Estamos acorralados por la realidad.
Nos rodea, nos cerca, nos persigue cuando cerramos la puerta, al caminar por la vereda, al ir a trabajar y al sentarnos a la mesa al mediodía…
Eso nos asusta, nos confunde y nos genera una ansiedad que fácilmente se convierte en indignación, odio, frustración, malicia y decadencia, ya que no podemos escapar de una cárcel que no tiene barrotes sino horizontes, que en vez de asegurados pasillos nos presenta panoramas infinitos, confusos, cambiantes, que requieren de toda nuestra templanza, nuestro poder de interpretación y discernimiento para separar lo evidente de lo insinuado, lo real de lo fabulado…
Pero no queremos noticias de verdad, ni perder el tiempo en ninguna reflexión, sino capítulos de un reality que podamos sentarnos a mirar con una neutralidad tal que sin despegar el culo de la silla apostemos por uno y después por otro, no queremos verdades sino morbo en forma de fabulas que no nos interesa comprobar, ya que hemos dividido el mundo en dos sectores muy bien diferenciados: nosotros, y del otro lado las noticias como representación del resto, así es más cómodo, y está bien.
Mientras éstas,
como un virus que se alimentara de nuestra incapacidad de reacción, solo se
producen, rotan, reproducen, imponen, absorben nuestro tiempo, nuestra
capacidad de pensar, nuestra oportunidad de aprehender el mundo según nuestras
propias sensaciones…
Hoy en día, cada vez que prendemos el televisor o extendemos nuestra atenta mirada sobre los titulares de las páginas de un diario, o nuestros dedos arrastran el ratón a lo largo y ancho de la internet, solo logramos, en la mayoría de los casos, despersonalizarnos para ser teletransportados a un mundo virtual de versiones manifiestamente falsas, operativos destinados a hacernos correr como peones en un tablero de ajedrez que excede ampliamente nuestros esquemas de interpretación.
Nos tiramos
de cabeza a un mar picado de superabundancia informativa que sube y baja y se
rompe en pedazos contra las piedras inamovibles que representan las
conveniencias y necesidades monumentales que debían ser refrescadas por nuestra
vandálica fiebre de novedades ajenas… para retroceder, acto seguido, y armarse
de nuevo en otra ola que no tiene porque recordar o seguir el hilo de las
anteriores, sino que bien puede ser opuesta, contraria y hasta deslegitimadora
de su anterior discurso, aun cuando proviniera de la misma fuente original,
pero eso tampoco nos importa, ni a nadie, durará poco antes de volver a
cambiar.
No soportamos el vacío que nos dejan
las expectativas de un mundo hollywoodense que nos hemos acostumbrado a
admirar, necesitamos espectacularidad efectos especiales y sangre, intrigas y
traiciones, héroes, combates, explosiones y el maniqueísmo de una lucha entre
el bien y el mal que no nos deje opción para asumirnos como seres humanos, eso
es demasiado trabajoso…
¿Que peligros ocultos se esconden en la mirada de los transeúntes, en los eventos cotidianos que elegimos ignorar, antes de llegar a casa y encender la tv para que nos diga que es lo que acabamos de vivir?
¿Que carencias nos desnuda la cotidianidad encorsetada que avalamos con nuestra indiferente pasividad, que necesitamos aferrarnos al control remoto hasta que podemos ver sudorosos cuerpos semidesnudos, humillaciones voluntarias, premios desmesurados y fantasías tan caras y sofisticadas, técnica y coreográficamente tan perfectas que no vamos a disfrutarlas en vida mas que a través de las cámaras de un estudio de televisión?
Llego la hora de formatearnos a gusto y placer de
los falsificadores, es mediodía, prendamos la tv para alimentarnos con las
prolijas verdades y mandatos de hoy, y de postre, podremos sentarnos a
almorzar…
Ahora mismo sos la noticia...
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