Gracias Palestina. Gracias por cargar sobre tus hombros la última batalla por la conciencia humana.
Gracias por tu amor interminable, inmenso, a la tierra.
Gracias por tu inclaudicable tenacidad.
Gracias por tu irredimible y permanente rebelión, por tu insumisa y terca, desesperada alegría, por el esfuerzo inconmensurable de darles una canción a tus hijos pequeños en medio del aire lleno de humo y polvo de la masacre cotidiana, de la sed y el calor, del hambre y el frio.
Gracias por una caricia tierna y una sonrisa contagiosa y altiva bajo las bombas y las balas de los imperios mas crueles de la tierra y sus decadentes y soberbios, mal entrenados, perros de pelea.
Gracias por la solidaridad y la cooperación total, por mantener la firmeza de no dejar caer, de no soltar a nadie, aunque sea a través de un trabajoso vaso de agua, de una recolección cuidadosa de restos humanos entre los escombros o el insultante desorden de las fosas comunes, para ser dignamente, humanamente identificados y enterrados.
Gracias por una mirada fuerte que acompaña, por un gesto amable en medio de la desolación y la carencia, la sentencia a muerte, imperdonable y renovada.
Gracias! Sin dudas, gracias, porque es la última batalla. La última batalla sobre el territorio de este planeta.
Por eso tienen tantas bombas y tantas balas... Por qué quisieran, intentan dar, el ejemplo final de las consecuencias de caminar hacia la libertad y la autodeterminación humana, de un pueblo, de cada persona, de cada ser viviente, de la raza humana.
No habrá segundas oportunidades, es hoy. Si ante esto no luchamos contra cada injusticia y cada arbitrariedad en el planeta, contra cada proxeneta y abusador, contra cada tratante de esclavos o narcotraficante, contra cada corrupto cómodamente institucionalizado en un escritorio, sea político o policía, empresario o abogado.
Si dejamos fluir la violencia del maestro, obrero o capataz, del periodista, del adolescente, sin dar una respuesta creativa, sin intentar forjar otro camino hacia la convivencia humana, ya no habrá otra senda que la que conduce a la violencia y la masacre, porque todo estará justificado a través de la omisión de nuestras responsabilidades como integrantes de la sociedad a la que debemos aportar nuestro grano de arena de coherencia y amor, de libertad y paz. Hoy, no mañana.
Si nos quedamos mirando dos mil años mas, dos días mas, los falsificadores de la historia nos llenarán de almohadones donde reposar, de entretenimiento chabacano y barato, de adrenalina falsa y sumisa de esclavo emocionado con el látigo.
Pero el látigo imperial no cae solo sobre Palestina y su trágica y bella, heroica y triste gesta, sino que se cierne sobre todos nosotros a la vez, y en todo el planeta caen por miles, asesinados. Cada día.
Cuantos perseguidos y acosados a punto de rendirse dejaron de llorar de impotencia y rabia, para volver a luchar? Cuantos, ante la increíble valentía de un niño, una niña, que aun sabiendo que hoy o mañana estará muerta, no cede ante los tanques y la metralla, no se rinde bajo el enjambre creciente de los francotiradores y sus balas?
Cuantos desanimados, desahuciados, a lo largo y ancho del planeta, recuperaron su dignidad y su determinación ante el admirable y ejemplar espectáculo de guerreros que mueren de hambre y sed sin dejar de acarrear las armas, sin acaparar nada, sin imponerse ni pisar a los que esperan a la sombra de montañas de escombros.Cuantas historias nuevas se ponen en marcha. Cuanto revuelo en el mundo se avecina, cuanta lucha contra la tiranía de la propaganda, de las noticias y el algoritmo, de los CEO´s de las corporaciones despiadadas, de los envenenadores de cada gramo de aire que respiramos, de cada trago de agua y cada bocado que luchamos por llevarnos a la boca.
Cuanto podemos hacer hoy, ahora, alrededor, y tomar partido por nosotros mismos como seres vivos, no aceptando mas la sumisión y el control total al que nos quieren acostumbrar veinticuatro horas al día?
Cuanta grotesca acumulación festejaremos, como si fuera un héroe cada millonario que soborna y vandaliza el entorno común, solo para desperdiciar en un segundo lo que le falta a miles y miles de personas?
Cuando dejaremos de admirar a los déspotas y los arrogantes?
Cuando daremos un paso afuera de ese guión que nos hacen memorizar cada día a través de miles de interminables pantallas?
Es hora de cultivar los buenos ejemplos que recibimos. Es hora de sacarles el teléfono que dejamos de niñera de nuestros pequeños hijos para darle la anhelada caricia de nuestra presencia y nuestro tiempo. Es hora de contarles el cuento, antes de dormir, de que papá y mamá, despertaran mañana mas temprano para restaurar el mundo, para hacerlo mejor.