24 noviembre

Itaipuanía maya

 

  Hoy, un día luminoso, inmerso en un estallido fraternal de vida… quisiera agradecer, quisiera, pese a toda incertidumbre, decir en voz alta, claramente: gracias. 

  Gracias a la vida por tanto amor, gracias al amor por tanta vida, gracias a la tierra por desplegar su magia siempre a tiempo, y hacer rodar estas lagrimas que apenas dejo escapar, avergonzado. 

 Gracias por hacerme hermano de las hojas, de las nubes, de las flores y los pájaros, de todo lo pequeño y frágil, y gracias por haber pasado tantos trabajos y penurias para aumentar la sensibilidad en vez del odio y la resignación. 

  También quisiera pedir disculpas por todo daño causado, consciente o inconscientemente, por haber matado tanto: a veces para comer y a veces sin ningún sentido, pero también quiero decir que mi vida está disponible, y no tiene mayor valor que un grano de arena en este mar inmenso, y que estoy preparado a morir hoy, ahora mismo, sin arrepentimientos ni cuentas pendientes. 


  Gracias, por haber encontrado una mujer con la que compartir lo más esencial de mi ser, y ofrecer de ese modo mis hijos al mundo, para que sus ojos brillen entre medio de otros miles de ojos y corazones calientes, sin vergüenza ni culpa, más aun con orgullo.

  Con conciencia de estar forjando su propio camino, desde el camino que alcance a recorrer con ellos, que antes nació del camino de mis padres, y estos de sus padres y de anteriores generaciones que se esparcieron por el mundo buscando un destino común que fuera de vida y libertad, de alegría y amor, de paz y esperanza…

  Gracias por poder reconocer y disfrutar de la belleza en todas las cosas, gracias por las semillas que junto y cuido buscando un sueño cotidiano que se alimente del sol eterno y la lluvia…

  Gracias por haber comprendido a tiempo que todos somos todo, y curar mi corazón de tantas puñaladas rastreras, de tanta traición y tantos años de guerra, de violencia y persecución despiadada, inútil y cruel. 

  Gracias por dejar de temer y odiar, de despreciar a mis enemigos y solo ponerme afuera de su alcance… 

  Y también mis disculpas por haber pasado tanto tiempo en la ignorancia y la oscuridad, y por haberme costado tanto tiempo aprender a perdonar, por haber dañado a los que quiero, a los que aún me quieren…

  Gracias por permitirme soñar aun en la tormenta, en la derrota, en la humillación altiva de los poderosos, y aun así esparcir tu luz y tus fuerzas inexplicables, para proteger la vida, el brote, el fruto aun verde pero sano.   
  Gracias a la tierra amiga, hermana y madre, a la selva y el rio, a los pájaros, la música y el destino. 

   Gracias, gracias, muchísimas gracias. 



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