Ni siquiera la mas abnegada de las madres ama tanto, tanto, cómo el sistema ama a los traidores.
Vivimos en un mundo que solo puede justificar su crueldad demonizando a sus liberadores, masacrando a los desposeídos, a los indefensos, a los rebeldes, a los hambrientos, a los que luchan como si ignoraran(o pudieran evitar) las trampas que se ciernen sobre su cabeza. Vivimos en un mundo que nos tienta con un imaginario salto hacia la gloria -en forma permanente- sin desatarnos los pies de la argolla que nos fija al suelo.
Nos enseñan a soñar con riquezas absurdas e innecesarias, con un poder despótico y tóxico que solo consume y destruye -a quien lo ejerce- con placeres desmedidos y pleitesías exageradas. Nos enseñan porque pretenden convencernos de que no sabemos soñar. Porque es más cómodo, más fácil, mas útil para caminar por el centro mismo de la línea que nos trazan, y recibir palmaditas y caricias en vez de golpes y gritos.
Claro que nuestros transparentes, claros sueños se diluyen más y más con nuestras pesadillas, y eso pasa cada día. Sale el sol y estamos peor que ayer: vivimos un poco mas enfermos y suplicantes, mas obsecuentes y ridículamente sonrientes. Porque la chabacana postal en la que tomamos parte, necesita de nuestra declarada, ficticia felicidad. Aunque no exista.
No importa. Ya a nadie le importa.
Todo son máscaras y nada mas que máscaras que tomamos o repartimos de un teatro que se incendia, donde lograron convencernos de que podremos tomar al asalto el escenario una vez que el humo expulse a los actores profesionales, tosiendo sin parar.
Queremos todo, todo el tiempo, y todo el tiempo no lo obtenemos. Y no lo obtendríamos nunca, si no tuviéramos la suerte de sumarnos al liderazgo de los disconformes, y caminar a su lado construyendo (dejando que construyan) un mundo realmente nuevo. Claro que, como aspirantes a divas, amamos el postureo: en un mundo que no espera nada nuevo, que aborrece los cambios, que vive en el temor constante del derrumbe de sus raídas estructuras, sobra con simular. Con disimular.
Somos como ratas orgullosas que no dejan de mirar los cabos, siempre listas a saltar del barco antes de que se hunda, siempre con la panza llena. Somos como animales de criadero: nuestra aspiración máxima es comer chatarra toxica, un poco menos mezclada con mierda que el que viene atrás... claro que la diferencia con los animales, es que nosotros lo hacemos por elección y voluntad propia!!
Estamos listos para vender a nuestros vecinos y amigos, a nuestros hermanos y padres, a nuestros maestros, colegas y adversarios por igual. Estamos listos para ser el instrumento que arrase todo lo que nos rodea si con eso podemos sobrevivir y, con suerte, acceder a la angosta e inestable cima de la pirámide social, aunque seamos mas esclavos que nunca. Es que una imagen vale mas que mil palabras, y hoy en día, sabemos que ninguna imagen miente, no importa si es falsa o generada por implacables e insensibles maquinas, el sistema se crea a si mismo y eso, es lo único real.
Hoy en día no hay mas realidad que la impuesta, y sobre ese hecho indiscutible es que diseñamos nuestra capacidad y nuestra respuesta humana. El algoritmo y la renovación permanente de estímulos a la que nos han acostumbrado las redes sociales y la interfaz omnipresente del entorno "periodístico", nos presenta noticias, hechos, proyecciones, que reflejen el punto exacto hasta donde ha llegado su manipulación. Ni un milímetro menos.
En esta escalada permanente de la conciencia, cada pie multimediático que sube un metro mas arriba, cada garra corporativa que se aferra a una saliente de nuestra conciencia ya no puede ser quitado sin desgarrar todo, sin derrumbar todo lo demás. Esa es la amenaza, la permanente coerción... tenemos que aceptar un deterioro permanentemente lento, a riesgo de un deterioro permanente, rápido.
Tal vez ahora mismo, eso se empiece a dar a la vez, en todos lados: ya no hay territorios vírgenes. La fantasía de un mundo armonizado por las armas, de un planeta pacificado por la coerción y el chantaje, llegó al fin a su demostración.
Si permitimos que esto pase hasta que ya no quede nada, entre los restos de la especie humana, volverán a brotar los posters donde los mas grandes estafadores y asesinos sean loados como grandes restauradores. Si dejamos que esto pase hasta que ya no quede nada, ignorando los famélicos caminantes hacia una esperanza ya imposible, los historiadores lograran engañarnos una vez mas, como siempre, convirtiendo en héroes y próceres a los responsables del exterminio y la desolación del planeta y de la especie humana.
Por supuesto, para consolarnos, habrá historias de heroísmo completamente adulteradas, donde los mas perversos e hipócritas aparezcan como los salvadores. Incluso a eso, nos acostumbraron, de antemano.
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