05 julio

Posters y frases (ceros y unos)

 

 


  Reviso hoy el tráfico de mis redes sociales, chequeo las aplicaciones caminando, apenas si tengo tiempo de escribir… ¡LOL! ¡WTF! Emoticón (grandioso recurso que resume, sintetiza y a la vez desorienta sin generar compromiso, sin exigir conexión emocional ninguna)  

  De vez en cuando miro alrededor, para no chocar con nadie, es así todavía: aún hay que soportar a algunos estúpidos reales…

  Si hay algo que está terminando de destruir esta era virtual, si hay algo que le faltaba desvirtuar, ya que no desvirtualizar, es la conciencia de ser del ser humano, ya no hay vida real, solo carteles, frases gastadas, posters, ya no hay emociones sino expresiones dibujadas ¡de color amarillo! 

  Y una desierta y dura frialdad interior. 

  No importa la contradicción, somos lo que publicamos, dice un viejo adagio del año pasado, creo que ya ha cambiado, pero no la necesidad de fabricar mediante una imagen, otra vida.  No importa si ni una sola palabra se comprueba, solo se expresa y otros la “corroboran” con su aprobación para significar que están del mismo lado.  

  No importa si no nos creen, si saben con certeza que estamos mintiendo, no hace daño, no suma ni resta un sí o un no, tampoco hace falta estar para sumar, conocer para opinar, saber para juzgar... 

 Nada es real sin embargo: la instantaneidad, el rápido tráfico de la información, el anonimato y lo incomprobable han derrotado a toda necesidad de coherencia.  

  Se vive en un mundo de buenos amigos virtuales, de luchadores invisibles que salvan planetas y países imaginarios, de enemigos ficticios, fantasías que nos parecerían exageradas hasta en un comic y sin embargo creemos… 

  En diez minutos podemos rescatar a  cuatro perros, ir a diez velorios, pasar por dieciocho cumpleaños, asistir a eventos, ponernos el disfraz que queramos, o darle rienda suelta a nuestras emociones sin asegurar destinatario, ametrallando el mundo para asegurar el blanco.

  Toda validación es digital, toda imagen es una prueba en si misma -aunque sea una caricatura- de lo que querramos escribir debajo, y su posterior difusión y aceptación, por otros que también la comparten, la refuerza por su misma dinámica de auto ratificación.   

  La tecnología de la era digital se retira y vuelve a por más como una triste ola negra, sembrando un ejército de marionetas que se prestan los piolines para poder bailar, mientras simulan escuchar alguna música… 

  Mientras tanto, el mundo gira y sigue, un nuevo vaivén, una sacudida y todos los posters pierden el sentido, hay que volver a dibujar una verdad, o pedirla prestada, no importa, ya no hay recuerdos de haber sido, todo es instantáneo, virtual, todo puede volver a ser fabricado, incluso la realidad, porque necesitamos creer, para que crean, en un enfermizo trueque que nos descaracteriza como seres humanos, donde dejamos a un lado toda capacidad de interpretar, de mirarnos, de ser un poco más que espectáculo y apuntar a lo esencial, para no dejar de ser personas… 


  Pero en un mundo tan auto vigilado que miramos alrededor para descubrir como todos nos miran ¿qué queda sino aparentar? ¿Quién se desnuda frente a los demás, frente a un mar de tórridos desconocidos? 

  Quien pretenda salir del estereotipo, y de la estereotipada rebeldía, deberá dedicarse a cocinar un pensamiento en una era sin tiempo ¡cuando todo viene hecho, todo premoldeado para hornear en nuestro cerebro!  

  Y así volvemos a elegir, nos zambullimos de cabeza en la superficialidad, como pingüinos bajo el hielo, pescando aquí y allá un bocado que nos haga sentir vivos, corremos atrás del premio sin ver nunca el anzuelo, mientras pretendemos que la libertad es un traje que podemos dejar secando en una soga.

  Pero cuando volvemos, el viento la ha dejado en el piso, trastornada y sucia, pisoteada por la migración eterna entre los polos de las tropas del todo bien-todo mal.  

  No importa, si podemos mojar los dedos en un frasquito de veneno y disparar habremos recomenzado, seremos una mala foto hasta encontrar otra mejor y atentos conectaremos nuestras venas a los conductos de la autopista digital, cambiaremos nuestra sonrisa por opacos ceros y unos, una vez más.  



 

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