20 mayo

Ah... Se quema!!

 

  



  Sería bastante difícil imaginarnos intentando apagar un incendio al solo grito de Fuego! Fuego! Fuego!

 Y así hasta el infinito. 

  Como si en nuestros gritos, por mas desesperados y desgarradores que fueran estuviera la fuerza creadora de la acción, el movimiento, el socorro, y ante la tragedia o el desastre, la voluntad y la energía de la lucha y la reconstrucción emanara solo de la voz, o tal vez del llanto...

  Claro que todas las emociones son válidas, y la opresión de un desesperado segundo donde todo lo creemos perdido es mas que natural, aunque , a decir verdad, luego del fallido instinto y la tímida reacción animal, que no alcanza para huir ni para saltar a las llamas, todas nuestras conductas parecen hoy, marcadas a hierro por un libreto arduamente diseñado para volvernos inútiles y sutilmente inoperantes, en medio de una frenética seudoactividad, que disimula ante nuestra propia conciencia, nuestro estado inerte, indiferente, personal y socialmente improductivo. 

  Pero algo tiene, sin embargo, de mágico, nuestra esclavitud conceptual nuestro pulular de bacterias en un tubo de ensayo, que nos mantiene felices simulando actividad y alardeando de nuestro espanto o nuestra indignación.


  Tal vez alguna vez hemos siquiera comprobado el fruto de nuestras eclécticas doctrinas? O recibimos noticias del éxito de nuestras infantiles rabietas y disculpas? Se han encontrado a los culpables al declararnos a nosotros mismos inocentes?

   Sin ninguna duda, no.


  Cosechamos a manos llenas los destructivos frutos de nuestra ladina ingenuidad, de nuestra irónica preocupación, mientras todo sigue tal cual venía: la mitad del mundo esta en demolición, se incendia, y es la sangre ignorada de desconocidos lo que garantiza nuestro amodorrado confort. 

  Pero claro, que poco eso nos importa, una vez declarada nuestra total desresponsabilidad, de desligarnos de toda causa y todo efecto, aunque nos atraviesen sin cesar, mientras saltamos los restos y las cenizas a través de nuestra elegante pértiga virtual!!


  Y sin embargo, la realidad nos golpea sin pausa como una tormenta que se cierra y arrecia con penetrante oscuridad, las defensas costeras de la pretendida ignorancia con que intentamos justificar nuestra hipocresía total. 

  Acaso nos sirve de disculpa? O podemos alardear del mundo que legamos a nuestros hijos?

  Siquiera podemos disculparnos por la cotidiana avalancha de muerte que legamos sobre el resto de los seres vivos... y aun así nada cambia.

 
  Si queremos permanecer de verdad, es menester saltar al fuego, y desarmados, porque no es una nueva guerra de cualquier tipo lo que nos va a salvar, como si industrializar la muerte fuera igual que sembrar, sino la acción concreta y directa, cotidiana, de nuestra propia restauración.

 
  Sin dudas, por supuesto, no hay forma ninguna de restauración ambiental o planetaria antes de la nuestra.

  Cuanto tiempo más nos va a llevar reconocer nuestro propio fascismo? Nuestra sed de supremacía? El desmedido suicidio colectivo de nuestro irracional hiperconsumo?

 
  No debería pasar de hoy... tal vez solo tengamos tiempo hasta mañana

 

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