Estaba pensando… ¿No? ¡Que útil un revólver!
Así, técnicamente simple como una flor, y condensado en un pequeño formato, una tecnología mecánica capaz de trasladar objetos -contundentes por cierto- de un punto a otro con precisión y rapidez.
Entonces tengo aquí una pequeña masa elaborada de metal en esta punta de la habitación y con solo mover este dedo en el dispositivo de inicio, puedo trasladarla mediante propulsión a chorro hasta el otro extremo Pero no solo eso, sino que queda, como vemos, incrustada en la pared.
Aparentemente, el sistema solo avanza, sin que a nadie se le haya
ocurrido inventar un freno, pero claro, en el casquillo, todavía tibio, solo
había lugar para la rápida combustión de la pólvora que empujará el plomo a
través del cañón, porque no existe bala sin cañón, no existe cañón sin su
proyectil: es una pareja perfecta, efímera tal vez, pero solo cobran sentido en
su mutuo ensamble.
Y ahí va, la bala, en este caso maciza de plomo, aunque hay muchísimos formatos, y muchos más calibres, llegando a fabricar balas de muchos metros de altura y de varias toneladas de peso.
¡Realmente es así! Se llaman misiles intercontinentales o algo por el estilo…
¿Se imaginan el revolver para ese balín? Pero claro, no hay poesía, solo hicieron un túnel en la tierra y un montón de técnicos que lo mantienen con la mecha siempre encendida, por las dudas.
¿Y porque la gente sigue inventando armas?
¡Porque nadie quiere caminar!
Es la sociedad del confort la que nos vuelve tan intolerantes, por ejemplo: antes cuando ibas caminando por el bosque, te podías cruzar con otro campesino y capaz no te saludaba, entonces ante la ofensa tenías que ir a buscarlo.
O peor, ir a tu casa y agarrar la alabarda, ensillar el caballo, hacer unas tortillas para el viaje, lustrar el escudo por las dudas comente la gente, volver, tocar a la puerta, entablar una situación de guerra.
Y nunca irte sin dejar
clavado al tipo en una pared, incendiar todo, hacer un asado antes de volver…
Y así con tanto trámite, hasta las masacres eran cortitas, porque cuando caía el sol la gente se quería ir a dormir y los que no estaban tan muertos, se escapaban.
Entonces, ahora, vas caminando por el bosque, te cruzas con otro campesino que te mira medio de soslayo, así como…
Bueno, cuando termina de mirarte ya hizo cuarenta pasos y tenés que correrlo, pegarle con un palo, todo eso, pero…
¡Pones la bala en tu revolver, y en una forma increíblemente mágica, ella sola hace todo el trayecto y le pega al tipo en la nuca!
Vos, te atas los cordones de las zapatillas y seguís caminando, no traspiraste, no se te arrugo la ropa, no se te mancharon las medias…
Bajarán los buitres o alguien tirara el cadáver al basural para
que se lo coman los perros, todo puede seguir su curso…
Imagínense entonces lo trabajoso que era ir a hacer la guerra a otros
países, que ya es difícil de por si por la dificultad del idioma, o sea
_Dame tu país o te mato
_¿Eh?
_ Es la guerra Wacho! Correte que tengo que
incendiar todo!!
_¿¿Ah??
Y así, una vez que salías y te organizabas daba lo mismo conquistar un país que cuarenta y cinco y terminaban haciendo imperios y poniendo el mismo idioma para todo el mundo y así se iban ocho o catorce años y para cuando volvían a su casa estaba todo cambiado y encima tenían los caballos cansados.
Y eso era muy
importante, porque antes todo se hacía a caballo, había que aprender a dormir a
caballo, a comer al trote, a galopar tirando flechas -que no es lo más fácil. Y todo en ese estilo.
Claro, hoy en día, agarras un joystick y manejas un avión que tira una bomba en cualquier lugar del mundo y los soldados en los cuarteles pueden seguir jugando al truco. Cobrando sin hacer nada, sí, pero sin generar viudeces ni orfandades locales que son las que importan.
Después atrás del avión va un barco y se trae todos los tesoros y listo…
¡Un trámite!
Por eso todos quieren la bomba, por eso no quieren que los otros la tengan, y todo empieza con este pequeño artefacto, a ver… voy a trasladar este trozo de plomo hacia esa cucaracha en la pared… ¡Le erré!…
¡Otra vez!
¡Otra! ¡Ni se asusta, que humillante que es esto!
¡Otra vez… ya fue!! La mate de un culatazo.
No me gustan las armas, no tengo puntería…
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