05 febrero

Clasificaciones

 



  Por qué estás leyendo esto? Por Qué?  No es tu decisión ni la mía, solo se trata del cruce de parámetros financieros, utilitarios y comerciales diseñados por robots que interpretan datos y proponen "información relevante" acorde a esquemas propios de dispersión total del tiempo, la conciencia y los recursos disponibles: robots de metal y plástico diseñando robots de carne y hueso.  Entonces...

  La mecanización completa de la vida social humana(todos los seres vivos tienen una "vida social", aunque solo la de los seres humanos carece casi completamente de sentido) acota con firmeza las definiciones y el alcance de toooodo lo que nos rodea.

  Y no solo eso, además, las interacciones posibles y/o permitidas, que son las únicas que nos importan, porque nos permiten vivir por delegación -y sin sobresaltos- a través de manuales, reglas, APP's, redes sociales o sistemas de sometimiento personalizados encarnados en instituciones varias.

  No importa el metodo, siempre hay una institución, sean estas laborales, de formación o castigo, gobiernos, milicias, clubes, corporaciones, doctrinas, ideologías, etcétera.

  Es así que, realmente, no hay nada nuevo bajo el sol de las autodefiniciones en busca de consenso, de aprobación, de las clasificaciones y autoclasificaciones que nos homologan y optimizan. 

  Las definiciones nos protegen como un paraguas a cuya sombra podemos elegir lo elegible y caminar hacia cualquier lugar pretrazado por el estándar tan gloriosamente adquirido.  


  Como seres humanos, hemos perdido(o pretendemos haber perdido) la condición de igualdad absoluta con toda otra forma de vida y conciencia, adormeciéndonos en un confortable esquema de previsibilidad y superioridad que se impone suavemente a través de directrices externas, supuestamente justificadas por la ciencia, o la sicología o la filosofía, o la mística religiosa, que se han adjudicado a sí mismas un supuesto aire de imparcialidad de enfoque y objetivos, de infalibilidad.  

  En la práctica, no son más que otros resortes de la hegemonía, la opresión y la dominación, como las fuerzas de seguridad, la economía de mercado, la medicina moderna o el poder nuclear.  

  Pero si miramos alrededor, es tan cómoda la uniformidad, que preferimos encajar y ser esclavos, inmóviles, de la clasificaciones: despertamos en un fichero social que archiva todo lo que debe y no debe ser, y pasamos a representar la hoja que tiene escrita nuestro nombre. 

  Los límites están bien marcados, las atribuciones, incluso quien tiene derechos sobre nosotros o nuestra tribu, después de eso está el precipicio: la tierra sigue siendo eternamente plana. 

  Y así es cómo gastamos los días y los años, clasificándonos y clasificando todo, arrinconándonos en un concepto cada vez más acotado y cada vez más carente de libertad, de decisiones propias, de propósito y autorrealización, hasta convertirnos en despojos temblorosos que no hacen más que esperar y temer la muerte, como una rama seca teme la tormenta.


 Lo peor, sin embargo, es que nos hemos acostumbrado tanto a nuestra jaula, conceptual, tan real que impone sus límites a nuestro pensamiento aún antes que nos pongamos en acción, y cada vez menos, traspasamos sus invisibles fronteras en aras de una tranquilidad de zoológico: tristes pero vivos, siempre a la vista del guardián que nos trae la comida.  

  Así, no dejamos de adaptarnos a las clasificaciones, buscando permanentemente indicios externos de lo que debemos ser y parecer, ya que nuestra propia imagen social es construida por los demás, que por supuesto, construyen su mirada en los mismos manuales que el poder hegemónico pone a nuestra disposición de forma gratuita.  

 Claro, no es que tengamos que ir al municipio, o a la biblioteca pública de la ciudad, nos basta con encender el teléfono, la radio o el televisor para ser apabullados por una miríada de influencers, stand-up, expertos, opinologos, etcétera, diseñando cuadros dentro de cuadros, límites dentro de límites.  


  Por supuesto que hay una movilidad conceptual, es divertido pero hay que estar atentos, porque todo cambia rápidamente: en este neomundo, las jaulas tienen rueditas.  Actualizarse es permanecer, de lo contrario, quedaremos al borde de la muerte civil, de la no existencia social, de ser no-seres, aplastados por la marginación y la no pertenencia, la exclusión total...

  Y eso? Será bueno o malo?

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