Suena el despertador, ti ti ti ti, ti ti
ti ti, ti ti ti ti, ti ti
titiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
Me despejo apenas lo suficiente para apagarlo, las sabanas y frazadas me cubren como un guante, no quiero chocar contra el frio que se enseñorea de la mañana…ni quiero abrir los ojos, esta tan calentito, tan agradable seguir así, puedo tomarme mi tiempo, disfrutar de este entresueño, sensual, cálido… este silencio donde la imaginación todavía no se encontró con el mundo real.
Siento mi verga entre las piernas como si estuviera viva, lánguida, se despierta y se arrastra por mi sensación de placer sin culpa y cargo.
Recorro con la punta de mis dedos el tronco
produciendo una sensación agradable, un suave cosquilleo, que estiro en el
tiempo sin apurarme, siento erizarse los pelos de mis bolas que rozo con mis
dedos mientras pienso en otras cosas, solo tacto, autocontacto, autoamor, una
conexión única entre mi ser y el universo….
Enrosco mis dedos resbalando sobre la cabeza y sigo con los ojos cerrados, ahora me escondo bajo las sabanas, las frazadas revueltas que destapan mis pies, disfrutando sin tener que salir a buscar un cuerpo, contenerme, dar explicaciones, ser amable ni tomar un helado.
Solo instinto, solo como quiera, con la imaginación galopando me dedico a recrearme para su provecho.
Como el dueño del cine, me proyecto la película que más me guste, tal vez pensando en esa mujer que vi al pasar, por no más de cinco segundos, o recreándome en las facetas de ese amor imposible que a veces me roe la mente.
Los escenarios se acomodan a las actrices y hasta las imagino en su papel, imaginándome, dando alas a sus propias manos para surtirse de placer, llamándome…
Y la cama se convierte en un barco que
viaja a través de las brumosas, tenues…encrespadas aguas de la fantasía.
Despertarse temprano a veces no significa abrir los ojos, y estar quieto no significa dejar de recorrer escenarios, aunque es simple el argumento, en un segundo tengo su sonrisa y al otro ya estoy sobre su piel, mientras el calor entre mis manos suavemente se expande y me recorre como hormigas perezosas.
Cuál es mi necesidad real
de consumar esto, de despertarme y empezar el día, me pregunto y bajo un poco
el ritmo extendiendo mi juego aprovechando la quietud de la mañana, descansando
un segundo, mientras siento que la cama me acaricia, que las cobijas me
abrazan y frotan y que no hay nada más importante que aguzar el placer y
afinarlo hasta el último segundo antes de acabar.
Pero pongo un fin a mis arrojos y decido concretar la historia en su punto más alto, cuando me derrito sobre mí mismo y dejo mi cuerpo lánguido, tendido, descargado de toda tensión y estrés de tanto escapar de la rutina de la realidad incuestionable.
Me desperezo
indolentemente, listo para empezar el día en cuanto termine de abrir los ojos y
despegarme dela cama, cuando todo se esfume y deje al fin lentamente que
la escenografía de mi propia vida reemplace a los ensueños matinales que me
ocupan el día de hoy.
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