Es lo único que puedo pensar, como definición de un ideal que trasciende enemistades, que sigue guardado como una chispa inicial, a pesar de las distancias, del tiempo, de las victorias y traiciones. Guardado intacto en el corazón, generación tras generación, de cada entrerriano, por nacimiento o adopción, por haber pisado de Entre Ríos su suelo y elegirlo desde su corazón (o su bolsillo) como su hogar. Todos sabemos que se fue Artigas, que ya Pancho Ramírez murió por La Delfina, que Urquiza y López Jordán ya andan juntos a las risas. Los próceres son actuales, los héroes viven en nuestra misma esquina.
Cada día que sale el sol en Entre Ríos,
empiezan a caminar en la misma dirección cientos de miles de corazones
calientes, tropiezan o triunfan, caen y vuelven a caminar, nunca abandonan la
lucha, nunca la dan por perdida… o por lo menos, es la gente con la que me
gusta encontrarme, tal vez no lleguen a ser todos así. Amantes del agua y
el mate, de la libertad y la belleza, de la justicia como necesidad vital, los
entrerrianos que luchan hoy en día no saben descansar. Provincia
generosa, por la necesidad personal de devolver lo que brindo, en la
persona del caminante que cruza los puentes, o el túnel subfluvial, desnudo,
porque puede sentirse entrerriano quien llega muerto pero no derrotado,
un caballo, un trago, un plato de comida lo está esperando… y guarda con
descuidarse, porque tal vez una gurisa lo termine atando al pago.
No quiero decir más, no hay palabras
que capten lo que solo se puede experimentar, el amor está en el aire, no se
puede evitar, tus onduladas praderas, tus arroyos y palmares, tus ciudades
pujantes, tus ranchos, aparentemente miserables, no quiero decir más. Solo
es tierra y gente, brazos y corazones, viento y sol y lluvia sagrada entre los
árboles. Nada más. No hace falta más. Solo sangre que se nutre de la tierra, y
tierra que se nutre con la sangre, de unos y otros, de todos.
Bueno, que poético, pero si, esto es demasiado
lirico, es necesario profundizar, como si fuera el noticiero del mediodía, en
las malas noticias, en la cotidiana crisis humana:
Entonces, que es lo que me duele de
entre ríos, me duele cuando veo a los gurises en patas en pleno invierno, aunque
ellos están curtidos, duritos, y arriba del carro son reyes, y consiguen su
comida sin perder la sonrisa ni agachar la cabeza, porque saben que es así de
caro el precio de su libertad.
Me duele ir caminando, ahora incluso
cuando me visto y me baño, trabajo y pago mis impuestos, me duele cruzarme con
un policía que me mira como si fuera un delincuente (como el piensa que se debe
mirar a alguien que parece un delincuente) entre provocativo y amenazante, como
si los 17 tiros de su nueve milímetros lo hicieran mejor persona que yo.
Me duele ver a una gurisa de 13 años
pintada y vestida para venderse, y que demasiada gente lo vea como normal,
indiferente, que demasiada gente la use como para sentirse más hombre, antes de
volver a su casa a besar a su mujer y a su inmaculada hija adolescente.
Me duele ver como se roba lo que es de
todos, como se usa a la gente, y que esa forma de actuar se multiplique en
gurises capaces que solo piensan en meterse a “la política” para estar del lado
de los que ganan.
Me duele la hermandad de los gurisitos
y los perros caminando entre el basural, comiendo cada día lo que a nosotros
nos enfermaría, sin documentos, sin techo, a veces sin nombre, sin saber
que son parte de una ciudad, una provincia, un país.
Me duele que la avalancha de la cocaína
ya haya llegado a la escuela primaria, que el delito sea no tener para la coima
al policía, al comisario, al juez. Y sin embargo vende el peor y vende Robin
Hood, y los lunares se acumulan en esas caras.
Me duele que una historia común con
Uruguay (para nosotros es la bandera de entre ríos, para ellos, es la bandera
de artigas: libertad o muerte, en fin, lo mismo) se ensucie con formas de
protesta que aíslan y molestan, que restan libertad de comunicarnos y transitar
entre pueblos hermanos, y sin embargo me duele también que se ponga precio al
rio que nos une desde siempre, que me acuna desde que nací, me duele el bagre
que no podré pescar ni comer.
Me duele el desierto verde de la soja,
y las hectáreas de monte y campo virgen que se perdieron, el reino de la mulita
y el ñandú, el venado y el carpincho, cada vez más arrinconado, y el cardenal
amarillo, ya es algo que me contaron. La erosión y las taperas en el campo, el
gaucho sin caballo.
Me duele la gente indefensa, aunque
también lastima con la lengua, me duele el día vacío del desocupado, aunque
cuantos rompen gratis la historia del de al lado.
Bueno, en realidad, para no parar de
llorar no hay sino que empezar, no hay porque tenerse piedad, lo único que se
puede hacer es callarse o pelear, mejor paro acá. Es mi tierra mágica, todo
puede cambiar, todo puede pasar, todo puede mejorar.
Un abrazo al Entrerrios, porque no
figura en los mapas tu calor… porque no puedo ofrecerte más que mi corazón.
Jajá me pase, lo único que quería decir era
que extraño un poco ahora que hace caloooor…
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