08 marzo

Discapacitado

  


A veces, de vez en cuando, me pasa, mi capacidad de adaptarme al mundo se acaba, o mejor dicho, se gasta, se cansa y se termina por un rato, un minuto, una semana… dejándome cercado por secciones de maquinarias inútiles en movimiento inexplicable, estructuras y comportamientos donde no puedo ni soñar en encajar… 

  De repente quedo solo y expuesto a un mundo incomprensible, donde sus participantes gestionan día a día su propia destrucción, completamente incapaz de entender las decisiones y los motivos que generan y justifican la debacle social. Eso me paso, hum… ¿Cuándo fue? ya no lo recuerdo.

Sin embargo puedo decir que me repuse rápidamente y hoy ya tomé una decisión racional, completamente racional, sobre un pequeño asunto que se me estaba viniendo encima, es re loco, o sea, es re racional: como un supermercado, solo hay que balancear parámetros como tiempo y espacio, estadísticas y tendencias, posibilidades económicas, suministros, imprevistos probables, etc. etc. ¡Esto te permite planificar! Y sea cual fuera el estandarizado problema igualmente al alcance está la solución estandarizada y ya podemos clavar un punto en el tiempo adonde realizaremos nuestra tarea…

   Es increíble como todo apunta a lo mismo como un remolino que nos condujera inexorablemente hacia el fondo del sentido de las cosas, donde descansa la manera socialmente correcta de hacerlas.  Podemos navegar con el viento hasta llegar a la única y mejor decisión correcta que tuviéramos a nuestro alcance. 

  Y aunque hubiera mil maneras distintas de mirar, actuar y resolver todo se angosta hacia la auto asumida perfección (dictada por tradiciones que inventaron su propio linaje) a la cual llegaremos dejándonos acunar sin mucho esfuerzo con solo poner el combustible corriente: nuestro tiempo y espíritu.

Pero no, nunca llegaremos a la pregonada perfección que los filósofos le pedían a los dioses, al cumplimiento de la exactitud o siquiera el conocimiento de una serie infinita y autoproducente de reglamentos y parámetros.  No es posible. 

Directrices y metas generadas por las expectativas sociales, por supuesto, referidas a una visión desde la punta de la pirámide.  Todas las visiones emanan de la vista de águila que tienen las elites, donde nuestra sola existencia -simples insectos- no solo es molesta sino tristemente necesaria (aunque es de esperar que toda nuestra revoltosidad de ambiciosas, zigzagueantes y hambrientas alimañas les resulte divertida).


Mientras tanto bregamos, acá abajo, tratando de parecernos, tratando de mimetizarnos con generalidades y plazos, encarnando nuestros roles, y haciendo de toda posibilidad de autodecisión, de personalidad propia, de soberanía económica, de libertad de conciencia, un pequeño resquicio que será igualmente cerrado por el peso de los acontecimientos, la velocidad de las urgencias, lo pegajoso de las necesidades… 

  ¡Afortunadamente!...Todo termina, y tarde o temprano llegamos al final de nuestras aspiraciones, llegamos al No, a nuestro límite impuesto, que internamente igual conocíamos y pretendíamos transgredir como un niño que cabecea intentando quedarse de noche despierto en medio de los grandes, de los autorizados adultos. 

  Y solo nos queda refugiarnos en la máquina, en cualquier máquina que sirva para mantener el estatus mientras nos agarramos de la cornisa… para seguir con los engranajes en marcha, con una forzada travesía por la esclavitud del ratón de laboratorio, alimentado o no según corresponda, y expuesto a cualquier experimento sin necesidad de previo aviso…

Y no iba a ser de otra manera, porque la maquina tiene dueño, y nosotros tenemos vida útil, y actualmente, obsolescencia programada por el imperativo de un sistema que consume personas sin cesar, y muy lejos de mostrar su moderación, con cada día que el mundo pierde recursos irrecuperables, se vuelve más voraz. 

  No hace falta pensar mucho para tener un pantallazo de la obviedad irreversible de nuestra sumisión y foránea conquista por el poder que nos usa de herramientas para autodestruirnos, pero claro, tenemos que ver televisión, atender a las redes sociales, a gastar, mostrar y generar.  

Se nos va la vida sometiéndonos a todo ese sistema de “reglas”, conductas y deseos estandarizados que se inventaron para consumir de una forma inofensiva el escaso tiempo libre que pudiéramos comprimir entre dos agotadores, desesperados o tediosos segmentos de ¿vida? 

  Dos segmentos de nuestro tiempo, dos mandatos irreversibles dictados por nuestro propio asentimiento, estamos a salvo. ¡Buen día!

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