30 de septiembre de 2010
Algún entendido dijo una vez que la guerra es la continuación de la política por otros medios, yo creo que es exactamente al revés, porque primero, fue la guerra. Después los temerosos, los comerciantes y calculadores, los incompetentes y traidores sin honor, inventaron la política.
Así como ellos la hicieron, continúa hasta nuestros días.
Y es esta falta de evolución, y su natural vileza, lo que mantiene al mundo en guerra, pues siempre habrá quien busque el honor, como valor en sí mismo, superior a la vida, y, porque, en el hazmerreír de la permanente involución humana, hay sectores bien definidos que lograron finalmente, apropiarse de la maquinaria bélica.
Esta funciona como herramienta de control y depuración social, por un lado, y como fabuloso negocio, libre de controles e impuestos, por el otro. La inconcebible cantidad de bienes y vidas inocentes que quedan en el camino, no solo son intrascendentes a sus propósitos, sino, más bien, completamente útiles y funcionales a la ramificación y multiplicación de este fabuloso e irracional intercambio.
Claro que no es soplar y hacer misiles, no es fácil, van quedando pocos paraísos donde el poder pueda ser ejercido sin restricciones por una sola familia o persona, si es posible, bajo tutela y asesoramiento directo de los dioses. Hoy en día, el ciudadano, la masa, debe ser convencido, ya que no consultado.
Es por eso que se recurre a un ejército invencible de propagadores del odio, de formadores de opinión, de nacionalistas y periodistas, seudo idealistas y profetas, que mantengan la inquietud y la efervescencia necesarias a su buen caldo de cultivo.
Si no agarra sabor, échale pimienta: toneladas y toneladas de drogas de todos los tipos, cada vez más baratas, potentes, y fáciles de conseguir: ''Recuéstate y sueña con un mundo mejor...''
¿Hacia dónde vamos? ¿Será el fin del mundo, de la especie humana?
Ni por asomo, todo lo contrario, por cada uno que muere nacen dos o tres, por cada arroyo que se contamina, por cada especie inútil que se extingue, se crean miles de formas sintéticas de sobrevivir, y se multiplican sin pausa los rendimientos y las nuevas zonas de desarrollo y cultivo de producciones homogéneas.
Hay días, incluso, en que la prosperidad amenaza con invadirlo todo, derramándose inmerecidamente sobre las cabezas de los tibios, los inocentes, los despreocupados, los marginados...
¿Ahora es cuando?
Exactamente, es el momento de despertar a las sirenas, la política entra en acción con todo su circo de obstinados serviles, de necios consecuentes, de sagrados defensores del ocio: a la cuenta de tres se lanzaran unos contra otros como en las batallas de William Wallace, debatiendo, insultando, robando hasta el sentido de las palabras de sus oponentes, fabricando nuevos monstruos y mucho más miedo del que era necesario, hasta perder el decoro y las formas, la dignidad y, sobre todo, la memoria
¡Pues mañana, igual que ayer, tal vez les toque estar del otro lado de la cancha! ¡Bah! ¡Qué importa!
En el transcurso de este vals entre paralíticos se habrán generado nuevas carencias y miserias, impuestos, contribuciones y gastos extraordinarios, habrán cambiado de mano industrias esenciales, bosques, montañas y provincias enteras, se gastaran los recursos en nuevas cárceles, organismos de control, fuerzas represivas e infraestructuras monstruosas que serán abandonadas en cuanto alguna distracción permita desviar las miradas a otro lado.
Más tarde, cuando el teatro de la redistribución haya alisado las aguas agitadas por los eternos suplicantes, estaremos en condiciones de comenzar todo de nuevo, con el ranking algo cambiado, con algunas venganzas y cuentas que se cobraron en el camino, aunque, básicamente, todo renovado, todo igual a sí mismo.
¡Qué alivio! No por predecible es menos riesgosa la jugada, hemos llegado al tan mentado cambio de estructuras, a la renovación dirigencial, le hemos lavado la cara a la democracia o el sistema con que nos vestimos.
Justo antes de que se acabe el tiempo, nos hemos dado la oportunidad de comenzar de nuevo, el panorama se llena de nuevos fantasmas y enemigos irreconciliables, demonios y criminales internacionales.
Los dueños de la manija respiran aliviados, ya pueden recostar su cabeza en el Spa, aunque se hayan prohibido las camas solares. La nueva lista de allegados van a adornar, sus propagandistas traspiran otra vez, analizando que país van a invadir, que antiguo aliado les conviene derrocar, y como llevar a cabo el saqueo de sus propios bienes generando más riqueza y poder concentrado, mas alegría y depresión encapsulado en pastillas, mas y más perfecta necesidad de aplastar a los distintos, a los irreductibles, y a los molestos que además de pensar, comentan.
Es la hora de la gloria, donde se generaran problemas tan
graves que tengan que ser resueltos solamente a bala. Es la hora de prender la
televisión, para re-unir a las familias.
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