Bueno, si hay algo que el afamado y nunca jamás comprobado Covid19 no pudo lograr, los actuales acontecimientos lo están superando a la perfección: El "Occidente Colectivo" ha llegado al fin a su deslegitimación total.
Claro que, cuando decimos Occidente, así con mayúsculas, queda cada vez más desnudamente obvio que no estamos hablando de personas, de un entramado social que permita debatir y consensuar decisiones, sino solo de una construcción increíblemente verticalista y piramidal, en que la casi totalidad de la población, ha sido sometida, acostumbrada, domesticada, chantajeada, para asistir indiferente al colorido teatro mundial de la toma de decisiones.
Claro que todos, que cada uno, recibe algo a cambio, porque si algo abunda es la diversión y el entretenimiento, el confort gratuito y toda una serie de soluciones justo al alcance de nuestras manos, dedicadas a solventar las crisis y los desastres en que nos sumen una gama variadísima de problemas artificiales. Es que, nuestra vida de monigotes no tendría sentido si tuviéramos que despegarnos de la pantalla (donde somos felices y libres, en un perfecto e idílico auto construible mundo virtual) para encontrar o siquiera buscar nuestras propias soluciones.
Por supuesto, que para que no nos salgamos de nuestra cajita, como obedientes fósforos, nos imponían la frontera cuadriculada del sinsentido del mundo exterior, de la violencia interhemisférica, de la miseria amenazadora con que podrían contagiarnos otros aberrantes y tenebrosos regímenes políticos, de... bueno, el absurdo y la mentira han sido la norma, así que las teorías y las falsas verdades, la desinformación total y absoluta, el engaño y la coerción, no han tenido limites a la hora de sumar fuerzas para un mismo objetivo, una misma dirección.
Eso llevó históricamente a que, por ejemplo, en un esfuerzo de desapego de nuestra propia conciencia racional -que no nos restaba nada, ya que para nuestra vida diaria no la utilizábamos- pudiéramos pensar que un país cualquiera, debiera ser invadido y su pueblo ampliamente masacrado (y luego saqueado, pero esto es tan obvio que ni siquiera se menciona nunca) para proteger de un peligro inminente e indemostrable a un individuo indefenso o desvalido (real o imaginario) aunque esto fuera un caso que observáramos a nuestro alrededor, sin embargo, constantemente, sin pensar o generar, sin exigir la mas mínima reacción.
Es que el mundo real carece de interés, de magia, de chispa: el mendigo que duerme en nuestra vereda todo el invierno, lleva veinte años agonizando sin morirse, sin mas resultados ni beneficios que su mugre y su mal olor. Cero petróleo, cero oro y diamantes, cero uranio, agua potable, madera, trabajo esclavo, órganos, o cualquier otra recurso de valor. Su falta de rendimiento económico lo vuelve invisible.
Es que nuestras sociedades se mantienen erguidas solo a través de la hipocresía y la simulación, de la injusticia total y permanente, que permite que millones de excluidos y explotados, de sometidos y violentados habitantes fortalezcan y alimenten, sin ninguna contraprestación, la riqueza y el poder indiscriminado con que unas pequeñas élites dirigentes los aplastan cada día.
Bueno, por suerte, siempre hay una pequeña guerra que iniciar, donde desplegar nuestros valores como fosforescentes banderolas!! Pero...
De repente nuestra guerra y nuestras banderas se embarran en el campo de batalla, nuestros valores se vuelven indefendibles al defender la aberración absoluta, el sadismo y la masacre, porque: si hemos dicho durante cuatrocientos años que una cosa estaba mal, al punto de perseguir sin descanso y arrasar a cualquiera, con la sola sospecha, ahora nos conformamos con ser inertes testigos de un diariamente renovado genocidio, de un planificado exterminio, al que cada día disfrazamos de accidente o exceso, o... ya no hay forma. Nunca la hubo
Es que, lo único que había era un monopolio indiscutido del discurso, un monolítico templo de la verdad unificada, y un implacable castigo, una detallada vigilancia de cualquier palabra, actitud, o pensamiento que pudiera desequilibrar o debilitar la hegemonía total de una clase dominante excesivamente confiada en su propio eterno y exitoso diseño de la cotidianidad.
Bueno, ahora no hay forma de acusar a nadie! O sea... con la legitimización absurda y descarada de una masacre evidente y despiadada, televisada, festejada, institucionalizada, ya no hay un punto de fuga para las antiguas perspectivas, dejando solo lugar a un espacio en blanco donde todo puede ser y esta siendo velozmente reconstruido.
Ay!! Que no estaban todos los hilos bien atados!
Las nuevas vertientes de sentido con que se oxidan y rompen los viejos esquemas de pensamiento, crean un nuevo mundo mas aceleradamente de lo que los censores pueden destruirlo y ocultarlo. Las nuevas maneras de ver y tratar al ser humano como un ser, y como humano, ni siquiera se rozan con los viejos esquemas de la explotación voluntaria, con la rutinaria sumisión complaciente que esperaba pacientemente su supuesto premio a la obediencia ciega, a la falta de critica, a la renuncia total al propio pensamiento.
El mundo no solo se rediseña en las estructuras, dejando oír los crujidos de las toscas, antiguas maneras de mandar y someter al resto, cada vez mas debilitadas por falta de consenso, sino que sus argumentos y enseñanzas, sus funestos mandatos se licúan dentro de cada persona, como si una pequeña rajadura dejara entrar la luz de la conciencia, para ver de otra manera la realidad de este cuarto lleno de monstruos en que se ha convertido la política doméstica y mundial, donde unas y otras corporaciones tiran de cada lado hasta exprimirnos como un viejo trapo.
El momento ha llegado, es la hora de despertar, se ser consciente de cada uno de nuestros pequeños actos, del costo enorme, absoluto, de nuestra repetida sumisión, omisión, de nuestra indiferente preferencia por lo dado y lo ofrecido a cambio de todo nuestro tiempo y todo nuestro esfuerzo, nuestra alegría, nuestra misma vida. Es hora de pensar y generar, de inventar opciones que reemplacen a tiempo a lo inservible y absurdo de lo establecido, de machacar las soluciones elitistas y sus inaplicables éticas y morales sectarias y violentas.
Cada persona en el planeta es responsable, hoy. Cada uno de nosotros es responsable, ahora mismo, de lo que genera y permite, de lo que alimenta y deja ser, crecer, expandirse. Solo hay un inasible segundo en que la frontera de la globalización nos permite decidir, ahora mismo, antes que la esclavitud total del cyber control de la implacable máquina nos aplaste a todos por igual. No hay tiempo que perder, no hay nada que temer que sea peor que quedarnos a ver un futuro de esclavos sumisos. Cada persona cuenta.
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