Hay noches enteras que lo pienso...
De dónde sacamos la sucia idea de que la globalización recién comienza? Somos groseros maniquíes inoperantes del pensamiento, adoctrinados desde hace siglos por pedófilos filósofos alcohólicos, que lograron engañarnos hablando de libertad y ética, de moral y derechos fundamentales, de imperativos y principios. Que bazofia.
La última posibilidad de libertad del ser humano como especie, se perdió cuando el primer imbécil apiló un ladrillo al lado del otro, y fundamentó su asqueroso invento llamándolo belleza. O tal vez lo llamo funcionalismo, practicidad, modernización, saneamiento matemático. Quien sabe...hay tanta creatividad cuando no se quiere nombrar a las cosas por su verdadero nombre, y la expresión "Pura Mierda", hubiera arruinado la futura disciplina del Marketing.
Más allá del disimulo, no pasaron ni segundos hasta demostrarse que el espacio cuadrado, además de facilitar la acumulación de autoridad, ya desde su misma ejecución constructiva, posibilitaba una apilabilidad infinita, donde -ademas de un desperdicio monumental de materiales y mano de obra, destinados a fortalecer la acumulacion del poder y el capital en manos de los dueños de las maquinas y los materiales- generaba zonas muertas, inocupables, que deberían ser llenadas con objetos intrascendentes e inofensivos.
Por supuesto que este absurdo de la malversación del espacio y el tiempo, esta derrota total del sentido, tenía el efecto sistemático de empastar y dañar la conciencia, de consumir el pensamiento en la misma pasiva inutilidad.
Porque el ángulo recto no existe en la naturaleza, de ninguna manera, jamás. En todo el universo, somos la única especie que produce una geometría decadente y desperdiciante, que obliga a su entorno a modificar todos sus parámetros para alimentar un despilfarro cuidadosamente planificado hace cientos de años.
Una vez que aprendimos a encerrarnos en una caja, y a dejar rincones olvidados, empezamos a alejarnos cada vez mas de nosotros mismos, y de la armonía universal que rige todo lo que existe alrededor, donde ninguna migaja de tiempo, materia o espacio es desperdiciada.
Nos convertimos en marionetas y zombis maleables, manipulables, que intentan superar su incomodidad genética inmodificable apilando otros cubos sobre los apilables cubos, aglomerando otros cubos contra los cubos hilerados como una grotesca colmena donde la miel se pudre y se infecta por su propio diseño antinatural.
Una vez que el horrendo diseño cuadriculado demostró su eficacia para cortar el flujo de la conciencia, una vez que el novedoso ángulo recto demostró su eficacia para bloquear y detener el movimiento de la energía que nos comunicaba con todo lo que teníamos alrededor, su éxito indiscutido lo promovió al rango de asunto de estado a lo largo y ancho del planeta, y no quedo ningún gobierno en el mundo donde sus encomendadores dejaran de hacer lo imposible por imponer ese estilo de vivienda al máximo posible de la población.
Luego todo cayo como un castillo de papel, tal vez ese sea el significado de la antigua fábula de la cilíndrica torre de Babel... las matemáticas perdieron su belleza que explicaba el mundo, para pasar a ser una serie interminable de cálculos que eran usados para contar y recontar los alcances de la aglomeración, que ahora se extendía a todo... los infantiles filósofos dejaron su lugar al academicismo, mucho mas seguro en su inalterable inmovilidad atada a las nuevas jerarquías del conocimiento.
En poco mas de cien años, se crearon universidades por todo el mundo, donde las mentes mas brillantes pudieran ir a ser embozaladas y adiestradas en la elegante inutilidad que sirviera a los efectos de crear nuevas geométricas multitudes apilables. Su ingenuidad fue usada sin escrúpulos para inventar máquinas y naves que sirvieran al efecto de exterminar los territorios vírgenes y las visiones aún funcionales y respetuosas de la vida, ajenas a la innovación que venía a destruirlas.
Y terminó. Todo estaba hecho, incluso la economía práctica, que apenas daba luz a las finanzas, entendió la necesidad de detenerse a tiempo, dejando algunos remanentes insignificantes aquí y alla, como vestigios y testigos, como recordatorios de lo que nunca se debía permitir crecer, para poder enfocar toda su fuerza en la naciente era industrial que prometía redibujar el planeta entero, incendiando simultáneamente, mas vidas y territorios en un par de siglos que en toda la historia anterior de la humanidad.
Como todo amargo remedio, necesitaba una gota de dulzura que ayudara a tragarlo, así que se diseño el moderno progresismo democrático, los infaltables y fantasiosos derechos humanos, la ridícula e imposible igualdad de oportunidades, las artes y las ciencias ahora ya no al servicio de un Señor, un Príncipe, sino enfocadas en la contradictoria estupidez de la belleza masificada y en el infantilismo de la armónica masificación autodemostrada, por supuesto, en beneficio de los viejos nuevos amos del mundo.
Nacimos en esta paradoja, y ese es el último anzuelo con el que ya nacimos enganchados, desde el cual nos extraen hacia un mundo que jamás llegaremos a comprender ni a aceptar del todo. Buscamos y no sabemos que, buscamos en lo conocido una ventana hacia lo olvidado, en la uniformidad un puente hacia lo jamás visto ni aprendido.
Según las estadísticas, en el mundo se crean 19 religiones por minuto, algunas tan efímeras como sus poseedores, algunas tan ineficaces como sus fines, pero todas, todas, apuntan a la misma dirección y llegan al mismo fin.
No importa si son takfiríes quemando vivos a molestas minorías pacíficas, o mormones adiestrando a sus hijas en la sumisión matrimonial, cada religión nace y se nutre del mismo formato que pretende combatir, y su único dios es el ladrillo, como estandarte y símbolo, y su única realización es el enclaustramiento voluntario.
Por suerte existen las computadoras, como comprensivos apóstoles, y cada vez una gama mas compleja e independiente de artefactos tecnológicos completamente superfluos que intercambiar por el cien por ciento de nuestra vida útil. Nuestra única meta es tener nuevas paredes para decorar con objetos onerosamente inútiles.
Hemos llegado a ser eso, para el planeta, un objeto decorativo, onerosamente inútil, un destructivo y estéril, efímero, descartable decorado, envuelto en un gran paquete de ladrillos huecos industrializados. Pero eso no es todo... para que el esquema se renueve, la única solución es incendiar la casa, cada día, una y otra vez.
Reconstruyamos, que las fábricas necesitan manufacturar nuevas bombas, o perderemos el trabajo en la fábrica de clonar seres humanos. Mantengamos viva, la ciudad.