23 octubre

Un sueño compartido


 


 

Es lo único que puedo pensar, como definición de un ideal que trasciende enemistades, que sigue guardado como una chispa inicial,  a pesar de las distancias, del tiempo, de las victorias  y traiciones.  Guardado intacto en el corazón, generación tras generación, de cada entrerriano, por nacimiento o adopción, por haber pisado de Entre Ríos su suelo y elegirlo desde su corazón (o su bolsillo) como su hogar.  Todos sabemos que se fue Artigas, que ya Pancho Ramírez murió por La Delfina, que Urquiza y López Jordán ya andan juntos a las risas.  Los próceres son actuales, los héroes viven en nuestra misma esquina.   


  Cada día que sale el sol en Entre Ríos, empiezan a caminar en la misma dirección cientos de miles de corazones calientes, tropiezan o triunfan, caen y vuelven a caminar, nunca abandonan la lucha, nunca la dan por perdida… o por lo menos, es la gente con la que me gusta encontrarme, tal vez no lleguen a ser todos así.  Amantes del agua y el mate, de la libertad y la belleza, de la justicia como necesidad vital, los entrerrianos que luchan hoy en día no saben descansar.  Provincia generosa, por la necesidad  personal de devolver lo que brindo, en la persona del caminante que cruza los puentes, o el túnel subfluvial, desnudo, porque puede sentirse entrerriano quien llega muerto pero no  derrotado, un caballo, un trago, un plato de comida lo está esperando… y guarda con descuidarse, porque tal vez una gurisa lo termine atando al pago.

  No quiero decir más, no hay palabras que capten lo que solo se puede experimentar, el amor está en el aire, no se puede evitar, tus onduladas praderas, tus arroyos y palmares, tus ciudades pujantes, tus ranchos, aparentemente miserables, no quiero decir más.  Solo es tierra y gente, brazos y corazones, viento y sol y lluvia sagrada entre los árboles. Nada más. No hace falta más. Solo sangre que se nutre de la tierra, y tierra que se nutre con la sangre, de unos y otros, de todos.

Bueno, que poético, pero si, esto es demasiado lirico, es necesario profundizar, como si fuera el noticiero del mediodía, en las malas noticias, en la cotidiana crisis humana:

  Entonces, que es lo que me duele de entre ríos, me duele cuando veo a los gurises en patas en pleno invierno, aunque ellos están curtidos, duritos, y arriba del carro son reyes, y consiguen su comida sin perder la sonrisa ni agachar la cabeza, porque saben que es así de caro el precio de su libertad.

  Me duele ir caminando, ahora incluso cuando me visto y me baño, trabajo y pago mis impuestos, me duele cruzarme con un policía que me mira como si fuera un delincuente (como el piensa que se debe mirar a alguien que parece un delincuente) entre provocativo y amenazante, como si los 17 tiros de su nueve milímetros lo hicieran mejor persona que yo.

  Me duele ver a una gurisa de 13 años pintada y vestida para venderse, y que demasiada gente lo vea como normal, indiferente, que demasiada gente la use como para sentirse más hombre, antes de volver a su casa a besar a su mujer y a su inmaculada hija adolescente.

  Me duele ver como se roba lo que es de todos, como se usa a la gente, y que esa forma de actuar se multiplique en gurises capaces que solo piensan en meterse a “la política” para estar del lado de los que ganan.

  Me duele la hermandad de los gurisitos y los perros caminando entre el basural, comiendo cada día lo que a nosotros nos enfermaría, sin documentos, sin techo,  a veces sin nombre, sin saber que son parte de una ciudad, una provincia, un país.

  Me duele que la avalancha de la cocaína ya haya llegado a la escuela primaria, que el delito sea no tener para la coima al policía, al comisario, al juez. Y sin embargo vende el peor  y vende Robin Hood, y los lunares se acumulan en esas caras.

  Me duele que una historia común con Uruguay (para nosotros es la bandera de entre ríos, para ellos, es la bandera de artigas: libertad o muerte, en fin, lo mismo) se ensucie con formas de protesta que aíslan y molestan, que restan libertad de comunicarnos y transitar entre pueblos hermanos, y sin embargo me duele también que se ponga precio al rio que nos une desde siempre, que me acuna desde que nací, me duele el bagre que no podré pescar ni comer.

  Me duele el desierto verde de la soja, y las hectáreas de monte y campo virgen que se perdieron, el reino de la mulita y el ñandú, el venado y el carpincho, cada vez más arrinconado, y el cardenal amarillo, ya es algo que me contaron. La erosión y las taperas en el campo, el gaucho sin caballo.

  Me duele la gente indefensa, aunque también lastima con la lengua, me duele el día vacío del desocupado, aunque cuantos rompen gratis la historia del de al lado.

  Bueno, en realidad, para no parar de llorar no hay sino que empezar, no hay porque tenerse piedad, lo único que se puede hacer es callarse o pelear, mejor paro acá. Es mi tierra mágica, todo puede cambiar, todo puede pasar, todo puede mejorar.

  Un abrazo al Entrerrios, porque no figura en los mapas tu calor… porque no puedo ofrecerte más que mi corazón.

Jajá me pase, lo único que quería decir era que extraño un poco ahora que hace caloooor…

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