16 octubre

Al Mercado!

 


  En un elegante piso con vista al río, desde donde se podían escuchar las sirenas de los barcos graneleros dejando el puerto, mirando por el amplio ventanal, que ocupaba toda la pared al este, y por donde veía a veces salir el sol escribiendo sin pausa -lo que le daba la señal de que ya era hora de irse a dormir -vivía Marcos.   

  Era uno de los mas grandes economistas de su tiempo, aunque ya no hacia consultorías ni aportaba su prestigio a ningún gobierno.  Se había cansado de la gente, de las cámaras(fotográficas y empresariales) de los políticos y de todo.  Conservaba la titularidad de unas horas de docencia en la Universidad, donde de vez en cuando, mitigaba su necesidad aun latente, de hablar sin que nadie lo escuchara, o, en el mejor de los casos, sin que nadie entendiera nada.     

  Ese tipo de cosas eran precisamente las que menos lo preocupaban.  Sus dos últimos libros seguían vendiéndose como pan caliente, dada la incertidumbre creciente del mercado, la volatilidad de la vida, el constante "tire y afloja" entre las potencias, y la profusión de irresponsables que hacían dinero convenciendo a la gente de que podrían volverse millonarios instantáneamente, con solo motivarse, creer en ellos mismos, y aplicar un par de formulas estadísticas, matemáticas, graficas, o mágicas.  Eso lo había llevado a escribir su último libro: El Mercado de Capitales como Representación de la Vida.  

  Rápidamente, había superado en ventas al anterior, de muy buena respuesta, al que, indefinible, confuso e impublicable, había puesto el nombre premonitorio de "Esperando el Próximo Crack Financiero".  Necesitaba dinero, urgentemente, y el nombre era la sensación que lo perseguía, mordiéndole constantemente los talones, y lo estaba destruyendo: la certeza cotidiana de caer y caer, sin tocar nunca el fondo, con todas las tarjetas suspendidas, simulando rutinas de training para sus vecinos, que lo veían adelgazar día tras día, sin imaginar que comía mañana por medio, que vivía drogado con pastillas que conseguía fraudulenta y gratuitamente para su padre fallecido, buscando lagunas legales que le permitieran retrasar su desahucio del lujoso departamento que alquilaba.

  Ahora todo había cambiado.  No quería mantener ningún recuerdo de sus penalidades, por lo que no solo había cambiado el color, sino que los muebles, el baño, la cocina y la cochera, habían sido completamente remodelados.  Compró el inmueble en un rapto de locura temporaria, justo antes de que todos los precios se fueran a las nubes. 

  Ahora vivía tranquilo, sus deudas habían sido saldadas, había dejado los sedantes en la memoria de las horribles épocas pasadas, y tenía el respeto absoluto de sus colegas y vecinos, que lo miraban con una mezcla de admiración y respeto que solo él, sabía, no tenía ningún fundamento.  Si volviera a tener deseos suicidas, podría tirarse desde su propio piso,  y volar por última vez descendiendo los veintiséis niveles de hormigón acristalado hasta el duro suelo.



  Ya no hablaba con nadie, no había vuelto a comprar una pantalla de televisión, vivía en calzoncillos escribiendo y comiendo comida congelada, y su máximo contacto permanente con algo parecido a la realidad, era la afición que lentamente lo había ganado, de observar a las personas trabajando o interactuando en las naves de cualquier tipo que surcaban el río en todas direcciones.  Su viejo catalejo, el único bien de familia que había sorteado la crisis intacto, sin ser enajenado, había resultado una herramienta formidable para descansar la mente y liberar el estrés.  

  Media hora observando las cubiertas de tanqueros y yates, lanchas, barcazas areneras, remolcadores... y se sentía tan renovado que podía seguir escribiendo.  A veces podía sentir como, al observar la lucha de los marineros con los fuertes cabos y cadenas, tonificaba sus propios músculos.  Tal vez era cierto. 

  Pensando en esto, tomó nota mentalmente del titulo de su próximo libro, sobre el cual rellenaría paginas y paginas de palabras sin ningún sentido: "Psicología Conductista Versus Economía Practica".  Le pareció tan acorde a los anteriores, tan absurdo, incomprensible y críptico, que seguramente acarrearía una ola de criticas favorables que arrastraría a la masa a buscarlo en las librerías, con la esperanza de aprender algo que los salvara de sus propias vidas.

  Claro que él mismo no caía en sus propias trampas.  Cada día se despertaba y corría hacia el baño, a veces de madrugada.  No era la próstata, sino el liberador ejercicio cotidiano de reírse de si mismo.  Sabía que, el día en que empezara a verse y pensarse como lo que los demás creían que era -el ultimo gurú del mercado o lo que fuera- su vida real habría terminado, dejándolo en la antesala de la muerte, o peor, en esa cornisa interminable del orgullo ciego y la superioridad moral.  

  Evitaba la trampa de la importancia personal entrando de puntillas al baño, con la barba rala apenas creciendo, la cara surcada por los surcos que habían dejado las sabanas, y el cuello del pijama mojado por su propia chorreante baba. 

  En el momento en que su cara entraba completamente frente al espejo, para lo cual se gastaba en hilarantes intentos fallidos y amagues, se sentía tan farsante y fabulador, tan ridículamente ignorante, tan desaliñado y mendigo, que despues de cagar, se hubiera limpiado tranquilamente el culo con cualquiera de sus doctorados.  

  Tenía que contestar la llamada y coordinar un café con el ministro de economía.  Seguramente quería consultarlo sobre lo que se estaba rumoreando, que con seguridad ya estaba hecho, pero necesitaba su opinión experta.  No era la primera vez, y tal vez no la última... a cambio obtenía información clasificada, estratégica, que le permitía hacer dinero antes que los demás.  Era una de las ventajas de ser el último gurú, no le daban importancia a lo que le decían, pensaban, que ya lo sabía todo.

  El jamás despejaba esa sensación, guiando suavemente el tema, con tanto tacto como podía simular, mirando a escondidas el reloj como para hacer valer su tiempo... Y casi sin decir nada, obtenía un panorama total, mas claro y sintético incluso que los mismos que se lo presentaban, faltos de perspectiva, y del desapego de una persona a la que ya no le importa mas nada.  Con una mirada abstracta pero meditativa, con un lenguaje gestual que era afirmativo, pero  no exento de dudas y preguntas no formuladas, siempre, avalaba.

  Lo que sea!  Estos tipos eran soberbios ademas de inútiles, y lo único que necesitaban era una niñera que los empuje del tobogán.  Era bastante divertido.  Se retiraban exultantes y agradecidos por haber entendido el panorama planteado mejor que ellos mismos, listos para tirar la primera piedra, vender quinientas toneladas de oro, remontar la inflación como un barrilete, cambiar bonos por bonos, hundir el país en la decadencia eterna, imprimir dinero en papel higiénico... lo que sea.



  Siempre se sentía vacío despues de estas reuniones, lo desmotivaba el pensamiento de que al fin, podría escribir un libro que tuviera contenido, pero que nadie leería.  Tomó su teléfono para realizar algunas operaciones.  Apenas eran las dos de la tarde, y el mercado estaba en su apogeo...se iba a dedicar a ganar algunos millones.

  Alguien atendió del otro lado: Se aclaró la voz con un carraspeo: Jonatan!! Como andas?  Escuchame bien, esto es lo que vamos a hacer...

  Del otro lado, el corredor de bolsa tomo un lápiz y empezó a tomar nota, mientras revisaba cuanto dinero podía extraer de sus propias cuentas para sumarse a la jugada. Tal vez los rumores de canje eran ciertos, y habían convocado a Marquitos al ministerio.  Esto siempre salía bien.  





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  La narrativa se impone   Bah... que simplificación absurda...    La narrativa se esparce con dulzura, amablemente, como pequeñas semillas ...