo se repite, que todo lo "pasado y pisado" se hunde nuevamente en el barro del olvido.

  Hemos aprendido a delegar todo.  No solo nuestra responsabilidad individual y social, nuestra soberanía política y económica, sino también nuestros sueños y aspiraciones, nuestras emociones, nuestro dolor.  Ahora ni siquiera hay diferencias entre un insensible robot humanizado y un insensibilizado ser humano robotizado.  Claro, estamos en desventaja.

  Se supone que debiéramos conservar para nosotros mismos la capacidad de conmovernos, de indignarnos ante la injusticia, de identificarnos con cualquier individuo de nuestra propia especie, que muere degradantemente acosado y estigmatizado por la narrativa de los multimillonarios que se sientan actualmente en los sillones de la gerencia mundial.  Pero no.

  En realidad aprendimos a idolatrar a estos sangrientos directores de orquesta, a engullir hasta el vomito sus inaceptables mentiras, y a volver a tragarlas de nuevo, un poco mas elegantes, mas disimuladas, mas adaptadas al formato que preferimos para dispersarnos en nuestro reducido horario de descanso.  

  La legalidad internacional se desnuda cada día como una risueña farsa donde hipócritas cínicos aplastan a quien quieren con sus patas de plomo.  Las leyes se invocan para violarlas al siguiente minuto, sin dejar por eso de ejecutar a inocentes sin prueba alguna. La narrativa democrática se esparce como una manta que cualquier fantasma envidiaría, solo para ejercer la tiranía desde el anonimato que gozan los titiriteros para usar y descartar a su antojo a los dirigentes mundiales, antes y despues de hacer su trabajo.

  Cada vez es menos necesaria la mentira... la trabajosa construcción de enemigos... ahora, descaradamente se enarbolan las agendas con el solo justificativo del poder militar ejercible, de la sed corporativa de recursos: testigos molestos son eliminados con la misma facilidad dialéctica que peligrosos científicos que pudieran poner en riesgo la dominante hegemonía.  

  Familias, comunidades y naciones enteras son arrasadas con la misma sonrisa de satisfacción con que asesinos sádicos son entronizados para matar y matar sin descanso y sin frenos.  

  El imperio nunca estuvo tan desnudo, tan dislocado de los seres humanos sin voz que supone atados a la sumisión total de sus gobernantes.  Pero esa supuesta ventaja, que lo hace perder toda delicadeza en la construcción de sus aberrantes estrategias, no lo deja ver que bajo la coerción actual de las supuestas democracias, uniformizantes, hay personas reales que se resisten a ser lobotomizadas, y siguen buscando y encontrando cada día, nuevas formas de transformar la realidad, de desenmascarar la absurda incoherencia violenta del sistema.

  No hay otro camino que la rebelión total, a lo largo y ancho del planeta, cuando la misma expresión humana, nuestros más básicos deseos y necesidades, son impedidos y aplastados, sin otro expediente que la amenaza y el chantaje, el temor a mayores violencias y la eterna y gastada invocación a fantasmas como el narcotráfico o el terrorismo, adiestrados y dirigidos por el mismo poder que consume nuestros recursos para su supuesto combate.

  La única opción es estar bien atentos, ya que la violencia descarada necesita cada vez menos de un marco o justificación legal, de una justificación o rendición de cuentas por la muerte ajena.  El imperio de la fuerza avanza como una niebla ciega, envolviendo todo en tinieblas.  Pero igual, la situación -aunque conocida- es completamente nueva...

  Al día de hoy, no hay huecos donde esconderse, no hay zonas libres de cámaras y sensores, no hay un solo territorio que no este digitalizado hasta el extremo, por lo que la cacería humana se ha vuelto un deporte de una facilidad impensada.  No nos volverá a salvar nuestra indiferencia, ni conservaremos nuestros bienes por mirar para otro lado, ahora todos somos anticipadamente culpables de crímenes que aún no han sido tipificados, pero que ya pueden ser castigados.  Anticipadamente.

  No nos va a salvar ser parte de la maquinaria asesina, o pequeños administradores de sus finanzas o territorios. Al día de hoy los humanos instrumentos del poder son tan descartables y abundantes como las cucharitas de helado, y apenas un poco mas valiosos, al igual que los testigos y las víctimas, los verdugos y los colaboradores tienen una etiqueta de caducidad que no puede ser despegada.  

  La única opción es la acción instantánea, inmediata, permanente.  La construcción y la reconstrucción implacable de un marco de convivencia tan ética y moralmente sustentable que los algoritmos de la violencia no puedan detectarlo ni interpretarlo.  Solo nos queda sonreír y asentir mientras cuidamos la nueva semilla, los pequeños tiernos brotes de una nueva conciencia humana como individuos responsables de cada uno de sus actos, de sus efectos, de sus carencias, de sus omisiones.

  Solo así podrán surgir y fortalecerse las nuevas instituciones multilaterales que ofrezcan perspectivas de paz en vez de guerra, las nuevas visiones  económicas globales que apuesten por preservar los agonizantes recursos, por descontaminar y restaurar, y podrán desnudarse en su tibio y agonizante utilitarismo los viejos esquemas de cooperación internacionales, que siempre y solamente, favorecen al mas fuerte, al mas hipócrita y violento, al mas cínico y perverso.

  El mundo nuevo empieza en vos, empieza hoy, ahora.  Porque solo con seres humanos se puede construir nuevas estructuras, y solo con sus decisiones se puede abandonar las antiguas y caducas formas de poder, de ejercer el poder, de acumular y monopolizar decisiones como si cada hincón del planeta no fuera de todos. 

  Mucho falta para que caigan las fronteras, porque los límites están dentro nuestro. 

  Igual, para conocerlos, hay que caminar -tan livianos de prejuicios como sea posible- si queremos encontrarnos y ser más, ser humanidad, ser personas nuevamente, y no esta farsa que posteamos en las redes sociales digitales para poder engañarnos a nosotros mismos.

  El sistema nos ofrece todos los disfraces a precio de ganga, es hora de volver a ser nosotros mismos...



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